Los incendios en Sudamérica se han vuelto cada vez más comunes en la última década, un tema desastroso y (sin juego de palabras) candente. Se han quemado millones de hectáreas y se han perdido innumerables animales salvajes, por no hablar de las vidas de valientes voluntarios y civiles atrapados en los incendios. Sólo en Bolivia, los incendios han devastado el 46 % de las tierras fiscales y el 21 % de otras tierras comunitarias y públicas. ¿Cuál es la causa de estos incendios? Varios medios de comunicación han sacado conclusiones precipitadas, acusando a la codicia empresarial de ser el villano entre bastidores; como la acusación de que los ganaderos provocaron el incendio para ampliar las tierras legales de ganadería. Esta narrativa pasa por alto el papel de los actores privados en la mitigación de estos desastres, planteando la pregunta: ¿Es realmente el gobierno la respuesta, o parte del problema?
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La perspectiva de la «avaricia empresarial» no sólo es simplista, sino también perezosa, sobre todo si se tiene en cuenta el importante papel que desempeña el sector privado en el control de los incendios en Bolivia. Después de todo, al sector privado le interesa detener los incendios, no sólo porque sus negocios dependen del mantenimiento de la tierra, sino también porque muchos de ellos viven en esas tierras y bosques. Irónicamente, este heroísmo privado se da en uno de los países más deprimidos económica y empresarialmente de Sudamérica.
Así es, el país que obtiene una puntuación de 175 sobre 190 en la facilidad para abrir un negocio (Doing Business) tiene un sector cívico y privado que han sido cruciales en la lucha contra los incendios, mientras que el gobierno, un aparato burocrático sobrecargado, sigue siendo en gran medida ineficaz a la hora de abordar el problema.
La verdadera razón de los incendios
Muchas comunidades, individuos y empresas bolivianas que poseen tierras para la producción de cultivos practican el chaqueo, consistente en quemar los restos de las cosechas para plantar otras nuevas. Aunque esta técnica ancestral se ha practicado durante siglos y es relativamente eficaz para la rotación de cultivos, se ha vuelto peligrosa en la estación seca, cuando los incendios son mucho más propensos a descontrolarse. Pero, ¿por qué la gente corre este riesgo, sabiendo la pérdida potencial de tierras y vidas?
Aquí radica el meollo del problema: la mayoría de estos incendios se originan en las tierras fiscales, que representan el 46 % de todos los focos de incendio. Se supone que estas tierras están protegidas por el Estado, pero hay varios factores que lo dificultan:
- Las tierras fiscales no son realmente de nadie: Las tierras de propiedad estatal, o «comunal», conllevan ambigüedad e incertidumbre. El gobierno suele insistir en que todo lo público pertenece a «todos los bolivianos», sobre todo con fines ideológicos. Sin embargo, cuando la tierra no pertenece claramente a nadie, hay pocos incentivos para cuidarla. Y al no haber consecuencias individuales por la negligencia o la destrucción, la tierra suele estar mal cuidada.
- Intereses ocultos: Cuando se queman bosques protegidos públicamente, queda poco que proteger. Han surgido varios casos en los que estos bosques quemados se asignan posteriormente a determinados grupos para la producción agrícola. Como el gobierno no tiene ningún interés en financiar programas de restauración, permitir que las tierras quemadas se destinen a otros fines parece una salida fácil. Esto crea un incentivo perverso para que la gente deje que los incendios arrasen las tierras estatales, con la esperanza de reclamarlas más tarde para uso privado.
- Leyes contra incendios que fomentan el problema: El gobierno boliviano ha promulgado leyes como la Ley 741, que autoriza el chaqueo incluso en la estación seca. Estas leyes permiten a particulares y grupos aprovecharse de la debilidad de la normativa, lo que provoca temporadas de incendios peligrosos que el gobierno ha sido incapaz de controlar.
Esfuerzos privados al rescate
Mientras el gobierno tropieza con su propia ineficacia burocrática, el sector privado boliviano ha sido fundamental para reducir los focos de incendios, salvar aldeas, atender a la fauna y a las personas afectadas, e incluso extinguir incendios directamente. Los ciudadanos, especialmente los de la región de Santa Cruz, han reunido dinero para campañas, equipos y medicinas para los bomberos, la mayoría de los cuales son voluntarios no financiados por el Estado.
Pero la iniciativa privada no se detiene en Bolivia. Por ejemplo, la tecnología de drones contra incendios desarrollada por Carrick Detweiler en la Universidad de Nebraska-Lincoln ha dado buenos resultados en Estados Unidos. La empresa Drone Amplified los utiliza para detectar, vigilar e incluso atacar incendios desde el aire. Estas innovaciones son muy prometedoras para Bolivia si se pudieran desplegar allí tecnologías similares.
También está Pachama, una startup argentina dedicada a la huella de carbono. Mediante imágenes por satélite y aprendizaje automático, Pachamama supervisa los proyectos de reforestación y realiza un seguimiento de la captura de carbono en los bosques. Su plataforma garantiza que los esfuerzos para restaurar los ecosistemas sean verificables y tengan impacto, conectando a propietarios de tierras con empresas que se comprometen a compensar sus emisiones de carbono. Su objetivo es restaurar 100 millones de hectáreas de tierras degradadas a escala mundial.
Por otra parte, los ciudadanos particulares también se han implicado en los esfuerzos de reforestación. Un caso inspirador procede de Brasil, donde el artista Sebastião Salgado y su esposa Leila transformaron su tierra yerma plantando más de dos millones de árboles. Tales acciones son claros ejemplos de cómo incluso los particulares son más eficaces que el Estado en la restauración y la conservación de la fauna.
Los actores privados son los héroes de esta historia, no el Estado
Siempre que alguien afirme que los incendios de Bolivia o de cualquier otro lugar de Sudamérica están causados por el capitalismo, recuerde que la verdad es mucho más compleja. Los incentivos que hay detrás de estos incendios están profundamente arraigados en las políticas gubernamentales, los intereses ocultos y los fallos en la propiedad comunal. Aunque los incendios continúan, el sector privado y los ciudadanos han intervenido donde el Estado no lo ha hecho. Tanto las empresas como los ciudadanos desempeñan un papel crucial en la mitigación de la devastación, la prevención de futuros incendios y el cuidado del medio ambiente en Bolivia y en todo el mundo.
Este artículo apareció originalmente en la Fundación para la Educación Económica.
Fabricio Antezana Duran es Asociado de Contenido Digital en la Fundación para la Educación Económica.