El régimen cubano liderado por Miguel Díaz-Canel no tolera la protesta y ni siquiera la crítica. El solo hecho de cuestionarlo o expresar descontento o frustración termina en la pérdida de la libertad. La sentencia a ocho años de cárcel impuesta a la activista cubana Diasniurka Salcedo por reprochar el indignante manejo tras la devastación que causó el huracán Ian es el más reciente caso de la arbitrariedad judicial bajo la dictadura que lleva más de seis décadas en la isla.
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Un tribunal ya le impuso la pena por cuestionar las falsas promesas de Díaz-Canel a las familias de Pinar del Río que perdieron sus viviendas como consecuencia del fenómeno tropical. A Salcedo le resultó “muy indignante” que posara para fotografías cuando no había electricidad, agua ni un lugar seguro donde dormir.
“Usted tiene la cara dura de decir al pueblo de Cuba que nosotros tenemos que ayudarnos unos a otros. ¿Dónde carajo están los recursos que usted se pasa mendigando al mundo? ¿Por qué el pueblo tiene que esperar a que vengan más donaciones si usted tiene, y se las ha robado todas?”.
Las respuestas a las interrogantes nunca llegaron, pero sí la sentencia por los supuestos delitos de “ultraje a los símbolos patrios” e “instigación a delinquir”, según reseña Cubanet. Salcedo puede apelar en un plazo de diez días. Lo hará, pero sin expectativas. Sabe que enfrenta a autoridades judiciales que no garantizan el debido proceso. “No tengo ninguna esperanza de obtener un resultado favorable. Solo ganaré en tiempo, para poder estar más con mis hijos”, admite.
Sin miedo
Diasniurka Salcedo pagará el precio de levantar la voz en dictadura, pero destaca que no podía guardar silencio ante “la falta de respeto” con las víctimas cuando “los carneros –persona sin voluntad ni iniciativa propia– van a recibir a este hombre, cínico, a abrazarlo como si todo estuviera bien cuando todo está mal”.
En su historial tiene dos arrestos. Uno en junio por agentes de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), quienes después de varias horas impusieron una medida cautelar para dejarla en libertad; y otro en septiembre de 2020.
“Todo está bien dentro del mal rato. Lo importante [es que] estamos vivos y Dios conmigo y mi familia. Nada es más importante que la familia. Gracias a los que se preocuparon y ocuparon”, escribió en sus redes sociales en aquel momento.
Ahora, desconoce a Miguel Díaz-Canel. Le da “pena y vergüenza”. Afirma que “no es ni presidente en su casa, es un puesto a dedo”. Está clara sobre su destino: “Podrán encarcelar mi cuerpo, pero nunca cambiar mi convicción. Es por siempre”, manifestó la activista.