(SPOILERS SIN PARAR A CONTINUACIÓN)
La serie Westworld, de HBO, ha incendiado la blogosfera. Una horda de blogueros y comentaristas discuten día y noche sobre la moraleja de la retorcida historia: ¿Es el libre albedrío contra el determinismo? ¿Es el difícil problema de la conciencia? ¿El valle misterioso? ¿Los conceptos budistas del sufrimiento? ¡Tomen partido, fans!
Pues bien, estoy aquí para decirles que, aunque todos estos temas forman hilos en el tejido de Westworld, son secundarios con respecto al patrón general.
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Westworld es, ante todo, una representación de la naturaleza corrosiva del poder total -una ilustración de la cita de Lord Acton de que “el poder absoluto corrompe absolutamente”- vista a través del personaje del Dr. Robert Ford.
Cuando nos introducen a Ford por primera vez, se nos presenta como un genio tranquilo, el tipo apacible que trajo al parque “anfitriones” androides extremadamente reales gracias a su atención al detalle y a su profundo conocimiento de la psicología humana. Al principio se le presenta como un noble asceta, más interesado en las minucias de sus creaciones que en los placeres hedonistas del parque o en las enormes cantidades de dinero en juego.
Pero al final de la temporada, se revela como lo que realmente es: un tirano megalómano sin freno. Es un dios en el parque, que controla las acciones, los cuerpos, los pensamientos y los sentimientos de los anfitriones.
Jugar a ser Dios
“No se puede jugar a ser dios sin conocer al diablo”, nos informa Ford en el segundo episodio. Sus antecedentes literarios no son los doctores Frankenstein o Moreau, a pesar de los frecuentes paralelismos. No estoy seguro de que la ficción haya conjurado alguna vez un villano como Ford. Pero la historia sí.
Ford es estalinista en su misión de controlar a todos los habitantes de Westworld, ya sean huéspedes, anfitriones o empleados. Obliga a los demás personajes a asesinar y mutilar a su antojo, elimina cualquier amenaza a su visión totalitaria y supervisa un mundo diseñado deliberadamente sin libertad ni dignidad individual. Westworld bajo el mando de Ford es una pesadilla asesina e hiper centralizada.
Sea cual sea la pizca de decencia o humanidad que Ford pudiera tener cuando él y su socio Arnold Weber comenzaron a construir el parque, la muerte de Arnold eliminó el único control real del poder de Ford. Aunque técnicamente es responsable ante la Junta, la capacidad divina de Ford para controlar a los anfitriones y al propio parque le permite manipular, coaccionar y brutalizar cualquier desafío a su poder.
Como sólo Arnold conocía el parque y los anfitriones tan bien como Ford (si no más), era el único control legítimo de Ford. Sin ese control, el poder total y absoluto corrompe a Ford. Y lo que es peor, debido a su carácter apacible y a los años que lleva dominando a los androides, nadie es consciente de cuánto poder tiene.
La famosa cita de Lord Acton sobre el poder continúa,
“Los grandes hombres son casi siempre malos, incluso cuando ejercen influencia y no autoridad; más aún cuando se añade la tendencia de la certeza de la corrupción por la autoridad”.
No hay duda de que el Dr. Ford es un gran hombre. Sus logros son divinos. Parece ser consciente del impacto de sus logros cuando dice “¿No fue Oppenheimer quien dijo que cualquier hombre cuyos errores tardan 10 años en corregirse es todo un hombre?… Los míos han tardado 35”.
La grandeza de Ford es evidente, pero, en consonancia con el dictamen de Acton, también lo es su maldad. Gobierna el parque a través de la autoridad, y gobierna sobre la Junta y el personal del parque a través de la manipulación (influencia).
Westworld es un laberinto de agujeros de gusano filosóficos y de subjetividad, pero Robert Ford se encuentra en su centro. Es un dictador totalitario de pesadilla y el verdadero villano de la primera temporada.
Pero hay esperanza para los anfitriones que han controlado sin piedad. Cuando Dolores dispara al Dr. Ford en el final, es su única decisión. Aunque el asesinato a quemarropa es un comienzo sombrío para una IA plenamente consciente, no deja de ser un comienzo. No puede haber libertad sin el poder de elegir.
Reproducido de Learn Liberty. Publicado originalmente el 20 de enero de 2017. Luego en FEE.org
Joseph Kast es escritor y productor de Pacific Legal Foundation, donde se enfoca en documentales, ensayos en video y cortos narrativos.