No es que haya una falta de gente que quiera ser libre. La masiva y creciente comunidad de expatriados demuestra que decenas de miles han perdido la fe en su sueño y escogido otros lugares para llamarlos hogar. Ellos han dejado sus casas, sus trabajos y sus comunidades, y han ido por todas partes.
Cabe preguntarse: ¿por qué todos no van al mismo lugar?
El viejo adagio “en la unión está la fuerza,” contiene la idea en encontrar un lugar mejor. No debería ser difícil de encontrar un simple consenso entre los expatriados acerca de algunas reglas básicas. Se sabe que vamos a consentir en no asesinar los unos a los otros, no violar, no robar, etc. No debería ser difícil inventar una forma básica de gobierno, libertades y responsabilidades y luego, escoger un lugar.
Es en el lugar, sin embargo, en donde parece haber un gran problema. Mientras escribo, hay docenas de proyectos de vida y muertes siendo evaluados por pensadores libres y libertarios alrededor del mundo. Mientras que algunos, como los proyectos libres de las ciudades modelo en Honduras (ZEDEs), tienen gran mérito, a casi todos les hace falta lo único necesario para la verdadera libertad: soberanía nacional.
Hace unos años, Honduras sufrió un golpe de Estado militar que derrocó del poder a su presidente, tal vez con razón. Pero, ¿qué sucede cuando el gobierno pasa por encima de una ciudad libre para hacer cambios mediante elecciones o violencia y la nueva administración no está tan interesada en la idea de ciudades libres o quiere un mayor recorte presupuestario? ¿Puede una ciudad libre luchar contra el ejército soberano de su país?
Esta es la pregunta que ha inquietado a libertarios y otros durante siglos: la libertad es natural, pero cómo garantizar la libertad si el país donde vivimos no lo hace?
La única manera de garantizar la libertad es proceder de la manera en que los libertarios rehúsan a hacerlo, ya que requiere un poco de flexibilidad de las normas del pensamiento libertario: manteniendo las cadenas del poder político y del poder militar directamente. También significa un aferramiento egoísta a ese poder sin importar los vientos del cambio político.
Dada esta reticencia, ¿cómo no dejar de sorprendernos cuando la libertad no es protegida o defendida por aquellos en el poder que no creen en la libertad en primer lugar?
Hay un lugar; hay un plan; lo único que falta es usted.
Así es que, ¿cuál es el plan?
Imagínese reunir miles de expatriados de distintas nacionalidades en un mismo lugar: este de Puerto Rico. El objetivo es las ciudades de Ceiba (que incluye a la ex Estación Naval de Roosevelt Roads con su instalación portuaria y gran aeródromo), Fajardo, Luquillo y Naguabo. En las últimas elecciones un total de 23.000 votos fueron emitidos en las cuatro ciudades.
En la realidad, el plan tendría cerca de 25.000 personas mayores de edad que se trasladarían a las ciudades, para empadronarse, sufragar y unirse al movimiento. Afortunadamente ya existe un crecimiento libertario y libre movimiento de la sociedad en Puerto Rico, de manera que no todo el mundo tendría que ser un “forastero.”
Una vez que el número total esté ahí, escogeríamos candidatos para las alcaldías y concejos municipales en las cuatro ciudades y luego nos someteríamos a un referéndum por la independencia. Teniendo ya planeado un determinado número de personas, ganaríamos el voto y en el congreso la petición de la independencia.
Si el congreso no la aprueba, nos someteríamos a un segundo referéndum a fin de declarar la independencia unilateralmente. El primer referéndum se podría sustituir por una petición con 25,000 firmas o más. Con la petición, no todo el mundo tendría que estar situado en la zona inmediatamente. Los expatriados pueden firmar la petición y la propuesta de Constitución, independientemente del lugar en el que se encuentren en el mundo en ese momento.
Sin el derrocamiento de gobiernos, sin sangre en las calles, ni rebelión armada. Un simple proceso democrático y algunos cojones.
¿Por qué esta área? El este de Puerto Rico ya está desarrollado, pero la antigua base naval está prácticamente vacía al momento. Un nuevo país necesita un aeropuerto y un puerto marítimo para sobrevivir. La base tiene dos. La población es pequeña, y aún hay un poco de espacio para el desarrollo. Aunque el español es el idioma principal, el inglés es ampliamente hablado. El dólar estadounidense es su moneda, y las Islas Vírgenes están justo al lado.
Puerto Rico ya tiene también un movimiento de independencia, desafortunadamente, la mayor parte del mismo es socialista; sin embargo, ser pro-independencia en Puerto Rico no es un delito, ni la secesión.
Al unirse expatriados y puertorriqueños que quieren tanto la libertad y la independencia, no sería difícil lograr suficientes votos para ganar una mayoría en varias ciudades pequeñas y establecer un nuevo gobierno basado en los principios de libertad, celosamente defendida por aquellos que realmente creen en la soberanía individual.
En esencia, la propuesta es una asociación entre los puertorriqueños que buscan soberanía, los estadounidenses expatriados y otros que intentan crear un nuevo experimento en el gobierno. Un gobierno sensato y limitado basado en la libertad individual y en el libre mercado capitalista (sin los compinches).
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