Los talibanes no sólo son hombres que cargan armas en el pecho o sobre la espalda para imponer el extremismo islámico como gobierno en Afganistán sino también llevan entre las piernas deseos carnales que sacian entre ellos en la clandestinidad. La vida intima de los talibanes no sería noticia y blanco de duras críticas si no fuera por la incoherencia de que invocando la extremista ley sharía castigan con la muerte la homosexualidad.
Ellos niegan que se trate de una orientación. Pero lo cierto es que el deseo sexual entre personas del mismo género que llevan a la práctica los aleja de la heterosexualidad que pregonan. Tener hijos y esposas sometidas a su yugo es para los talibanes muestra de su correcto proceder frente a sus insólitas leyes. No es así. Negados, reprimidos o de clóset, los talibanes practican sin tabú la homosexualidad.
Todo esto lo descubrió el escritor y analista internacional de CNN Brasil, Lourival Sant’Anna, en sus tres visitas a Afganistán desde hace dos décadas en las que se sumergió en las entrañas del grupo fundamentalista y entrevistó a varios de sus líderes.
Para los talibanes, la mujer está relegada a engendrar y criar a los hijos, y la afinidad solo existe entre hombres porque la primera generación de talibanes creció separada de las mujeres. Eran huérfanos e hijos de refugiados de la guerra contra la Unión Soviética entre 1979 y 1989 que crecieron en el lado pakistaní de la frontera, en internados religiosos, donde se les acogió, alojó y alimentó lejos de ellas.
Un ambiente secreto
Los talibanes aprendieron a darse “placer entre hombres adultos y chicos adolescentes” en las escuelas por ser estas un ambiente dominado por las relaciones homosexuales entre profesores y alumnos, algo que también es tradicional, especialmente en las regiones más aisladas del sur de Afganistán, asegura Sant’Anna en entrevista con la agencia alemana DW.
Cuando invadieron Afganistán continuaron con esta práctica. Sin embargo, los talibanes no la llaman homosexualidad porque ellos no la ven así. “Como están casados y tienen hijos, en su opinión no son homosexuales” y consideran que están lejos del “pecado” por cumplir con la “obligación religiosa” de tener una familia.
“No hay mucha intimidad entre marido y mujer, no hay afinidad. La afinidad es entre hombres. Y en estos internados religiosos –donde pasaban todo el tiempo– crecían separados de las mujeres y recibían adoctrinamiento wahabí, de Arabia Saudita, que financia algunas de estas escuelas”.
Entre la incoherencia y la barbarie
Mientras en sus filas los talibanes dan rienda suelta a sus deseos sexuales sin restricciones, para el pueblo ser gay es un “delito” estrictamente prohibido por la ley sharía, el cual se castiga con la muerte. Las penas aplicadas son variadas y aberrantes. Entre estas se encuentran la decapitación, ser arrojado por un precipicio, aplastado por una pared, quemado hasta fallecer o una combinación de todas las anteriores. Se trata de una barbarie puesta en práctica para castigar lo que llaman la “corrupción del mal”, según explica en un video el radical islamista Shaikh Hamza Sodagar.
Así aplican su Ley los Talibanes con los homosexuales, ahora vas y defiendes el globalismo.🤔🇪🇦 pic.twitter.com/IGNBZT6rTV
— Motard85 (@Motard8559) August 23, 2021
El código penal de los talibanes establece que si alguien tiene información de un hombre involucrado físicamente con otro hombre tiene que notificarlo a las autoridades, y serán las autoridades las encargadas de ejecutar el castigo, pues un individuo no tiene derecho a aplicarlo por sí mismo, y si lo hace, es considerado un pecado.
El periodista y activista por los derechos del colectivo LGBT, Nemat Sadat, fue el primer afgano en reconocer públicamente su homosexualidad y describe que no fue fácil. “En mi propia experiencia, cuando salí del armario en agosto de 2013, recibí numerosas amenazas de muerte”.
Ahora, exiliado en Estados Unidos, pide ayuda para que algún país facilite la evacuación de 252 afganos gays, que en muchos casos, cuando son refugiados, siguen escondiendo su orientación sexual por miedo a represalias contra su familia.
Una figura relegada
En el mundo talibán, las mujeres solteras o viudas se consideran “ghanimat” o el “botín de guerra” porque ofrecer “esposas” es una estrategia destinada a atraer a los militantes para que se unan a sus filas. Es una “esclavitud sexual, no de un matrimonio, y obligar a las mujeres a la esclavitud sexual bajo la apariencia de un matrimonio es tanto un crimen de guerra como un crimen contra la humanidad”, establece el artículo 27 de la Convención de Ginebra.
Según este documento, “las mujeres deben ser especialmente protegidas contra todo atentado a su honor, en particular contra la violación, la prostitución forzada o cualquier otra forma de atentado a su pudor”.
Sin embargo, para el movimiento extremista son sólo palabras del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en una resolución que reconoce la violencia sexual como una táctica de guerra destinada a humillar, dominar e infundir miedo a los miembros civiles de la comunidad.
De hecho, “no les importa si la persona está viva o muerta, mientras persiguen a mujeres y niñas porque también violan cadáveres”. Bajo su gobierno, la mujer es “propiedad de los hombres”: marido, hijo, padre. Por ejemplo, si la esposa está enferma y los amigos quieren saber cómo sigue sólo aceptan que pregunten “¿cómo está la familia?”. Su respuesta común es: “Oh, está mejor”.
Tienen aversión hasta para nombrarlas. “No puedes preguntar directamente por la mujer de la otra persona. Y no dicen el nombre de la mujer. La llaman ‘la madre de fulano’ cuando tiene un hijo. Antes de tener un hijo se dice algo así como ‘oye'”, revela el autor de cuatro libros –entre ellos, Viaje al mundo de los talibanes– sobre la arriesgada cobertura en Afganistán y Pakistán.
Y no son solo los talibanes, pues los muyahidines –que lucharon contra los soviéticos– también practicaban la homosexualidad. Desfilaban con los tanques soviéticos que habían confiscado después de la guerra, se maquillaban y desfilaban asimismo con los muchachos, exhibidos como trofeos. Al igual que los talibanes –que secuestran a las niñas para casarlas– los muyahidines también secuestraban a los niños.
El drama de los ‘bacha bazi’
Los ‘bacha bazi’ —o ‘boy play‘, como se denominan en inglés— son otra alternativa sexual para los talibanes, civiles afganos y militares. Son niños que proceden de familias con escasos o nulos recursos para vivir que entran en un sistema de prostitución, como explican desde la red de organizaciones no gubernamentales que velan por el cuidado de los menores en conflictos armados, War Child International.
A cambio de dinero los obligan a acudir a eventos sociales especiales como bodas, donde bailan ante un círculo de hombres vestidos y maquillados como mujeres. Después de los bailes son forzados a hacer algún tipo de práctica sexual a sus “dueños”. No asisten a la escuela. No tienen derecho, como denuncia el informe de Save The Childern,‘Afraid to go outside. The impact of conflict on childern in Afganistán’.
El mayor peligro de estas prácticas es que los captores de menores no son criminalizados, ni siquiera llegan a ser denunciados o procesados. “Sin el apoyo del sistema legal, los casos notificados de ‘bacha bazi’ no eran tomados en serio o llevados a juicio; la práctica en sí no estaba tipificada como delito. Este sistema inactivo deja ir a los perpetradores impunes y les permite continuar ciclos de abuso”, denuncia el informe publicado en 2019. Con las ansias de poder desatadas es iluso pensar que algo cambiará en Afganistán.