El plan del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, con las deportaciones de los venezolanos que ingresen ilegalmente por la frontera sur con México, es reducir la afluencia por este paso de quienes huyen del régimen de Nicolás Maduro. Con la decisión, el mandatario estadounidense usa la política migratoria como ficha de ajedrez en el tablero geopolítico con los regímenes opresores. Así estimula un acercamiento, mediante las “letras pequeñas”. Una táctica semejante a la serie de medidas que tomó su antiguo par, Barack Obama, en su momento con el castrismo, cuyo último guiño vino con la derogación de la ley “pies secos, pies mojados”. Ahora el demócrata, en cierta forma, ensalza a Miraflores con el control migratorio.
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Obama maniobró con la disposición que permitía a los cubanos que lograran pisar suelo estadounidense (‘pies secos’) solicitar la residencia permanente al año y un día desde su arribo, pero aquellos que resultaran interceptados en el mar por la Guardia Costera (‘pies mojados’), serían deportados a su país de origen. Le funcionó. Por un lado, los intentos de migración marítima desde Cuba disminuyeron de casi 5400 en 2016 a poco menos de 50 hasta finales de 2020 y por otro, cultivaba el acercamiento con Raúl Castro.
Una copia en crisis
Biden intenta caminar por la misma senda de Obama, considerando que en esta Administración ocupó el cargo de vicepresidente de Estados Unidos, así que el enfoque le es familiar. Ahora pretende establecer control de la migración de los migrantes venezolanos, que sólo en agosto acumuló 25349 casos. Esta cifra representa un 43 % más, en comparación con las 17652 de julio, así como las 6301 intercepciones del mismo periodo el año pasado.
La pregunta inequívoca que sale a colación es: ¿Por qué ahora? Si la crisis migratoria de venezolanos reporta la detención de 150.000 por la policía fronteriza entre octubre de 2021 y agosto de este año. Casi el triple, en comparación con los 50499 del mismo tramo de 2021. Las estadísticas hablan desde hace meses, pero el mandatario demócrata demoró un año en establecer un control a los migrantes venezolanos.
Existen explicaciones evidentes. Biden maniobra con Maduro primero a toda escala: liberó a Efraín Antonio Campo Flores y Franqui Francisco Flores de Freitas, sobrinos de Cilia Flores, condenados a 18 años de cárcel en Nueva York por narcotráfico; levantó restricciones a Monómeros, el activo de la estatal Petróleos de Venezuela con operaciones en Colombia; otorgó dos licencias a Siemens Energy AG, para suscribir contratos con el chavismo a través de terceros; autorizó los envíos de crudo a la italiana Eni y la española Repsol, así como dejó a Carlos Erik Malpica-Flores, sobrino de Cilia Flores, fuera de la lista de sancionados.
Hay un acercamiento similar al de Obama con Castro. Sin embargo, quizá la diplomacia tibia de Biden fracase. Esto se debe a que “mientras Maduro siga donde está, seguirá la migración”, de acuerdo con los pronósticos de Héctor Schamis, profesor de la Universidad Georgetown.
Una realidad
La prueba de la visión de Schamis es Cuba. La derogación de la medida “pies secos, pies mojados”, que intentó ocultar las ansías de escape de los cubanos del régimen castrista, sólo alimentó por años el deseo de partir. Los datos lo confirman: más de 46000 cubanos llegaron por tierra a Estados Unidos desde octubre de 2021 hasta finales de febrero de 2022, una cifra superior a los 35000 de la “crisis de los balseros” de 1994, según un informe del Miami Herald.
La cifra de los cinco meses de este año supera la de todo el año 2021, que ya había sido récord (39.303), según datos de la agencia de Protección de Aduanas y Frontera (CBP, en inglés). La represión, el hambre y las protestas impulsan las salidas hasta por mar. La Guardia Costera interceptó en los primeros cinco meses del año fiscal 2022 a 1067 cubanos, mientras que en el mismo periodo del año fiscal anterior fueron 838.
Por la revancha
En este momento hay 8000 migrantes -la mayoría venezolanos- varados en las playas de Urabá, en el municipio Necoclí de Antioquia ante la escasez de lanchas para trasladarlos hasta el departamento de Chocó, que conecta con la selva del Darién.
En la localidad sólo operan 43 lanchas con 70 cupos cada una. Son nada cuando reciben entre 2000 y 2500 migrantes, según la Personería de esa municipalidad. Las autoridades locales señalaron que hay niños sin comida ni ropa. Es una “crisis humanitaria en el malecón”.
Ninguno está dispuesto a abortar su bitácora por el anuncio de Biden enfocado en el control de los migrantes venezolanos. Los boletos de lancha para el fin de semana ya se agotaron, dijo a la emisora colombiana RCN, el personero de esa municipalidad, Wilfredo Menco Zapata. Intentarán llegar. Agotarán sus recursos por pocos que sean.
El anuncio de aplicar el Título 42 para devolverlos a México no los detiene. Al contrario, los impulsa a moverse más rápido. Regresar a Venezuela es rendirse. Además, “es una realidad trágica quedarse en una Venezuela en la pobreza, con falta de servicios y la falta de salud” destaca Schamis, quien destaca que “esa es la racionalidad de salir rumbo a lo desconocido porque lo conocido ya se sabe cómo es”.
México ya recibió un récord de más de 58000 solicitudes de refugio en la primera mitad de 2022, un incremento anual de casi 15 %, según la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar). El compromiso del presidente de la nación azteca, Andrés Manuel López Obrador, es recibir a migrantes venezolanos expulsados de Estados Unidos mediante el Título 42 de manera temporal.