El bombardeo de Rusia a Ucrania arrastrará los indicadores económicos de Moscú a las tasas de hace dos décadas. Es inevitable. La salida del país de 50 marcas internacionales a finales de marzo provocará la pérdida de un millón de empleos y la desocupación pasará de 6 % a 12 %, su cifra tope después de la caída de la Unión Soviética, proyecta RS Research.
Ni siquiera la amenaza de Vladímir Putin de tomar el control de las sucursales contiene la estampida. Solo la lista de las diez marcas comunes del consumo ruso que pertenecen a occidente dejarán un vacío de 125.400 puestos de trabajo. En el caso de Mc Donald’s serán 62000 empleos entre sus 847 locales, mientras que PepsiCo, que aún sin tener planta procesadora o puntos físicos, dejará un impacto en nómina mayor a 20000 dependientes, casi en línea con Ikea, que maneja 15000 trabajadores.
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Tasa de mentiras
El año pasado la tasa de desempleo en Rusia osciló entre 5 % y 6 %. Con esos números, el país figuró como uno de los menos perjudicados por la pandemia, al no alcanzar el 7 % de 2020. Si bien sus dígitos de desempleo suenan como un buen dato, según los estándares internacionales al compararlos con la tasa media de desempleo de la Eurozona que se ubica en 7,9 %, la baja tasa rusa no es necesariamente una señal de una economía próspera.
Las empresas tienen problemas para dejar ir a sus trabajadores. La legislación de protección laboral no permite que los empleadores despidan a alguien sin motivo, pero pueden recortar los salarios. Y así lo hacen cuando lo necesitan.
El informe sobre el mercado laboral ruso del Centro de Investigación Estratégica, que analizó el desarrollo y las fluctuaciones del mercado laboral ruso entre 1991 y 2015, lo confirma.
“En tiempos difíciles, la tasa de empleo apenas disminuye y apenas aumenta en tiempos de bonanza. Incluso en los peores momentos de profunda recesión económica, la tasa de desempleo no mostró signos catastróficos”, dice el resumen del informe.
Básicamente esto significa que un empleado tiene pocas posibilidades de ser despedido en tiempos difíciles, pero es probable que su cheque de pago sea recortado drásticamente.
Pero ahora, con una guerra en curso, la mayoría de los rusos preferirá conservar sus empleos, y tienen una razón: es difícil sobrevivir con las prestaciones de desempleo a pesar del aumento en 2019 que las ubica entre 1500 y 8000 rublos (entre 24 y 124 dólares, según el tipo de cambio).
Son más bajas que el salario mínimo, que se sitúa en 11280 rublos (175 dólares). Por lo tanto, los cálculos son sencillos: cuando los tiempos son difíciles, es mejor mantener un trabajo sin futuro, decepcionante y mal pagado. Además, para obtener beneficios de desempleo hay que aceptar uno de los dos trabajos que ofrezca el centro de empleo estatal, sin estimar lo mal pagados que esté.
Sin escapatoria
Jugar con la reputación de la nación para demostrar una posición por la fuerza, además de que perseguirá a Putin por siempre, afectará a este sensible indicador económico en lo inmediato. El presidente ruso no puede evitarlo. Rusia es capitalista desde el colapso de la Unisón Soviética en 1991. Tiene un sistema bancario, reconoce la propiedad privada y se maneja entre los mercados internacionales por su exportación de gas y petróleo.
De hecho, la revista Forbes ubicó a Moscú en el quinto lugar del ranking con más multimillonarios que derivan de la primera ola de empresarios que durante el gobierno de Boris Yeltsin compraron grandes compañías estatales a un bajo precio a cambio de beneficios y una segunda ola impulsada por Putin a través de contratos con el Estado.
Así, empresas privadas de infraestructura, defensa y atención de la salud negocian sus servicios con el gobierno a un precio mayor que el del mercado, a cambio de sobornos a los funcionarios que hacen posible la transacción, asegura una fuente de BBC.
Estas corporaciones estatales controlan 55 % de la economía rusa y las PYMES solo 20,6 %. Aunque el margen es dispar, ahora todos verán sus inversiones en peligro.