Todo lo exquisito en Cuba está reservado para el disfrute de los aliados y miembros del régimen comunista. Por ejemplo, el chocolate es uno de estos placeres al que sólo sus paladares tienen acceso, gracias al negocio que la dictadura respalda en la isla. Este sistema no solo se encarga de la producción, sino también de la comercialización de una amplia variedad de productos, que incluyen bombones y barras de cacao en formatos de lujo.
La Chocolatera es la empresa que opera en Cuba con el respaldo del castrismo para ofrecer, dependiendo del sabor y la forma, bombones rellenos de crema o de licor en cajas especiales de 35 piezas, cuyo precio alcanza los 8000 pesos; otras presentaciones que incluyen 50 piezas, ya rozan el valor de 9000 pesos. El pago y el gusto es para pocos, considerando que el salario mínimo no supera los 2100 pesos en el país.
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El negocio de los chocolates para clientes comunistas es amplio. Según 14yMedio, además, el menú incluye dulces como cheesecakes, brownies, señoritas, rosquitas, capitolios, conservas dulces o también saladas y cavas catalanes Mistinguett.
Dictadura que impulsa
Los nexos de la Chocolatera con la dictadura que lidera Miguel Díaz-Canel no son un secreto. La firma a cargo de Carlos Luis Menéndez Jorge, hijo de María Cristina Jorge, directora de la Escuela Latinoamericana de Chocolatería en Cuba, cuenta con los medios de comunicación del régimen para difundir su cartera de productos en una nación donde sólo tres de cada diez habitantes pueden cumplir con las raciones de desayuno, almuerzo y cena. Los demás sobreviven con el estómago vacío, desconociendo la existencia de los tres locales que distribuyen al apetecible “rey de reyes”.
La Radio Rebelde y demás plataformas impresas y digitales oficialistas esquivan la crítica realidad presentando a la compañía, que partió en 2019 como “tienda líder en productos derivados del chocolate”. El mensaje publicitario no puede ser otro cuando Palco, uno de los conglomerados estatales más poderosos del régimen dedicado a los “servicios integrales” del Ejecutivo en comercios, congresos, exposiciones y ferias, figura entre los socios de la empresa.
“Esto es un sueño en el que no estamos involucrados solos, esta vez volvemos a unir fuerzas e ideas con el Grupo Empresarial Palco con la intención de hacerles llegar a ustedes y a nuestros visitantes nuestra línea de bombones finos artesanales cubanos”, reconoció Menéndez en la cuenta de Facebook de La Chocolatera.
Los antecedentes de su madre, María Cristina Jorge, como alta funcionaria del Estado en la Planta de Cereales y Molinería del Instituto de Investigaciones para la Industria Alimenticia catapultó el negocio sin obstáculos.
Negocio en expansión
La sede principal de La Chocolatera, se ubica en el Club Habana, una exclusiva instalación, fundada en los años 20 con el nombre de Havana Country Club, con cafetería, campo de golf, canchas de tenis, piscinas y hasta caballerizas para las pistas de hípica donde hoy residen y se recrean altos funcionarios, diplomáticos y empresarios extranjeros.
El local de los chocolates se distingue por limpio, iluminado, surtido y perfectamente climatizado. El olor recio a vainilla cautiva los sentidos al pasar la puerta.
“Por cercanía y por capacidad económica, los propios vecinos son la clientela natural, la empresa ofrece ventas online y envíos a domicilio a través de su página”, indica 14yMedio. Sin embargo, hasta arribar a la sucursal es imposible cuando el costo de un taxi desde el Centro Habana ronda los 5.000 debido a la falta de combustible.
Aunque la isla enfrenta un desabastecimiento de azúcar, La Chocolatera está en expansión. Además del proceso de reclutamiento de cajeros y dependientes, inaugurará una sede en Varadero y otro en el municipio habanero de Playa, como parte del hotel de lujo Gran Muthu Habana, ambos enclaves de un turismo en depresión.