EnglishEl Gobierno nacional de Venezuela se dispone a romper uno de sus más grandes tabúes. Así es, la nación rica en petróleo aumentará el precio de la gasolina y reducirá las subvenciones a los combustibles que muchos dan por sentado.
Esto, sin embargo, no será una tarea fácil. La última vez que alguien trató de poner fin, aunque sea parcialmente, al mercado interno de gasolina altamente subsidiado fue en 1989. El Caracazo dio lugar a una semana llena de disturbios callejeros, 300 muertos, y un presidente encaminado al juicio político.
Ahora, 25 años más tarde, el presidente Nicolás Maduro anunció que los precios de la gasolina subirán. Aunque no está claro cuándo esto sucederá, el debate iniciado por Maduro la semana pasada ya es sólo sobre de cuánto será el aumento.
En la actualidad, el precio de la gasolina se sitúa en unos bajísimos 0.097 Bs. por litro, o aproximadamente US$0,0012, el más barato del mundo entero. Como dijo una vez el fallecido expresidente Hugo Chávez, en Venezuela el agua es de hecho más cara que la gasolina.
Estos precios sólo son posibles debido al subsidio considerable al combustible desde 1976, a expensas de los contribuyentes venezolanos. Rafael Ramírez, presidente de Petróleos de Venezuela (PDVSA) y ministro de Energía y Petróleo, ha dicho que el país actualmente se desangra a razón de $12 mil millones al año para mantener esos subsidios. La Agencia Internacional de Energía (AIE), sin embargo, estima que la cifra ronda más de $15 mil millones, subvencionando casi el 75% del costo de producción.
La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) ha informado que Venezuela ahora usa casi 5.1% del PIB para mantener bajos sus precios de combustibles. La situación es tan absurda que es común escuchar a los economistas venezolanos decir que los precios ni siquiera cubren los costos de transportar la gasolina hasta las estaciones de servicio.
¿Sabiduría económica o dinero rápido?
¿Hasta qué punto está dispuesta la autodenominada Revolución Bolivariana a reducir el subsidio a la gasolina? No mucho. Los cálculos oficiales realizados por Ramírez sitúan el nuevo precio de la gasolina entre los 2,3 y 3,8 Bs. por litro —muy lejos todavía de los precios internacionales.
De hecho, la decisión de aumentar el precio de la gasolina no proviene de una repentina iluminación económica, sino más bien de una desesperada necesidad de obtener mayores ingresos. El régimen de Maduro está sufriendo de una asombrosa falta de efectivo para hacer pagos.
Ante esta presión financiera, PDVSA se ha convertido en órgano multiuso para Maduro. El gigante petrolero ha pasado a ser una empresa de comercio que importa alimentos, medicinas y suministros que Venezuela ya no produce localmente.
Los miembros del régimen chavista todavía creen que los subsidios de la gasolina deben seguir, pero su preocupación es la generosidad de la medida. En varias ocasiones, Ramírez ha expresado este punto de vista con frases tales como “Venezuela es el país del mundo entero con la gasolina más barata, tenemos un récord que no es para nada un tema de orgullo o satisfacción “y el inolvidable “PDVSA paga para que las personas echen gasolina“.
Su última línea transmite el meollo de la cuestión: el precio actual del combustible es tan bajo que ni siquiera cubre el costo de su producción.
El economista José Guerra, exdirector de la Universidad Central de la Escuela de Economía de Venezuela, ha señalado a través de su cuenta de Twitter que si el Gobierno aumentara los precios de la gasolina a 2,5 Bs. por litro, Maduro recibiría casi 42 mil millones de bolívares (US$560 millones) este año fiscal.
El régimen sin duda utilizaría ese dinero para hacer frente a la deuda nacional, que se ha convertido en una bola de nieve en los últimos años. Sin embargo, Guerra advierte de que tal precio de la gasolina dispararía la inflación oficial a más del 100%.
La inflación elevada probablemente vendría de dos fuentes. La primera sería simplemente de la presencia de gasolina en los patrones de consumo normales y en productos que requieren costos de transporte. La segunda, y quizás aún más visible, sería el precio del transporte público. Cualquier incremento en el precio de la gasolina ha significado históricamente en Venezuela un cambio proporcional en las tarifas de transporte público.
El transporte público tiene una sensibilidad política extrema en la nación sudamericana. En 1989, durante el caos social del Caracazo, los principales actores en los disturbios callejeros fueron los sindicatos del sector del transporte público. Los sindicatos estaban furiosos por el precio de los pasajes de autobuses, que aumentó por un decreto presidencial.
En este contexto, el economista Ángel García Banchs de Econométrica —generalmente un defensor de la eliminación de los subsidios— ha escrito una carta abierta para expresar su preocupación por el anuncio de precios más altos. Banchs explica que a pesar de que el aumento es necesario, no puede apoyar la eliminación de subvenciones de esta manera.
Él pregunta por qué Cuba todavía recibe $12 mil millones en ayuda ante las graves necesidades de los venezolanos, y cree que los problemas de la corrupción y la injerencia intervencionista seguirán: para erradicar adecuadamente el subsidio a los combustibles, “resulta necesario que haya confianza. ¿O, es acaso un sinsentido pensar que los fondos liberados se los podrían coger los políticos?”