En el libro clásico de 1841 sobre las burbujas financieras, “Extraordinary Popular Delusions and the Madness of Crowds” (Delirios Extraordinarios y Populares y la Locura de las Masas) de Charles Mackay observó: “Los hombres bien se ha dicho, piensan en rebaño; se enloquecen en hordas, en tanto que sólo recuperan sus sentidos lentamente, uno a uno”.
Mackay también se refería a los delirios religiosos y los políticos. “Vemos cómo una nación súbitamente se ve apoderada, desde los miembros más elevados hasta los más bajos, por un deseo fiero de gloria militar; otra súbitamente se ve enloquecida por un escrúpulo religioso”, relata él, “y ninguna de ellas recupera sus sentidos hasta que se hayan derramado ríos de sangre y sembrado una cosecha de gemidos y lágrimas, que será recogida por su posterioridad”.
Venezuela está cosechando su siembra de “gemidos y lágrimas”. Debido a la ruptura de la sociedad civil en el país, incluso los sirios, plagados con la guerra, se sienten más seguros en sus hogares que como lo viven los venezolanos. Los venezolanos están tan hambrientos que lloraban al lograr ver alimentos en Colombia. Recientemente, conducidos por el hambre, se metieron en un zoológico para matar a un caballo y obtener su carne. Literalmente, se han convertido en siervos, que pueden ser obligados a trabajar 60 días o más en los campos agrícolas.
Venezuela tiene la peor tasa de crecimiento económico del mundo y la peor tasa de inflación. Se ha convertido en algo como en “un Estado gánster que no sabe hacer nada excepto vender drogas y robar dinero”. El socialismo virtualmente ha destruido la civilización en Venezuela, como si “un huracán lo hubiese barrido todo”.
Cuando se escriba la historia de este período trágico de Venezuela, la población tendrá una enorme cantidad de “responsables” a quienes culpar por esto. Al acusar, muchos evitarán asumir su propia responsabilidad. Algunos culparán a Chávez; otros culparán a Maduro. Algunos seguirán a sus amados líderes y continuarán acusando a la “élite” y a los capitalistas. Los verdaderos creyentes continuarán insistiendo en que no hay una falla inherente en el socialismo; simplemente dirán que se cometieron algunos errores que no se repetirán.
Nosotros no somos las víctimas del mundo que observamos. Nuestros delirios, nuestras creencias tienen consecuencias. El hecho de que nuestros desvaríos sean a menudo invisibles, no los convierte en algo que sea menos poderoso o que tenga una consecuencia menor. De nuevo, Mackay hizo la observación de que una población sujeta a alucinaciones “tan sólo recupera sus sentidos lentamente, uno a uno”.
Los venezolanos todavía no han recuperado sus “sentidos”. El comentarista radial Glen Martínez obstinadamente insiste en que las “reformas” que Chávez instituyó nunca serán revertidas. “No somos la misma gente que éramos antes de 1999”, dijo Martínez. Muchos comparten los sentimientos de Martínez; diariamente los verdaderos creyentes continúan marchando y prometiendo derramar su sangre en apoyo al gobierno.
No hay mejor libro que el clásico de Friedrich Hayek, Camino a la Servidumbre, para explicar los desatinos que ayudaron virtualmente a eliminar la economía de mercado y la sociedad civil en Venezuela. Escrito durante las profundidades de la Segunda Guerra Mundial, Hayek concibió su libro como una advertencia a “los socialistas de todos los partidos”. Lo que pasó en Venezuela puede suceder siempre que una masa crítica de la población empieza a mantener ciertas creencias engañosas.
Primer delirio popular: que la libertad significa estar libre de necesidades
Hayek señala que libertad en los países de Occidente tradicionalmente significó “libertad ante la coerción, libertad del poder arbitrario de otros hombres”.
Los socialistas apuntan a una “nueva libertad”, la cual es la “libertad ante las necesidades”, la cual nos libera de “la obligación que nos imponen las circunstancias que inevitablemente limitan el rango de elección de todos nosotros”.
Hayek agrega, “la solicitud de la nueva libertad fue así tan sólo otro nombre para la vieja solicitud de un distribución igualitaria de la riqueza”.
Creer que estos dos tipos de libertad pueden ser combinados es una idea delirante. Hayek señala que la nueva idea de libertad “le dio a los socialistas otra palabra en común que compartían con los liberales y la explotaron a plenitud… Poca gente se dio cuenta [de que la palabra libertad se estaba usando de manera diferente] y aún menos se preguntaron a sí mismos si los dos tipos de libertad que se prometían, en realidad se podían combinar”.
Segundo delirio popular: que sólo la planificación coercitiva puede coordinar la actividad
Casi todos los individuos y organizaciones planifican. Escribe Hayek, no existe “disputa en cuanto a que debemos usar la previsión y el pensamiento sistemático y planificar nuestros asuntos comunitarios”.
Hayek pensó que planear o no planear no es “la verdadera pregunta”. En vez de ella, deberíamos preguntar si “el poseedor de un poder coercitivo debería circunscribirse, en general, a crear las condiciones en las que se les da el mayor espacio al conocimiento y a las iniciativas de los individuos, de forma que puedan hacer planes de la manera más exitosa, o si una utilización racional de nuestros recursos requiere de la dirección central y de la organización de todas nuestras actividades, de acuerdo con algún ‘plan’ construido conscientemente”.
El desastre humanitario en Venezuela tiene mucho tiempo construyéndose. En 2010, gente hambrienta se quedaron esperando mientras “2.340 contenedores con más de 120.000 toneladas de alimentos (estimado para alimentar 17 millones de personas durante un mes) se podrían en barcos” atascados en el puerto gubernamental de Puerto Cabello.
Creer que “el poder coercitivo o la intervención arbitraria de la autoridad”, puede coordinar y ajustar las actividades individuales, es una idea delirante. Con esta alucinación viene la desconfianza en que la economía de mercado puede resolver problemas y potenciar a la sociedad. Aquellos que se apeguen a tales desvaríos pueden encontrarse a sí mismos con hambre.
Tercer delirio popular: que la elección económica no es necesaria
Hayek enumera los signos de advertencia de que una sociedad está en el camino hacia el socialismo. En la ruta hacia el socialismo, la gente culpa “al sistema” por sus problemas y “desean verse liberados de la elección amarga que los hechos severos a menudo imponen sobre ellos”. Están “muy dispuestos a creer que escoger no es en realidad necesario, que les fue impuesto simplemente por un sistema económico en particular, bajo el cual viven”.
Chávez era un maestro en acusar a los demás; por muchos años, la población encontró que sus propios odios eran alimentados por los de él. El capitalismo era un objetivo frecuente de las mentiras de Chávez: “[El capitalismo es] una máquina infernal que produce una cantidad impresionante de pobres por minuto, 26 millones de pobres en 10 años significa 2.6 millones de nuevos pobres cada año, este es el camino, bueno, el camino hacia el infierno”.
Tal como otros tiranos, Chávez nunca ignoró al viejo y confiable villano que es el pueblo judío. Él despotricó de ellos: “Los descendientes de aquellos quienes crucificaron a Cristo… han tomado la propiedad de las riquezas del mundo, una minoría que ha tomado propiedad del oro del mundo, de la plata, de los minerales, del agua, de las mejores tierras, del petróleo, bueno, de las riquezas y han concentrado la riqueza en pocas manos”.
En cuanto a acusar “al sistema”, Hayek hace notar que aún gente bien intencionada pregunta “¿Si fuese necesario para lograr objetivos importantes,” por qué el sistema no podría “ser manejado por gente decente, para bien de la comunidad como un todo?”.
Tal como lo ha hecho notar Jeffrey Tucker, “los socialistas niegan la existencia de la escasez”. Los socialistas explotan el hecho de que, en palabras de Hayek, “todos nosotros encontramos que es difícil de aceptar que hay cosas que se dejan de hacer y que todo mundo admite que son tanto deseables como posibles”. En sociedades que se vuelcan hacia el socialismo, no hay un reconocimiento de la escasez. No hay una apreciación de que “las cosas no pueden hacerse todas al mismo tiempo, que algunas pueden ser obtenidas tan sólo sacrificando a otras”.
De esta manera, surge apoyo hacia la planificación coercitiva, debido a que los individuos “se sienten confiados de que estarán en capacidad de infundir en los directores de esa sociedad, un sentido del valor de un objetivo en particular”. En otras palabras, existe la ilusión de que los planificadores seguirán los deseos de esos individuos y que recibirán más bienes de los que desean, ahorrándoles así la necesidad de tener que hacer una elección. ¿Para qué gastar sus propios ahorros en vivienda o en educación, si usted ha sido convencido que tiene derecho a ambos a cosas pagado por la sociedad?
Es una idea delirante asumir que el papel de un líder político efectivo es controlar lo incontrolable. Creer que la escasez puede ser eliminada y evitadas las elecciones difíciles, es una idea delirante.
Cuarto delirio popular: hay un “Propósito Común”
Es imprescindible entender por qué no puede existir tal cosa como un “objetivo en común”. Todos los planes impuestos serán para ganar o perder, beneficiando a algunos y dañando a otros. Hayek explica que “El bienestar y la felicidad de millones no puede ser medido con una escala uniforme de menos o más. El bienestar de la gente, como la felicidad del hombre, depende de una gran cantidad de cosas, que pueden ser ofrecidas en una variedad infinita de combinaciones”.
El delirio de los socialistas el cual les es más difícil dejar de lado, es que hay planes impuestos que benefician a todos. Los venezolanos han visto nacionalizar los medios de producción en nombre del bien común y con cada intervención su estándar de vida se ha reducido cada vez más.
Nada se puede hacer por sí solo en un Estado totalitario. “Cada actividad debe derivar su justificación a partir de un propósito social consciente” determinado por los gobernantes totalitarios. “No puede haber una actividad espontánea, que no haya sido guiada, debido a que puede producir resultados que fueron previstos o que no resultaban del plan. El plan puede producir algo nuevo, impensable en la filosofía del planificador”.
Quinto delirio popular: que el fin justifica los medios
Quienes coaccionan creen que saben más sobre qué es lo que es mejor para usted. Si se tienen que quebrar algunos huevos, ese es un precio pequeño que hay que pagar por la torta de huevos. Hayek advierte que la idea de que “el fin justifica los medios” conduce a un totalitarismo amoral: “Literalmente no hay nada que el colectivista consistente no deba estar preparado para hacer, si eso sirve ‘para bien de todos’ dado que ‘el bien de todos’ es, para él, el único criterio sobre lo que deberá hacerse”.
Dado que no hay una mayoría que esté de acuerdo con un plan de acción específico para promover un “bien común” inexistente, son los peores de la sociedad quienes llegan a la cima en una economía centralmente planificada.
Los “peores” tomarán ventaja del hecho de que el acuerdo puede ser alcanzado más fácilmente si se enfoca en un “programa negativo”. Este programa negativo gira en torno a agitar un odio primitivo, contrastando a “nosotros” con “ellos”. Si los venezolanos no fueran susceptibles a la agitación de pasiones delirantes, Chávez y Maduro no habrían tenido éxito en obtener “la lealtad incondicional de enormes masas”.
Las “masas” que los “peores” buscan movilizar, incluirán a quienes en sí no tienen principios. Hayek advierte que aquellos quienes tienen “ideas imperfectamente formadas son fácilmente seducidos”; sus “pasiones y emociones son excitadas con facilidad”.
El final del camino
“Para lograr que el sistema totalitario funcione eficientemente”, observó Hayek, “no es suficiente que todo mundo esté obligado a trabajar hacia las mismas metas. Es esencial que la gente llegue a considerar los objetivos como propios ”.
La finalidad del juego es que la población no llegue a darse cuenta que está en el camino hacia la servidumbre literalmente. Hayek escribe: “Si el sentimiento de opresión en los países totalitarios es en general menos agudo de lo que se imagina la mayoría de las personas en los países liberales, eso se debe a que los gobiernos totalitarios logran hacer que la gente piense tal como ellos quieren que piensen”.
Esa es la razón por la cual el estado totalitario busca eliminar las escuelas privadas y socializar la educación.
En 2012, el gobierno de Chávez puso en práctica la “Resolución 058”. “La resolución establece que todas las decisiones en cada escuela -pública o privada- debe involucrar a los padres, maestros, estudiantes, trabajadores y la comunidad” para “construir un nuevo modelo de sociedad socialista”. Este modelo incluye la creencia de que el Estado es la fuente del bienestar.
Los venezolanos tendrán que recuperarse de sus delirios “uno a uno”. Llegará un momento en que, debido al sufrimiento, una masa crítica de venezolanos ya no pensará más lo que el gobierno quiere que ellos piensen. Entre tanto, recordemos que Hayek escribió Camino de Servidumbre para advertir que el descenso hacia el socialismo puede suceder en cualquier lado. Tengamos empatía por el sufrimiento de los venezolanos y, tal como Hayek habría tenido la esperanza, miremos y aprendamos.
Barry Brownstein es profesor emérito de economía y liderazgo en la Universidad de Baltimore. Es el autor de The Inner-Work of Leadership . Para recibir los ensayos de Barry, suscríbase a Mindset Shifts .