El riesgo de que una invasión rusa a Ucrania por fuerzas convencionales pueda conducir al uso de armas nucleares parece relativamente bajo, pero su sombra nunca está completamente ausente en una crisis que involucra a Estados con armas nucleares. Además, esta crisis —sin importar como termine— parece probable que conduzca a una mayor inestabilidad estratégica, no a una menor. Por muy preocupados que puedan estar los diplomáticos estadounidenses con la amenaza de una invasión convencional inminente, también deben trabajar con urgencia para poner en marcha medidas que fomenten la confianza que podrían evitar una guerra nuclear.
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El reciente tira y afloja entre Washington y Moscú ha estado libre de amenazas nucleares explícitas, pero ha habido algunas señales nucleares. Cuando Rusia reunió fuerzas cerca de Ucrania en diciembre, su Ministerio de Relaciones Exteriores publicó dos propuestas de tratados, uno para la OTAN y otro para EE. UU. El borrador del tratado de la OTAN incluía un artículo que prohibía el despliegue de misiles previamente prohibido por el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio. El borrador del tratado de EE. UU. tenía referencias más explícitas a las armas nucleares, incluidas las promesas de no desplegarlas fuera del territorio nacional y de no capacitar en su uso al personal de países no nucleares, una referencia a los acuerdos de intercambio nuclear de la OTAN.
La respuesta de Washington a la acumulación se ha centrado en las sanciones y el despliegue de fuerzas militares convencionales a los aliados de la OTAN en Europa del Este. Pero también ha mencionado medidas para “mejorar la disuasión” en el continente, lo que podría implicar el despliegue avanzado de armas nucleares estadounidenses adicionales. Y mientras que la administración Biden ha dicho que no enviará tropas estadounidenses para defender a Ucrania, lo cual ayuda a reducir la probabilidad de un conflicto entre la OTAN y Rusia, también ha señalado que enviará más fuerzas a Europa del Este si Rusia ataca a Ucrania.
Por su parte, Moscú ha advertido que responderá si la OTAN amplía su presencia de tropas en el este de Europa. Entre sus opciones está acercar las armas nucleares a Europa occidental. Tales movimientos podrían llevar a la OTAN a agregar aún más fuerzas para disuadir un ataque a los países miembros, desencadenando así una espiral de acciones y contramedidas sin una forma clara de romper el ciclo.
En última instancia, es probable que esta espiral ubique en mayor proximidad más fuerzas nucleares, lo que disminuirá inherentemente la estabilidad y aumentará el riesgo de una guerra accidental. También podría generar más alertas para expandir el arsenal nuclear de EE. UU., lo que a su vez podría dificultar que Washington y Moscú alcancen nuevos acuerdos sobre el control de armas nucleares.
La gestión de los riesgos nucleares inmediatos y a largo plazo en la crisis de Ucrania requerirá una combinación de medidas militares de contención y tranquilidad. EE. UU. debería abstenerse de desplegar tropas adicionales en Europa del Este para darle a la diplomacia la oportunidad de desactivar la crisis (En cualquier caso, es menos probable que el despliegue de más tropas antes de un ataque disuada, porque en ese momento el costo existirá independientemente del comportamiento ruso). Si Rusia ataca a Ucrania, la contención podría ayudar a mantener los riesgos nucleares relativamente bajos al desplegar ciertos tipos de capacidades de EE. UU. y la OTAN y no otras. Las fuerzas terrestres de misiles de alcance intermedio, por ejemplo, serían más dañinas para la estabilidad nuclear que los aviones de combate o las unidades blindadas porque los misiles representan una amenaza directa para las fuerzas nucleares y las instalaciones de comando y control.
Además, las medidas tranquilizadoras o generadoras de confianza podrían ayudar a prevenir una dinámica en espiral o reducir su gravedad. Por ejemplo, se informa que EE. UU. ofreció a Rusia la capacidad de confirmar que EE. UU. no está desplegando misiles crucero de ataque terrestre en sitios de defensa antimisiles en Rumania y Polonia. No está claro como responderá Rusia a tal propuesta, pero abordaría una de las preocupaciones de larga data de Moscú sobre los sitios de defensa antimisiles.
Otra posible medida tranquilizadora sería negociar limitaciones mutuas sobre el despliegue de misiles previamente prohibidos por el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio. Rusia ya ha señalado tales limitaciones en sus demandas de diciembre y, según se informa, EE. UU. respondió positivamente a la idea de limitaciones mutuas.
La tenue pero oscurecida sombra nuclear sobre la crisis de Ucrania demuestra que este tipo de ideas y discusiones no son un espectáculo diplomático secundario. Son cruciales para evitar la inestabilidad de un tipo aún más devastador.
Eric Gomez es director de Estudios de Políticas de Defensa en el Instituto Cato. Sus investigaciones se concentran en el presupuesto militar de EE. UU. y su posición de defensa, así como también sobre el control de armas y asuntos relacionados a la estabilidad nuclear en el Este de Asia.