Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) iniciaron 2022 con un par de combates con más de 30 muertos que evidencian su expansión más allá de la convulsa frontera colombo-venezolana. Más de 900 kilómetros por el río Orinoco adentro separan los sangrientos enfrentamientos ocurridos el fin de semana en las localidades fronterizas de Tame, Fortul, Saravena y Arauquita (departamento de Arauca, Colombia) y en Barracas del Orinoco (estado Monagas, Venezuela).
Por un lado, las “disidencias” de las FARC y la guerrilla del ELN sembraron el terror en la frontera, del lado colombiano, dejando al menos 23 muertos. Por el otro, se maneja una cifra de unos nueve fallecidos como resultado de un tiroteo entre guerrilleros del ELN y el Sindicato de Barrancas, una banda criminal local. Pese a la distancia geográfica, el motivo en ambos casos es el mismo: la disputa territorial para dominar las rutas del narcotráfico.
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Los movimientos guerrilleros tienen una explicación: “Hay una expansión y fortalecimiento de las FARC y el ELN en suelo venezolano, detonado por el apoyo político desde el palacio de Miraflores a estas dos organizaciones, que considera parte de su retaguardia estratégica, y por la cantidad de dinero que reciben del narcotráfico y la minería ilegal”, aseguró a PanAm Post el presidente de la Asociación Colombiana de Oficiales de las Fuerzas Militares en retiro (Acore), John Marulanda.
A su juicio, con ese respaldo “ambos grupos armados amplían su base de pie de fuerza y adquieren nuevo armamento para su expansión no solo hacia Venezuela sino también en Colombia, especialmente en las fronteras con Brasil, Perú, Ecuador y Panamá”.
Una timidez con consecuencias
Los dos grupos guerrilleros están ganando terreno por “la timidez del gobierno colombiano actual en no actuar con fuerza en la fumigación aérea contra los cultivos ilícitos, propiciando que haya 260.000 hectáreas cuadradas de sembradíos”.
Atribuir el incremento de cultivos y el recrudecimiento de la violencia en la frontera a la firma del Acuerdo de Paz con las FARC en 2016 es para Marulanda una “respuesta parcial, cierta, porque la otra mitad recae sobre el Gobierno que no ha cumplido con el deber y la promesa que hizo de acabar y erradicar con fumigación los cultivos ilícitos”.
Pero aquí cabe recordar que en 2015, la Corte Constitucional suspendió las aspersiones aéreas alegando que podrían ser cancerígenas y perjudiciales para el medioambiente, imponiendo luego seis requisitos que desde abril del año pasado el Ejecutivo se comprometió a cumplir para poder retomar esta técnica de erradicación.
Adicionalmente, el presidente colombiano, Iván Duque, ordenó el envío de dos batallones del Ejército al departamento de Arauca para reforzar el control territorial con inteligencia, contrainteligencia y drones que anticiparán los movimientos de los grupos armados con la intención de detener el número de desplazados que, según la Red Frontera, asciende a más de 2000.
#Frontera Denuncian desplazamiento de más de 2 mil personas en Arauquitahttps://t.co/5G3Sn9Nl6k pic.twitter.com/8bzEebcgVP
— ReDHFrontera (@ReDHFrontera) January 4, 2022
Los hombres desplegados en la zona por Duque podrán servir para contener el problema de un lado de la frontera. En el otro, “el ELN es un grupo muy fuerte con gran poder armado que está ocupando cada vez más espacio en el territorio venezolano”, sostiene un artículo de El Nuevo Herald. Allá este movimiento guerrillero ya es visto como “la máxima autoridad en las zonas rurales en las que opera, donde ha desplazado a las fuerzas de seguridad institucionales, como la policía, la Guardia Nacional y el Ejercito”.
Rivalidad histórica
Ese avance geopolítico de las FARC y el ELN empujó a Colombia a reportar la mayor tasa de homicidios desde 2014, al subir de 12060 a 12787 el año pasado. Unos números que el exdirector del Cuerpo Técnico de Investigación de la Fiscalía de Colombia, Julián Quintana, atribuye al hecho de que “el Acuerdo de Paz estuvo mal diseñado” porque “jubilaron a los guerrilleros viejos, pero las estructuras crimínales continuaron y como siempre disputándose el negocio de la coca a sangre y fuego”.
Los 22 asesinatos en Arauca en enfrentamientos entre ELN y disidencias FARC demuestran que el acuerdo de paz estuvo mal diseñado.
Jubilaron a los guerrilleros viejos, pero las estructuras crimínales continuaron y como siempre disputándose el negocio de la coca a sangre y fuego.
— Julián Quintana (@julianquintanat) January 3, 2022
Estas guerrillas son rivales eternos. Su discordia que reportó 500 civiles muertos, 600 subversivos caídos y 50000 desplazados entre 2004 y 2010, según BBC, se mantiene a pesar de que este conteo de bajas y víctimas quedó congelado hace una década cuando acordaron un cese del conflicto en Arauca con la repartición del control de espacios y rentas ilegales.
Pero todo cambió desde 2016, cuando con el proceso de paz, las FARC anunció su desmovilización nacional. El aparente abismo en la selva impulsó las disputas entre paramilitares, narcotraficantes y nuevos frentes de insurgentes como la Segunda Marquetalia –integrada por “disidentes” de las FARC– por los negocios ilícitos. Todavía no hay señales de tregua. Las bajas de los principales líderes de este grupo, alías el Paisa, Romaña y Jesús Santrich, ocurridas el año pasado, son muestra de ello.