
El debut del bitcoin en El Salvador como moneda oficial no fue tan “chivo” como Nayib Bukele esperaba. El presidente milenial, que en los últimos meses ha mostrado su faceta más autoritaria, apostó por bautizar su billetera digital con el término empleado en el país para referirse a algo bueno, cool o chévere, pero no logró hacerle honor al nombre. La tecnología y la incertidumbre le jugaron una mala pasada. Contratiempos técnicos, protestas y un creciente riesgo de fomentar el lavado de dinero empañaron el inicio de operaciones de la plataforma que enfrenta problemas de funcionamiento.
Bukele lo admitió. En su cuenta de Twitter compartió una captura de pantalla con el mensaje que ha estado mostrando la aplicación e invitó a sus seguidores a reportar cualquier problema a través de la misma red social. Esto representa un golpe inicial para su proyecto, dado que su despacho compró las primeras 400 criptomonedas por un valor que ronda los 20 millones de dólares.
Si aún les sale esta pantalla, por favor cerrar y volver a abrir el app. pic.twitter.com/XoHJ8IxSAn
— Nayib Bukele (@nayibbukele) September 8, 2021
Bukele promete que las fallas pasarán. Según él, es mejor ir “despacio”. Por eso, la aplicación sólo puede descargarse en algunos modelos de teléfonos celulares. Al respecto, el diario El País revela que “las reglas de funcionamiento no están del todo claras. El presidente dijo que el uso del bitcoin será opcional, pero en el texto de la ley se lee que todo agente económico está obligado a aceptarlo como forma de pago cuando así le sea ofrecido por quien adquiere un bien o servicio”.
Oposición en las calles
Frente a la Asamblea Legislativa de San Salvador el clima era otro. “Basta de corrupción, no al bitcoin”, “No al lavado de dinero corrupto”, “Yo digo no al bitcoin”, “Yo rechazo totalmente el bitcoin”, se leía en las pancartas de quienes se manifestaron en contra.
La Unidad del Mantenimiento del Orden (OMU) de la Policía Nacional Civil (PNC) los repelió junto a los jueces que en conjunto solicitaron la derogación del uso de la criptomoneda como divisa oficial y de las reformas a la Ley de la Carrera Judicial, pidiendo que se restituyan a los magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema, que fueron cesados de sus funciones por la Asamblea dominada por mayoría oficialista.
Así El Salvador del Mundo a la llegada del pueblo que no quiere la narco moneda. pic.twitter.com/Zr61GswA1j
— Samuel Ramirez (@rbsamuel) September 7, 2021
Un circo sin pan
El mandatario geek –amante de la tecnología– concretó su proyecto de convertir a El Salvador en el primer país del mundo en adoptar el bitcoin como moneda oficial, ignorando el resultado de la encuesta del Instituto de Opinión Pública de la Universidad Centroamericana, citada por CNN, que ubica en 67,9 % el rechazo al uso del criptoactivo en el país como divisa de curso legal.
“Bukele está actualizando el pan y circo. Ahora es bitcoin y circo”, afirma en su editorial El espectador, en vista de que “la imposición de la moneda digital –altamente volátil– como oficial en el país se hizo sin mayor discusión y silenciando a sus críticos” para ganar “aplausos internacionales de cientos de criptoinversionistas digitales que ven en El Salvador un paraíso tributario para seguir fomentando sus intereses”.
El frenesí será pasajero. La desconfianza entre la población ante las caídas abismales de las monedas digitales de la noche a la mañana convierte en solo un show esta disposición que está lejos de generar la estabilidad necesaria para construir una economía en torno a ella.
Populismo en las redes
Bukele evade esa realidad. Es su apuesta. Para él, esta implementación atraerá nuevas inversiones por un lado, y por otro, reducirá las comisiones que se pagan por el envío de remesas desde el exterior, que de acuerdo con el Banco Central de Reserva de El Salvador, reportaron transacciones que ascendieron a 5.918.000 dólares el año pasado.
En sus redes sociales comparte memes y responde a sus críticos con mensajes dignos de trolls por cuestionar la aplicación que permite retirar dólares en 200 cajeros automáticos (’puntos Chivo’) y obtener un bono de 30 dólares en bitcoin a quienes la descarguen. A continuación uno de los memes compartidos por el presidente de El Salvador en su cuenta oficial de Twitter:
El Salvador! LFG! pic.twitter.com/GYY8gMmABY
— Tselly (@Don_Tsell) September 7, 2021
Sería entretenido si no escondiera que “desmantela las instituciones democráticas como Chávez, pero a un ritmo mucho más alarmante”, según alertó José Miguel Vivanco, director de Human Rights Watch para América Latina, quien recuerda que “Chávez logró controlar el Tribunal Supremo de Justicia en 2004 (a 5 años de asumir la presidencia)” y “Bukele logró controlar la Corte Suprema en 2021 (a 2 años de asumir la presidencia)”.
Ambición sin límites
Lo cumbre en la comparación que hace Vivanco es que “Chávez logró saltarse los límites a la reelección presidencial en 2009 (a 10 años de asumir la presidencia)” mientras que “Bukele, en 2021 (a 2 años de asumir la presidencia)” hizo lo propio con el apoyo de la Sala de lo Constitucional que revirtió hace una semana una interpretación de la Carta Magna de 2014 que prohibía la reelección presidencial por 10 años tras dejar el cargo. Esto abre la vía para que Bukele compita por la reelección en 2024 sin tener que esperar hasta 2034.
Es curioso. Los tiempos cambian y los rostros en el poder rejuvenecen, pero las tácticas del autoritarismo siguen siendo las mismas. Solo que esta vez, en la nación centroamericana, el mandatario con maniobras que combinan el mercadeo y el populismo pretende convencer de que él, y solo él, puede solucionar los problemas del país. A cambio propicia que los poderes se plieguen a sus deseos, que nadie lo critique y sus enemigos sean silenciados y marginados. Lo logró Hugo Chávez, lo pone en práctica Daniel Ortega y Bukele también lo está consolidando. “Así mueren las democracias”, advierte el editorial de El Espectador
El mañana en tinieblas
“¿Qué sigue? Si nos guiamos por la historia de Venezuela: censura a la prensa, restricciones a la sociedad civil, impunidad total por violaciones de derechos humanos, detenciones de opositores, fraude electoral. La pregunta que deja en el aire es si ¿la comunidad internacional va a esperar a ver si Bukele sigue la tendencia?”, increpa Vivanco.
Sin una respuesta internacional concertada, oportuna y contundente es posible que los salvadoreños corran la misma suerte que millones de nicaragüenses y venezolanos que recurren a la protección internacional ante la inexistencia de un sistema de contrapesos institucionales en sus países de origen. Para el New York Times “pronto puede que sea tarde para impedir un retroceso absoluto hacia el autoritarismo en El Salvador”.