English En las últimas semanas, las feministas se han manifestado respecto al video de una mujer caminando a través de las calles de Nueva York, siendo acosada por los hombres. El acoso incluye barbaridades como “hola” y “buenos días”. Las parodias han proliferado en Internet, e incluye una de mis favoritas, en la cual la heroína de la Guerra de las Galaxias, la princesa Leia, es acosada por todos los actores de la película, incluyendo a su querido padre.
El grupo detrás del video original, el cual no mencionaré para no otorgarles publicidad adicional, trabaja a favor de una legislación que prohíba el acoso callejero. Aparentemente, estas fuertes e independientes feministas, quienes no necesitan de un hombre, necesitan al hombre del Gobierno para protegerlas de las palabras que no les gustan.
Curiosamente, mientras las feministas modernas ridiculizan a los hombres por ofensas tales como decir “maldición”, ante una mujer atractiva, no tienen problemas con enseñarles a niñas pequeñas cómo usar un lenguaje realmente obsceno para expresar sus argumentos, como se demuestra en el video “Princesas boca sucia” (Si no has visto el video aún, prepárate para estar ofendido).
Esto no es nuevo. Los marxistas, detrás del moderno feminismo, han buscado siempre nuevas y creativas maneras para sofocar la libertad de expresión y destruir la unidad familiar.
En Puerto Rico, esto comenzó con la controversial Ley 54 (1989) en contra de la violencia doméstica. Todos están en contra de la violencia doméstica, ¿cierto? Sin embargo, dentro de la ley original, existe una sección específica acerca del acoso verbal y psicológico. En lenguaje sencillo, indica que si un hombre le grita a una mujer o trata de insultarla, controlarla, o avergonzarla, él puede ser acusado de un crimen y enfrentar varios años en prisión.
Difícil de creer, ¿cierto? Nadie podría ser encarcelado por ponerle un nombre a su pareja. Después de todo, ¿no superan las mujeres a los hombres cuando se trata de abuso verbal, intimidación y manipulación? En mi caso, lo hacen.
Unos pocos años atrás, escribí un pequeño fragmento acerca de la Ley 54 de Puerto Rico en uno de mis blogs personales. El artículo, incluso, no estaba bien escrito, en mi opinión. A pesar de eso, ha sido uno de mis escritos más leídos. Aunque no le hice mucha promoción, aún es leído con frecuencia y, en ocasiones, aún recibo comentarios.
Unos de los comentarios de esta semana expone otra de las razones por las cuales las personas, sobretodo los hombres, dejan Puerto Rico para siempre. El individuo anónimo compartió su historia de la Ley 54, la cual parafraseo a continuación para su entretenimiento y/o disgusto:
Hace dos años, fui acusado ante la Ley 54 por “acoso verbal”, lo que sea que eso signifique. En una conversación telefónica, mientras mi novia estaba afuera, claramente engañándome, le dije que era una perra y una puta. No proferí ninguna amenaza, solo dos palabras.
Ella fue a la policía y yo fui arrestado en mi casa esa noche por la Ley 54: “acoso verbal”. Terminé en el infierno de una peligrosa prisión. Afortunadamente, luego fui rescatado por un verdadero amigo quien tuvo que aportar US$7.500 en efectivo como fianza, dado que mi rescate era… ¿Listo para esto? $75.000.
Si, esa fue la primera vez que me arrestaron. Ni siquiera sabía que llamar a una chica por un nombre sucio era ilegal en Puerto Rico. A lo mejor debería cocinar una torta y celebrar la infidelidad la próxima vez.
En fin, después de haber sido rescatado de una cárcel del tercer mundo, estaba listo para enfrentar al juez. Sí, aquello era peor que las rejas de Locked Up Abroad. Había drogas por todos lados, ningún oficial a la vista, 75 tipos en una celda con celulares, armas y pandillas por donde quiera que miraras.
Fui a la corte los siguiente cuatro meses casi todas las semanas, pues constantemente posponían o negaban mis pedidos. La mujer que presentó los cargos nunca me quiso arrestado. Ella solo hacía lo que las mujeres puertorriqueñas están entrenadas para hacer: ir a la policía y llorar.
Ella quería levantar los cargos, pero no podía, puesto que era el Estado contra mi. No el acusador contra mi. El fiscal me quería por tres años en una prisión —no bromeo— por llamarla a ella por un nombre equivocado. Tres años apartado de mi vida en una apestosa cárcel en Puerto Rico.
Afortunadamente, el juez y el fiscal eventualmente recobraron los sentidos y abandonaron el caso. Yo abandoné la isla dos semanas más tarde, para nunca volver.
No puedo explicar cuán desesperanzado me sentí, como si estuviese siendo perseguido en un país árabe. Y anote esto: fui afortunado. Cuando preguntaron en el tribunal si ella necesitaba un psicólogo, o si estaba emocionalmente herida por mis dos palabras, la mujer dijo que no. En cambio, mientras estaba en la corte, vi a otras chicas llorar y decir que si, que necesitaban asistencia. Entonces los hombres fueron encarcelados durante largos períodos.
Imagine si ella hubiese respondido que sí. Yo aún estaría en una cárcel hasta el día de hoy.
Puerto Rico es loco y corrupto. No vengan a visitarlo o a estar con sus mujeres. Es un problema muy serio. En mi caso, la mayoría de mis amigos ha debido enfrentar a la Ley 54. Solo uno de ellos se lo merecía, porque golpeó a la chica. Los otros amigos que conozco se vieron frente a la Ley 54 simplemente porque sus esposas o novias se deshicieron en lágrimas enfrente de un policía.
Entonces, acá está. En blanco y negro. Si esto fuera un caso aislado, podríamos descartarlo, pero tanto de forma pública y privada, he recibido información acerca de que esta situación ocurre una y otra vez.
Esta es una estrategia estándar neo-marxista, al igual que el video del acoso callejero. Sangrientos asesinatos son un problema que ya tienen solución, entonces pasamos a las leyes que protegen a las personas de amenazas imaginarias.
El resultado es el fin de la familia y el fin de la libertad. Y no crean por un solo momento que esta estrategia tiene algo que ver con la igualdad.
¿La solución? Responsabilidad personal y autodefensa. Si un hombre golpea a una mujer, ella tiene el derecho de protegerse a si misma. Si una mujer golpea a un hombre, el tiene derecho a defenderse.
Además, los cargos nunca deberían ser “del Estado contra el individuo”, en un delito entre individuos. El delito debería ser entendido como una confrontación entre dos individuos, y si la presunta víctima dice que no desea presionar los cargos, deberían ahorrarle el dinero a los contribuyentes y desechar el caso.
Editado por Adam Dubove.