El presidente de Chile, Gabriel Boric, no está dispuesto a nadar para morir en la orilla, cuando se trata de impulsar el proyecto constitucional que el próximo 4 de septiembre enfrentará un plebiscito de salida. Frente al creciente rechazo a la propuesta, el mandatario nutre y propaga la idea de otra constituyente. El dirigente izquierdista necesita una victoria, aún más cuando este tema es una de las “patas” ideológicas de su gobierno.
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De esa forma, el mandatario pretende “flotar“, a pesar de que hundirse sin remedio o morirse antes de llegar a la orilla parece inevitable. Su plan para revertir el fracaso de la nueva Carta Magna en las urnas es activar otro proceso que la redacte “desde cero”.
La decisión de Boric que pasa por “salvar” a la constituyente con otra constituyente desata demonios en un país donde el 60 % de la población cuestiona el desempeño de los convencionales, quienes durante un año debatieron las polémicas ideas que quedaron en el borrador final. Sin embargo, el presidente lanza su oferta.
La estrategia es clara: incidir sobre el 78 % que votó a favor de una Constitución y el 79 % que votó para que el trabajo no lo hiciera el Congreso ni un puñado de expertos. La tendencia favorece el plan de Boric, quien insiste en la necesidad de elegir a nueva convención porque “el camino que decidió tomar Chile cuando votó es que una nueva Constitución que sea redactada por un órgano 100 % electo para ese fin”.
Sin embargo, las arcas públicas sufrirán si el plan de Boric de elegir otra constituyente escala, considerando que el funcionamiento de la Convención Constitucional durante un año costó 22000 millones de pesos, una cifra que ronda los 20 millones de dólares.
Las espinas del proceso
Estimar otro desembolso de recursos, cuando la economía de Chile tiene pronósticos sombríos, es solo una de las espinas que trae consigo el plan de rescate de la constituyente de Boric.
También hay que agregar que otra convención implicaría definir unas reglas que impidan replicar las distorsiones que se vieron en la actual, tras establecer escaños reservados y facilidades extraordinarias para pseudoindependientes que resultaron populistas, algunos disfrazados del pokemón Pikachu, otros de dinosaurios, así como falsos pacientes de cáncer.
Esa falta de seriedad, así como de formalismos técnicos y conceptuales que signaron las jornadas de la Convención Constitucional chilena presidida y dominada por la izquierda exige un acuerdo político. De lo contrario, la fatiga social será inevitable.
Boric —si es buen jugador— debe saber que los borradores pierden simpatía cuando son deficientes. También, es de imaginarse que las convenciones con unos escaños que se alcanzan con amplia diferencia de votos tampoco son democráticas.
¿Cómo generar un órgano que sea capaz de redactar un borrador aceptable y con suficiente legitimidad? La respuesta no es tan fácil. Se torna complicada, cuando el artículo 142 de la actual Constitución establece que si la cuestión planteada a la ciudadanía en el plebiscito de salida es rechazada continuará vigente la Constitución que se pretendía reemplazar.
Aceptando a medias
En el gabinete de Boric ya se multiplican las voces a favor de su propuesta. Giorgio Jackson, su ministro de la Secretaría de la Presidencia, es uno. “Vamos a tener que trabajar desde el 5 de septiembre en cómo hacemos viable la mayor cantidad de nuestro programa de gobierno”. Su declaración tiene en el fondo una admisión tácita de que la opción de “Rechazo” arrolla a la del “Apruebo”.
Los hechos llevaron a este panorama asegura, en entrevista con PanAm Post, el periodista chileno y exdirector adjunto del diario español El Mundo, John Müller. Al respecto, también señala que “el proceso de sustitución de la Constitución de 1980 no se asumió como una carrera de largo aliento, sino como una explosiva prueba de salto largo”.
¿Es posible que sea diferente la dinámica en otra Convención Constitucional? “Como la historia no está escrita es posible que, si gana el Rechazo, el proceso adquiera la longitud y profundidad con que debió ser concebido” responde Müller. En medio de ello, “Boric intentará salvar su gobierno”.
Un freno
La aspiración de eternizar el funcionamiento de una Convención Constitucional tiene obstáculos. Boric necesitaría el respaldo del Congreso para convocar una Constituyente nuevamente y antes de ello se requeriría una reforma.
Sin embargo, en entrevista con Panam Post, el docente y analista Pedro David Hernández aseveró que “Boric quiere cambiar de forma deliberada las reglas del juego mandando un mensaje donde él manifiesta que unilateralmente tiene que seguir esta convención y con ello lo que está haciendo esta extrema izquierda antidemocrática es eternizarnos en una constituyente hasta que se logre lo que ellos quieren cuando la gente presenció el show, el circo que fue la convención”.
Asimismo, el experto advierte que “hay una animadversión hacia lo que se hizo y más hacia el resultado final donde el 40 % del contenido si bien preceptos constitucionales razonables para el país relacionados a los principios anticorrupción que incorpora y donde nuestro país ha sido golpeado estos últimos 20 años también tiene un 60 % de preceptos que son absolutamente inviable”.
Además, otros sectores también tienen su “plan que no es para rechazo, sino para darle certezas a Chile”: rebajar el quórum de 2/3, cuya cantidad se traduce en 103 diputados, a 4/7, que serían en total 89 diputados, para lograr un texto definitivo. De esta forma, lo divulga en su Twitter el senador Matías Walker. Así, el rollo sigue acumulando estopa.
Tenemos un plan Presidente @gabrielboric: que no es un plan para el rechazo, sino para darle certezas a Chile. Por eso proyecto que rebaja quórum a 4/7 lo hemos presentado también con senadores que están con el apruebo. Para en definitiva tener una nueva y buena constitución. 🇨🇱 pic.twitter.com/Ly9VJT9NGV
— Matías Walker Prieto (@matiaswalkerp) July 18, 2022