La escasez de alimentos en Venezuela parece un asunto del pasado. Hoy, los bodegones son la cara de la creciente dolarización y uso de divisas mixtas que ocultan la nueva dinámica económica del régimen de Nicolás Maduro que apuesta por la importación de bienes terminados. El objetivo de esta maniobra radica en cumplir con una falsa narrativa de “anaqueles llenos” que impulsa el chavismo.
Contrario a todo lo que vociferaron las hordas rojas durante años, hoy en día el chavismo muta y desplaza a otros grupos de poder que son más pro mercado, mientras siguen haciendo uso de su peso político. Son alianzas lejos de los reflectores y de los medios que evidencian su traspaso a un régimen que toma medidas asistenciales y clientelares con medidas económicas favorables al capital.
Ahora, estos establecimientos están en todos lados. Se estima que en el país hay 600 de ellos distribuidos entre el Distrito Capital y los estados Aragua, Miranda, Mérida, Barinas y Zulia. Las estructuras de estos locales rondan en promedio los 30 metros cuadrados.
En el caso del municipio Libertador del Distrito Capital y en Miranda, los bodegones abrieron sus puertas en los sectores de alto poder adquisitivo: Las Mercedes, Bello Monte, Altamira, el Cafetal y Alto Prado. La proliferación de estos comercios ocurre mientras la población padece el impacto de la hiperinflación y el deterioro de los servicios públicos como agua, luz y salud.
Todos tienen patentes comerciales relacionadas con ventas de alimentos y son el rosto de las importaciones “puerta a puerta” sin nacionalización que ingresan sin pagos arancelarios, controles sanitarios y de calidad. El objetivo de estas prácticas es propiciar una sigilosa comercialización de mercancías con “pronto vencimiento” que incluso, entran al país con fecha de caducidad borradas. De este modo, se genera “un proteccionismo a la inversa, que brinda facilidades a una importación de mercancías terminadas que los industriales locales no gozan”.
Así lo recogen en su estudio sobre la crisis económica de Venezuela, Antulio Rosales, profesor adjunto de ciencias políticas de la Universidad de New Brunswick, Benedicte Bull, catedrática de ciencias políticas en la Universidad de Oslo y Manuel Sutherland, economista y director del Centro de Investigación y Formación Obrera (CIFO). Para la trilogía de investigadores “las mercancías importadas entran a rivalizar, y en muchos casos desplazar, a una famélica industria nacional que sí debe pagar una serie de tributos”.
Por desconfianza
La irrupción de estos bodegones tiene sus porqués. Son una respuesta a la crisis económica, así como la falta de confianza en la moneda nacional y la economía general, donde el mayor perdedor es el bolívar. Y es que las transacciones en estos negocios ocurren en medio de la circulación anárquica del dólar.
Con el escenario cambiario tergiversado, estas millonarias inversiones “no le están generando impuestos al Estado, y la propiedad sobre las mismas es incierta porque las notarías no pueden autenticar contratos en dólares y los bancos no pueden dar créditos”, divulgó BBC.
Ni siquiera es claro de dónde vienen los billetes que se intercambian en estas sucursales del consumo. Ante la enemistad de Caracas y Washington es imposible que la masa monetaria sea enviada por la Reserva Federal de Estados Unidos. Quizá los billetes vengan de las remesas o la venta del petróleo. Poco o nada se sabe, pero están.
La agencia cita a Modo, un recinto con un patio de comidas, pero de lujo. El local cuenta con cuatro pistas de bowling, cinco barras, tres restaurantes, una heladería, una guardería para niños, un horno de leña con tecnología de punta y una tienda de diseño en la que se venden obras de arte por hasta 3000 dólares como un símbolo de este modelo. Sin embargo, su gerente de proyecto, Santiago Riera, vocifera en Twitter que “ser comunista no es ser de izquierda; es ser un desgraciado”.
Ser comunista no es ser de izquierda; es ser un desgraciado
— Santiago Riera Losada (@riera_santiago) June 4, 2019
Irregularidades puertas adentro
La opulencia de este comercio y el manejo de divisas estadounidenses en ellos también fomenta “ventajas” impropias. Un ejemplo de ello es “la remuneración opaca” a sus trabajadores, porque a pesar de que los negocios reciben más divisas que bolívares, solo un escueto 12 % paga a sus asalariados su sueldo en moneda verde.
Que eso ocurra “parece indicar que el proceso de dolarización plena podría estar más bien concentrado en élites”, apuntó el estudio avalado por la fundación alemana Friedrich Ebert. En el documento se precisa que el 89 % de los trabajadores de los bodegones gana menos de 60 dólares mensuales y que el 65 % (del total general) gana menos de 40 dólares mensuales. Ambos montos no cubren ni la cuarta parte de la canasta básica, la cual ronda los 800 dólares.
Una estrategia para tapar
Detrás de las fachadas de los bodegones está la “fortuna de los felices años del control cambiario y la sobrevaluación cambiaria, ya que parecen ser capitalistas ajenos al comercio minorista, y más cercanos a ser de los amplios beneficiarios de la importación con un tipo de cambio subvaluados”, sugirió el informe.
La falta de precisión en el dato deriva de que los registros civiles niegan el acceso a la información de las compañías: “Alegan los altos niveles de inseguridad personal para no hacerlo”. Sin embargo, “un punto interesante a resaltar es que en la actualidad no existe (aún) una Asociación Nacional de Bodegoneros”.
Sin una formalización del sector, el chavismo avanza hacia la conformación de Zonas Económicas Especiales (ZEE) para emular al modelo chino. De esta forma, establece áreas conocidas como de “libre explotación de recursos humanos y naturales”.
El mayor ejemplo de éxito, según el chavismo, es la zona de Shenzhen en China. Esta fue originalmente una villa pesquera de 30000 habitantes que fue convertida en ZEE en 1980. Sin embargo, Shenzhen funcionó, en realidad, como una región donde experimentar con políticas comerciales más flexibles, alejadas de la planeación central del régimen chino.
Así, las ZEE solo representan la continuidad del modelo de acumulación de capital señalado como “bodegonero”, que se concentra en élites y se alejan de la demanda de las necesidades básicas. A través de ellas se busca el desarrollo de áreas geográficas costeras para la producción de mercancías manufacturadas con el fin de ser exportadas, sin tener en cuenta las necesidades de consumo de un mercado interno extremadamente deteriorado.