El maíz es uno de los alimentos más consumidos a nivel mundial, además, tiene otros usos más allá del consumo directo para humanos, se utiliza como alimento para ganado, como maíz procesado en hojuelas, almidón industrial, bioetanol y biogás.
A pesar de todos los productos a base de maíz que solemos utilizar a lo largo y ancho del mundo y que seguramente encontrarás en tu cocina, en el supermercado e incluso en diferentes combustibles y que han traído beneficios a millones de personas a lo largo de la historia, los organismos genéticamente modificados siguen siendo atacados por organizaciones medioambientales.
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El idealismo del patrimonio genético
Cuando Greenpeace se pronuncia en contra de cualquier OMG (organismo modificado genéticamente) básicamente es porque considera que los organismos han sido alterados por medios de ingeniería genética pueden cambiar el patrimonio genético de un ser vivo y su ambiente.
El patrimonio genético se entiende (de acuerdo al National Human Genome Research Institute) como la combinación de todos los genes de una población o especie que se reproduce y que en algunos casos esta misma calidad genética permite que una especie sea capaz de tolerar los cambios ambientales, y cuando existe “endogamía” este patrimonio se ve reducido.
Ahora bien, al aplicar dicho concepto a cualquier especie, da como resultado una noción de proteger algo, en este caso, Greenpeace es enfático en que las mejoras genéticas son básicamente un daño a la genética de especies que no existirían de manera natural y que a pesar de aceptar las maneras <<Tradicionales>> de mejora genética, cualquier tipo de industrialización privada es un daño a la tradición, la agricultura y el ambiente.
El maíz primigenio no alimentaría a la África Subsahariana en la actualidad
La domesticación de la planta del maíz se calcula aproximadamente de entre 6 y 9 mil años de acuerdo al estudio de The University of New Mexico, y su antecesor (teocintle o teocinte) en mesoamérica no era ni de cerca la enorme planta que conocemos hoy en día y su uso estaba enfocado a la generación de bebidas y licores.
La recolección y experimentación artificial de los habitantes de mesoamérica en su momento, permitió que el ancestro del maíz se evolucionará a un tamaño mayor, se volvió resistente a plagas y que además tuviera una mayor cantidad de granos e incluso mayor suavidad y un sabor más aceptable para el consumo.
Para este momento, ya debería de darse por sentado de que no se podría hablar de una <<soberanía>> o de patrimonio genético del que habla Greenpeace, principalmente porque ya se ha dado una experimentación e interacción genética para la evolución del maíz criollo como lo conocemos en la actualidad.
Incluso sería aún menos relevante hablar de que si es necesario volver a una forma tradicional de agricultura para mejorar genéticamente un alimento, cuando cerca 900 millones de personas viven alimentándose del mismo maíz y el trigo en el África Subsahariana.
El propio estudio de The University of New Mexico estima que los primeros indicios del maíz en la dieta de las personas se encuentran entre los 9,600 y 8,600 años y continúan hasta hace aproximadamente unos 1000 años.
Por lo tanto, se vuelve intuitivo entender que el consumo del maíz ha aumentado en la dieta humana a lo largo de la historia humana, hasta hace unos 4700 años el maíz constituía el 30% de la dieta de las personas en mesoamérica, llegando al 70% unos 700 años después.
Esta información parece que es ignorada por el “antisemitismo vegetal” de Greenpeace y otras organizaciones, porque sus frecuentes pronunciamientos mencionan que los OMG no pueden ser liberados en el ambiente debido a que sus impactos son inesperados e impredecibles, además de que consideran que << afecta la soberanía alimentaria en pro de industrias y empresas >>.
“El uso de cultivos transgénicos es un claro atentado contra la soberanía alimentaria ya que permiten que un puñado de empresas transnacionales controlen nuestra alimentación.” – Greenpeace
Dicho lo anterior, habría que tomar en cuenta que el maíz moderno, cuenta con mejoras que le permiten crecer mucho más rápido, resistir diferentes tipos de terrenos, ambientes y climas, además de que se tiene la posibilidad de evitar la deforestación que tanto se denuncia.
Patrimonio genético vs plenitud alimentaria y menor deforestación
A lo largo de los años, Greenpeace se ha encargado de generar y exponer un discurso en contra de la deforestación, el daño al ambiente, la protección de recursos y hasta hace unos años, la soberanía alimentaria y la defensa del patrimonio genético.
Ahora que se ha popularizado el término <<Patrimonio genético>> como mecanismo para defender la identidad y proteger a la industria local del maíz primigenio (lo que sea que signifique) como en el caso de México donde se han promulgado leyes que evitan la llegada de granos transgénicos capaces de soportar herbicidas como el glifosato son resultado de solo un proteccionismo económico.
Además de la enorme cantidad de toneladas producidas, los transgénicos han permitido mitigar la deforestación de la que tanto se ha hecho mención en estos días. Entre 1996 y 2014 los cultivos modificados genéticamente aumentaron su producción básicamente al doble en el caso de la soja, maíz, canola y algodón.
De acuerdo a la Asociación de Biotecnología Vegetal Agrícola, de no ser por los OMG, cerca de 18 millones de agricultores hubieran necesitado para 2014:
- 7.5 millones de hectáreas para soja.
- 8.9 millones de hectáreas para maíz.
- 3.7 millones de hectáreas para algodón.
- 0.6 millones de hectáreas para canola.
Lo equivalente a un 12% de la tierra cultivable de los Estados Unidos o el 33% de Brasil o el 14% de China.
Por lo que valdría la pena poner en duda los posicionamientos de estas organizaciones, ya que, el maíz es uno de los alimentos más consumidos en el mundo (incluyendo sus derivados), se calcula que aproximadamente se consumen cerca de 1.44 mil millones de toneladas de maíz de acuerdo a la información de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la agricultura (2022).
Innovación como respuesta al “fascismo” de Greenpeace
Si bien es cierto que existen riesgos al consumo de alimentos transgénicos, esto una posibilidad con básicamente cualquier tipo de producto o alimento procesado, no se puede desestimar de manera simple los beneficios que ha traído la ingeniería en alimentos en la historia humana, ya que, las implicaciones de retirar o eliminar los alimentos transgénicos son catastróficas.
La acción humana es prácticamente un proceso de descubrimiento constante, cada vez se encuentran más y mejores maneras para que los alimentos modificados genéticamente puedan dar más beneficios para la humanidad y tengan menos riesgos.
El antidarwinismo presentado por organizaciones como Greenpeace, no es más que una posición donde se denuncian <<potenciales>> riesgos a la salud de las personas por químicos utilizados para la mejora genética, sumado a un falso concepto de proteccionismo a la soberanía alimentaria y por lo tanto, a la protección de un sector agrícola que busca beneficios y privilegios por medio de leyes que coaccionan la capacidad de innovación del mercado, creando escasez y subida de precios.
Este artículo fue publicado inicialmente en la Fundación Internacional Bases.
Jorge Alberto Ruiz Meza es asociado de proyectos de la Sociedad Tomás de Mercado.