Después de Italia, España, con una ayuda que podría ascender hasta los 140 000 millones de euros, se situaría como la segunda economía de la eurozona que saldría más reforzada en materia de ayudas de la Unión Europea (UE). Todo ello, de aprobarse el fondo de reestructuración propuesto por la UE para solventar los problemas económicos que, debido a la situación de crisis por el coronavirus SARS-CoV-2, atraviesan las economías europeas; destacando entre estas a aquellas economías del sur o, como denominan los europeos, los outlier, haciendo referencia a economías como España, Italia, Portugal, Grecia, entre otras.
Así, dicha ayuda, muy demandada por los Gobiernos del sur, llegaría de la mano de la UE, en un formato mixto entre fondos que serían reembolsables y otros fondos que irían a fondo perdido. En este sentido, cerca de 77 000 millones de euros que la economía española no tendría que devolver a Europa, en contraposición de otros 63 000 millones que sí serían reembolsables, además de ir sujetos a una condicionalidad en materia de financiación. En resumen, una ayuda que, de aprobarse, obligaría a la UE a movilizar fondos por valor de 750 000 millones de euros que, en línea con las declaraciones de los mandatarios comunitarios, irían destinados a reflotar a las economías más afectadas.
Sin embargo, como también ha recalcado la UE, dichas ayudas se destinan al apoyo en la aplicación de una serie de reformas estructurales que, de aprobarse la financiación, tendrían que acometer los países más afectados para reflotar sus economías. Reformas estructurales que, como se pudo leer entre líneas en las declaraciones que hace la vicepresidente de asuntos económicos Nadia Calviño, van por la línea de la flexibilización de las economías, así como la creación de una serie de impuestos que, con carácter europeo, irían enfocados a la financiación de la nueva deuda contraída con el bloque comunitario.
Fue la propia Christine Lagarde, presidente del Banco Central Europeo (BCE), quien ya anunciaba los riesgos que dicho fondo supone para la Unión Europea. Tras más de ocho años con crecimientos en el PIB, las economías del sur, siendo el caso de España o Italia, han sido incapaces de cumplir con un rigor presupuestario que les llevase a reducir sus niveles de endeudamiento. De hecho, en el momento que estas economías se vieron inmersas en la crisis del COVID-19, ambas presentaban niveles de endeudamiento que, respectivamente, se mostraban en el 100 %, en relación con el PIB, en el caso de España; mientras que, en el caso de Italia, se mostraba en el 130 % frente a su PIB.
Así, un nivel de endeudamiento que, acorde con las previsiones que reflejan los distintos organismos, tanto nacionales como internacionales, podría ascender hasta el 122 % del PIB en el caso de la economía española, mientras que para la economía italiana dicha deuda podría ascender hasta niveles cercanos al 150 % del PIB. En este sentido, una deuda que ha causado el pánico en determinados representantes europeos del norte, donde Alemania y Holanda, con superávits y niveles de endeudamiento que, en el peor de los casos, no supera el 60 %, se han mostrado reacios a unas ayudas que, de darse, no fuesen con una condicionalidad extrema que garantizase, por otro lado, los intereses comunitarios.
En este sentido, la condicionalidad parte de unas reformas de calado que la economía española, así como la italiana, han estado evitando de manera reiterada. Reformas que pasan por una política de austeridad, así como de ajuste en el gasto público, para sostener unas finanzas públicas que, en ambos países, se muestran deficitarias. Tan deficitarias que, en el caso de España, además de haber cerrado el año con un déficit del 2,8 % —muy cercano al límite establecido en los Pactos de Estabilidad y Crecimiento (PEC)—, prevé cerrar el nuevo año, agregando los efectos del COVID, con un déficit que podría rebasar el 10 %. En este sentido, un déficit que pone los pelos de punta a unos socios europeos que, ante los precedentes que muestra el país, cuestionan la capacidad de España para comprometerse con unas condiciones que en 2008 no se cumplieron en su totalidad.
Es por esto que la propia Lagarde advirtió del talón de Aquiles que presenta la economía española. Los desequilibrios macroeconómicos que se ocultan en las economías del sur, ante la falta de intencionalidad de dichos países para adoptar reformas de calado ante las posibles repercusiones de estas en las urnas, ponen en peligro la sostenibilidad de un plan presupuestario del bloque económico, el cual presenta, entre sí, asimetrías de magnitudes considerables. Asimetrías que, de no armonizarse, podrían generar más y nuevas tensiones entre los países miembros, comprometiendo el futuro de un bloque comunitario del que estos dependen en gran medida.
Con todo, España, así como otros homólogos que se encuentran en situaciones parecidas, tendrá que acometer, sin esperas válidas, las reformas que exige Europa. Incumpliendo en este sentido gran parte del gasto público prometido por el Gobierno de España durante la campaña política, así como estrechando, aún más, el colchón fiscal, el fondo de maniobra que en estos momentos posee el país —el cual se muestra prácticamente inexistente—. Entre esa condicionalidad pactada, por ejemplo, se encuentra la no derogación de la reforma laboral, propuesta por Unidas Podemos. Una reforma laboral que, impulsada por Europa, abogaba por una flexibilidad en el mercado laboral que, en crisis anteriores, evitó la destrucción de un gran número de empleos.
Así, en conclusión, España volverá a ser rescatada. Como siempre, el bloque comunitario acude al rescate de los países más vulnerables, con sus intereses sobre la mesa y un deterioro del proyecto comunitario que deberá repararse. Sin embargo, el papel de España es fundamental en la recuperación. El ajuste presupuestario y los recortes llegarán al país, o deberán llegar ante las exigencias europeas. El escenario para España se muestra muy negativo ante unas previsiones que dejan un país endeudado y al borde del colapso financiero. En este sentido, Europa responde a estos países con la firmeza y la valentía que estos solicitaban; por tanto, ahora le toca a España actuar, de la misma forma, con esa rigurosidad y valentía que ahora solicita Europa.