La impulsividad de la política exterior del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador está a punto de costarle 76 millones de dólares al país azteca. Su poca diplomacia, pero sobre todo su falta de sensatez para plantear una “pausa” en las relaciones con España, arrasará no solo con negocios sino también con alianzas históricas, como consecuencias de su conducción errática del poder.
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Esas son las cuentas que saca La Moncloa después de que el mandatario propusiera la necesidad de un break, como si se tratara del quiebre de una pareja. La analogía planteada por AMLO se refería el conocido tiempo que se dan los amantes para distanciarse antes de decidir si rompen definitivamente o si hay un reencuentro.
De hecho, sugirió el plazo de la “pausa” y lo delimitó hasta el fin de su administración. Eso significa: ya no quiero nada con el gobierno español, ni con la mayoría de las empresas de ese país. Ya después ustedes verán.
AMLO dice que esto será “conveniente para todos”, porque las empresas españolas “saquean” a México. Marko Cortés, presidente del Partido Acción Nacional, lo desmiente en Twitter. Asegura que España es el segundo inversor que con 6500 empresas operativas que generan 300.000 empleos directos y más de un millón indirectos.
Los números de Cortés los confirma el Instituto de Comercio español (ICEX) que arroja a México como el tercer destino de la inversión española en intermediación financiera, comunicaciones, transporte, turismo y generación y distribución de energía y gas. Solo es precedido por el mercado estadounidense y británico. A AMLO no le importa. “No queremos que roben”, dice.
En @AccionNacional reprobamos las declaraciones de @lopezobrador_ sobre pausar las relaciones con España, que es el 2do país que más invierte en México. En 2021 la cifra fue de 76 mmdd.
Son más de 6,500 empresas que generan 300 mil empleos directos y más de 1 millón indirectos.
— Marko Cortés (@MarkoCortes) February 9, 2022
Pocas expectativas para un futuro reencuentro
El canciller español, José Manuel Albares, intenta bajar el perfil a las declaraciones de López Obrador. Las reduce a un “contexto informal y no suponen una posición oficial” pero admite que le “sorprenden”, porque hace una semana coincidió en Honduras con su par mexicano, Marcelo Ebrard y este “saludó las relaciones con España”.
Además cree que son opiniones “súbitas o de palabras puntuales”, al destacar que “el gobierno de España no ha hecho ninguna acción que pueda justificar una declaración de este tipo”.
Tampoco era necesario que algo ocurriera. La política exterior de AMLO es está regida por la llamada Doctrina Estrada, una serie de principios consagrados en la constitución mexicana y que surgió en los años 30 del siglo pasado, cuando el mundo estaba en una depresión económica y se encaminaba a la Segunda Guerra Mundial.
Según informa el diario Expansión, bajo esta doctrina los valores tradicionales de la diplomacia mexicana son siete: la autodeterminación de los pueblos, la no intervención, la solución pacífica de los conflictos, eliminar el uso de la fuerza, la igualdad entre los Estados, la cooperación para el desarrollo y respeto a los derechos humanos.
Estos principios de la Doctrina Estrada, presente en el artículo 89, fracción X de la Constitución, también señala que el presidente es el encargado de dirigir la política exterior.
“No digo que la totalidad de la doctrina Estrada sea obsoleta, pero claramente ya no es aplicable”, afirmó al medio la profesora Fernanda Vidal Correa, quien funge como investigadora de la Universidad Panamericana.
Entonces, con la idea de la autodeterminación de los pueblos arraigada, López Obrador aplica una visión que hoy se muestra como excluyente e incompatible con los discursos que rigen la política exterior actual. Por eso, hasta los dichos de Ebrard quedan sin peso.
Sin interés por lo de afuera
Lo anterior explica que a diferencia de sus antecesores, AMLO limite sus viajes al extranjero al mínimo y solo haya recibido unos pocos presidentes y líderes en visitas de Estado.
Desde que llegó a la Presidencia, en diciembre de 2017, reporta sólo tres salidas al extranjero, todas a Estados Unidos. La primera fue su visita al entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en Washington en 8 de julio de 2020.
El segundo y el tercer viaje en el extranjero los hizo en noviembre de 2021. Uno fue a Nueva York, para participar en un debate en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, del cual México es miembro de enero del 2021 a enero del 2023 y que presidió México durante noviembre de 2019.
La otra fue para participar en la cumbre de Líderes de América del Norte, donde se reunió con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau.
La lista de los presidentes a los que López Obrador ha recibido no es mucho más amplia. En 2019, tuvo la visita de presidente del gobierno español, Pedro Sánchez. En aquel momento, Sánchez le entregó el acta de nacimiento de su abuelo, que fue uno de los miles de refugiados españoles que llegaron a México durante la Guerra Civil Española. Quizá ni lo recuerda.
Luego atendió al salvadoreño Nayib Bukele, al boliviano Luis Arce; a Alberto Fernández de Argentina y a Alejandro Giammattei de Guatemala. Hasta ahí es su agenda.
Ignorancia y soberbia
“AMLO exhibe una profunda ignorancia de las relaciones internacionales, en las cuales no puede haber ‘pausas’ para luego resolver el futuro de la relación. No solo es ignorancia. También es soberbia”, aseguró Ernesto Quintana, vicepresidente y director general editorial de El Financiero en su columna.
A su juicio, “una persona sensata que hace un anuncio tan importante, usualmente lo consulta con sus colaboradores. Los funcionarios de la Cancillería se enteraron de lo que anunciaba el presidente mientras sostenían una reunión de trabajo con el enviado especial para el Clima de la Casa Blanca, John Kerry”.
Se trató de “un arranque del presidente derivado de alguna información que conoció o de las conversaciones que ha tenido con sus más cercanos”, afirmó Quintana pero detrás está la hostilidad de López Obrador por la falta de receptividad a su solicitud formal elevada al rey Felipe VI de España y al papa Francisco, para que pidieran perdón a los pueblos originarios de México por los abusos cometidos durante la Conquista del país, hace 500 años. No lo oculta, al contrario lo reitera.
Sin respuesta ante aquello promueve una incertidumbre en una relación intensa, compleja y de mutuo provecho entre ambos países. En todo caso, lo que va a existir es un enfriamiento de las relaciones ante un gobierno que se percibe contrario.
El presidente @lopezobrador_ explicó que, en los últimos años, algunas empresas españolas “nos vieron como tierra de conquista. En cada sexenio había una empresa favorita de #España” @Notimex @Notimex_TV #Mañanera #AMLO pic.twitter.com/ObWn0xmlhc
— Manuel Galeazzi (@ManuelGaleazz1R) February 10, 2022
Excusas con costos
En Morena —el partido de AMLO— algunos matizan explicando que ‘lo que quiso decir’ el presidente es que no se va a tolerar el saqueo de empresas españolas.
Para otros, intenta manipular la agenda pública para que ya no se hable de su hijo José Ramón por habitar en una millonaria casa dentro de la zona exclusiva de Cypress, en Texas, propiedad de Baker Hughes, la empresa estadounidense de tecnología energética que habría recibido194 millones de dólares por asignaciones de Petróleos Mexicanos (Pemex).
Es probable. Nadie sabe. El problema es que está poniendo en riesgo una densa relación construida por muchos años debido a un enojo. Y lo más preocupante para el país es que parece excluir a su círculo más cercano para entender la realidad. El costo es alto.