El estallido social en Chile dañó al país. A cinco años de este suceso, cambió la percepción sobre la ola de manifestaciones violentas que sacudió a la nación austral, la cual provocó pérdidas de al menos 250 millones de dólares. Si bien en 2018, el 74 % de la población consideró que las protestas conducirían a mejores condiciones, de esa cantidad no queda prácticamente nada. Hoy, sólo 6 % cree que produjeron cambios positivos, mientras que, 68 % admite que el 18 de octubre de 2019 detonó un declive en la calidad de vida.
“El estallido tuvo un alto costo. Nadie ganó, todos perdimos. No se lograron los cambios que se creían necesarios”; “nos enfrentamos con violencia y nos avergüenza y entristece su epílogo”, declaran los participantes del estudio No lo vimos, ¿lo vemos?, elaborado por el Centro de Análisis de Estudios de Mercado (Cadem), divulgado por La Tercera.
La decepción abunda, pero también el cuestionamiento y la crítica al estallido social que durante cuatro meses sacudió a Chile. Aunque su impacto ha sido equiparado al del Golpe de Estado que, hace cinco décadas, derrocó al socialista Salvador Allende y dio paso a la dictadura militar de Augusto Pinochet, el estudio revela una transición profunda: de la esperanza al miedo.
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Roberto Izikson, gerente de asuntos públicos, explicó en una entrevista con el medio que los resultados del estudio reflejan un cambio profundo en la percepción social. Además, resaltó que “la actual opinión está cruzada por el sentimiento de haberse farreado la oportunidad y, por otra parte, por el hecho de que todo se nos fue de las manos, produciendo efectos negativos”.
Otro estallido latente
Las contradicciones o disyuntivas entre los chilenos son parte de su día a día desde que las calles ardieron como nunca, según este estudio, considerando que la justificación de la violencia para avanzar en transformaciones pasó de tener 28 % de respaldo en 2019 a una desaprobación ahora del 87 % de los consultados por Cadem.
Sin embargo, la discrepancia con la forma de exigir cambios en las pensiones, sueldos, educación o salud, desde aquel momento hasta nuestros días, no significa que el descontento haya desaparecido.
De hecho, un dato que destaca en el sondeo es que 57 % sigue pensando que lo ocurrido fue necesario para visibilizar los problemas del país y que ellos se mantienen hoy, opinión con la cual dejan tácita que otra salida masiva a las calles parece probable.
Giro en percepciones
Y es que hasta la percepción sobre violaciones sistemáticas a los derechos humanos se moderó. De un 49 % que se mostró muy o bastante de acuerdo con que se habían cometido, hoy lo está un 31 %. Incluso, la evaluación del expresidente Sebastián Piñera, quien falleció este año y se encontraba en el poder para el momento del estallido también giró.
Después de su muerte el pasado 6 de febrero en un accidente aéreo, ya no se asocia a la crisis ni lo culpan de sus efectos. “Piñera se ve neutralizado, su papel en el estallido lo matiza su legado de dos gobiernos”, explicó Izikson.
Quizá ello explica que en este momento, el 77% valore de forma negativa al Partido Comunista y 67 % al Partido Socialista, al presidente actual, Gabriel Boric con 69 % y Piñera con 46 %. De nada le sirvió a Boric financiar una película que reivindica las fatídicas jornadas de protestas con una producción basada en videos y memes virales. Aunque el mandatario entregó 55 millones de pesos para producir la película “El que baila pasa” basada en el estallido, monto equivalente a 58000 dólares, la cinta terminó en un contenido trivial.
A Boric lo espera una “semana de agitación”. Los jóvenes de los liceos emblemáticos de Santiago, como el Instituto Nacional, el Internado Nacional Barros Arana (INBA) y el Liceo José Victorino Lastarria, preparan una jornada para seguir “guerreando contra el Estado y sus carceleros”. La respuesta del mandatario que en otrora defendió las revueltas será crucial.