La administración Trump parece estar decidida a provocar una implosión en el régimen iraní. La presión que EE. UU. ejerce sobre los islámicos, en sus esfuerzos por luchar contra el terrorismo mediante la limitación de sus principales financistas (Irán), subirá de nivel luego de que el Secretario de Estado, Mike Pompeo, anunciara que «Estados Unidos está iniciando el restablecimiento de prácticamente todas las sanciones contra Irán levantadas en virtud de la Resolución 2231 del Consejo de Seguridad de la ONU».
I notified the @UN Secretary-General and the Security Council President that the U.S. is initiating the restoration of virtually all sanctions on Iran lifted under UN Security Council Resolution 2231. Those sanctions will go back into effect in 30 days. America will not appease. pic.twitter.com/NGzffu34a4
— Secretary Pompeo (@SecPompeo) August 21, 2020
Este anuncio no sale de la mera nada, sino de toda una articulación de políticas exteriores que han ido en función de ahogar al régimen iraní. Pompeo habló con el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, y con el presidente del Consejo de Seguridad de la ONU y les informó que las sanciones entrarían en vigor, nuevamente, dentro de 30 días.
El reciente anuncio estadounidense es simple y claro: EE. UU. no permitirá que el principal Estado espónsor del terrorismo a nivel global comercialice libremente armas, misiles, tanques y otro tipo de armas convencionales. Esta medida endurece aún más la postura de la administración Trump contra Irán, respaldando el curso que la política exterior americana tomó en los últimos dos años.
Hay que recordar que EE. UU. se retiró del acuerdo nuclear en el 2018 y, a partir de esa histórica decisión —que traía consigo lastrarse del rumbo tomado por el gobierno de Obama—, las políticas americanas fueron durísimas contra Irán: se impusieron sanciones contra empresas que comercien con el régimen iraní, se dieron de baja a varios generales y altos jerarcas del régimen —caso Soleimani, el más repercutido—, se le presionó a nivel político y también se articularon una serie de políticas en torno a fortalecer, a priori, los aliados de Occidente en Medio Oriente.
Dos ejemplos de ello: el histórico acuerdo de paz entre Israel y los Emiratos Árabes como el más reciente y, anteriormente, la pacificación del enfrentamiento entre los talibanes y los aliados en la guerra de Afganistán.
Toda la articulación y movimientos americanos llevan una misión: dejar atrás las malas decisiones de la administración de Obama en Medio Oriente. El predecesor de Trump dejó un saldo gravísimo, entre los que se destaca un Irán fortalecido, una gran cantidad de conflictos armados y políticos en boga, la imagen de EE. UU. y aliados como los culpables de la película —las bombas lanzadas por Obama y la nula capacidad para resolver problemas ha calado hondo en la opinión pública— y una expansión del terrorismo a nivel global; todo este lastre, poco a poco se ha ido revirtiendo, y por eso se puede considerar el mayor logro de la administración Trump en política exterior.
El enfrentamiento directo a Irán ha permitido que EE. UU. y sus aliados tengan mayor rango de maniobra, al mismo tiempo, se le limitó la zona de movimiento al régimen iraní y con eso su nivel de influencia global. Recientemente, CNN reveló como Irán intentó desestabilizar el proceso de paz en Afganistán. Esa información demostró lo importante que ha sido para Medio Oriente limitar al Ayatolá y fortalecer a los países aliados.
Parece que las imposiciones de EE. UU. se intensificarán para marcarle el límite a Irán y seguir presionándolos paulatina y constantemente hasta lograr su implosión.