Intimidar y amenazar son los dos caminos que ha tomado el castrismo ante la convocatoria de una marcha para el 15 de noviembre (15N) en Cuba para exigir la liberación de todos los presos políticos, el fin de la violencia, respeto a los derechos y la solución de las diferencias a través de vías democráticas y pacíficas.
Casa por casa, militantes armados del régimen hostigan a las familias con garrotes y tubos para evitar que participen en la Marcha Cívica por el Cambio que impulsa el grupo Archipiélago, plataforma en redes sociales integrada por más de 29000 cubanos.
Las imágenes de las visitas violentas divulgadas en Twitter por el periodista Agustin Antonetti demuestran que ya está en curso la “orden de combate” para “enfrentar cualquier tipo de manifestación que pretenda destruir a la revolución”, como vociferó el dictador Miguel Díaz- Canel.
La dictadura cubana está enviando a sus militantes armados a intimidar a las familias cubanas en los barrios para que no salgan a protestar el 15N. Por favor, necesitamos incrementar la difusión internacional y proteger a los ciudadanos cubanos. pic.twitter.com/Orlu2NXP2b
— Agustin Antonetti (@agusantonetti) October 25, 2021
No quedan dudas de las intenciones del régimen cuando Norges Rodríguez, un youtuber cubano, revela imágenes de un acto de “reafirmación revolucionaria” que muestra “otro nivel de la incitación a la violencia” como posible “preámbulo de un genocidio similar al de Ruanda”. Así lo advierte ante la alarmante campaña de intimidación incluso con armas que han emprendido la tiranía.
1) Esto es otro nivel de la incitación a la violencia y puede ser el preámbulo de un genocidio similar al de Ruanda. Estas imágenes son de ayer en un acto de “reafirmación revolucionaria” en Martí, un municipio de Matanzas. pic.twitter.com/uuVSKvMPeK
— Norges Rodríguez (@norges14) October 25, 2021
De la retórica antimperialista al discurso belicista
Protestar representa para el castrismo una “provocación” con “fines desestabilizadores”. Por ello, la Fiscalía citó a los organizadores de la marcha para notificarles que incurrirán en delitos como desobediencia, manifestación ilícita e instigación a delinquir si mantienen la convocatoria. Incluso, el Ministerio Público de la dictadura les advirtió que serían juzgados con severidad.
Para el régimen de Díaz-Canel «no es lícito el llamado a la marcha» porque es «un aviso de protesta en el que sus promotores tienen la intención manifiesta de promover un cambio de sistema político en el país” y eso es para la dictadura “una estrategia de golpe suave”.
El libreto es el mismo de todos los regímenes totalitarios de izquierda y el que ha mantenido el castrismo durante seis décadas. Repetir hasta el cansancio que la protesta es una invitación basada en “calumnias y mentiras” financiada por Estados Unidos para restaurar el capitalismo. Pero su discurso es una muestra más de que retomó la retórica belicista al afirmar que la protesta “no es un acto de civismo sino un acto de subordinación a la hegemonía yanqui”. Frente a ello, el régimen se declara “preparado y dispuesto a todo para defender la decisión invariable de Patria o Muerte, Socialismo o Muerte”.
Por una verdadera revolución
Yunior García, líder del movimiento Archipiélago y principal promotor de la marcha, ha optado por ignorar a Díaz–Canel. Sus palabras no merman sus deseos de expresión porque tiene claro que el régimen “no está dispuesto a entablar ningún tipo de diálogo civilizado ni de abrir espacios políticos a los ciudadanos”.
Él, junto a los artistas y activistas nucleados en torno a esa plataforma cívica, rechaza las acusaciones de mercenarismo y prometen que no se detendrán. “No somos ese rosario de adjetivos con los que intentan descalificarnos. No llegamos en paracaídas para sembrar el caos y la hecatombe. Somos el fruto de nuestra realidad, dura y cruda. Somos como cualquiera que hace colas y corre detrás de una guagua y compra café por la izquierda, como cualquiera que comprende lo mala que está la cosa y usa malas palabras singularmente nuestras. Pero hay algo distinto; ya no nos funciona la muela oficialista de continuismos obedientes ni dogmas irrevocables. Nos toca a nosotros hacer que la palabra revolución vuelva a significar cambio, y que la soberanía al fin sea nuestra”.