English Version
México atraviesa una grave crisis de obesidad. Más del 35 % de los niños en edad escolar tienen sobrepeso u obesidad, lo que coloca al país entre los que tienen las tasas más altas del mundo. La tendencia empeora con la edad: 2 de cada 5 adolescentes y 7 de cada 10 adultos padecen la misma condición.
La presidente Claudia Sheinbaum presentó Vive Saludable, Vive Feliz, una iniciativa de salud que incluye la prohibición de ventas de dulces, botanas saladas y bebidas azucaradas en las escuelas. Internet no tardó en apodarla la «mamá almendra» (almond mom) de México, en referencia a los padres obsesionados con las dietas que suelen ser objeto de burlas en línea. Imágenes de estantes vacíos y refrigeradores llenos exclusivamente de botellas de agua inundaron las redes sociales cuando la política entró en vigor el 29 de marzo.
- Lea también: ¡Préparense, amantes del café!
- Lea también: Menger para todos: el principio de imputación y las lecciones de economía de Milei
La prohibición incluso se ha extendido a las cafeterías universitarias, afectando a estudiantes que ya son adultos legalmente. Varios campus han reportado caídas drásticas en las ventas de botanas y bebidas, y algunos establecimientos consideran cerrar por completo para evitar multas o pérdidas económicas.
¿Es esta prohibición realmente la solución al problema de la obesidad en México?
La industria de alimentos y bebidas procesados de México es un motor económico clave, con una producción alimentaria valorada en alrededor de 1,8 billones de pesos en 2023 y una contribución de las bebidas de aproximadamente 639 000 millones de pesos. En el centro de este sector se encuentra FEMSA, el mayor embotellador de Coca-Cola del mundo por volumen de ventas.
Intentos regulatorios anteriores para frenar el consumo no saludable, como el etiquetado frontal de advertencia implementado en 2020, han tenido poco impacto. Estas etiquetas negras en forma de octágono advierten sobre el exceso de sodio, azúcar, grasas saturadas o alto contenido calórico, pero los consumidores, en su mayoría, las ignoran. Algunos incluso bromean diciendo: «cuantos más octágonos tiene una botana, mejor sabe», como si alguien esperara que una bolsa de Doritos fuera una comida baja en calorías.
Esta política pública parte de la falsa premisa de que restringir el acceso cambiará significativamente el comportamiento. En la práctica, quizá los niños ya no puedan comprar Takis y refrescos en la tiendita de la escuela, pero aún pueden pasar a un OXXO o 7-Eleven. La historia muestra que la prohibición no elimina la demanda, sino que simplemente obliga a los consumidores a buscar formas alternativas (y a veces más inconvenientes o incluso peligrosas) de obtener lo que quieren.
Irónicamente, el propio gobierno federal ahora compite en la industria de chocolate con su Chocolate del Bienestar, promovido como una alternativa “más saludable y socialmente consciente”, que lleva tres etiquetas de advertencia por exceso de calorías, azúcar y grasas saturadas. Sheinbaum lo defendió diciendo que tiene «solo un poco de azúcar» y más cacao que las marcas comerciales. Pero la contradicción es difícil de ignorar: el mismo gobierno que prohíbe botanas en las escuelas ahora distribuye su propio chocolate, que no podría ser vendido en los mismos planteles. Al parecer, si es hecho por el estado, el azúcar no cuenta.
La política de Sheinbaum llega en un momento delicado para la economía mexicana. El país está al borde de una desaceleración, mientras su principal socio comercial, Estados Unidos, aumenta los aranceles sobre las principales exportaciones mexicanas. Lo último que necesita México son restricciones internas adicionales que generen incertidumbre en el mercado.
Regulaciones como estas no solo cargan a los negocios con más obstáculos, sino que también distorsionan los incentivos económicos. En lugar de fomentar una cultura de responsabilidad personal, el gobierno impone mandatos de arriba hacia abajo que probablemente resultarán contraproducentes.
Combatir la obesidad infantil —y cualquier tipo de obesidad— no es tarea del gobierno. Aunque la afinidad cultural de México por la comida chatarra hace difícil para los padres promover hábitos saludables, la respuesta no es un Estado intervencionista que actúe como policía de la dieta.
El enfoque «mamá almendra» de Sheinbaum, puede generar ruido en las redes sociales, pero difícilmente logrará mejoras significativas en la salud. El cambio real viene de decisiones informadas, no de prohibiciones gubernamentales.
Este artículo apareció originalmente en la Fundación para la Educación Económica.
Daphne Posadas es la Directora Asociada de Editorial en la Fundación para la Educación Económica.
