He estado bastante decepcionado últimamente con los grandes medios, esos que, con su prestigio y gran trayectoria, tienen la suficiente capacidad de imponer líneas de pensamiento a placer. Asumo que es un proceso de crecimiento que cada periodista afrontará a su manera, en su justa medida y tiempo, mediante sus propias convicciones e ideas. También pensé en lo que ya es una verdad innegable: los medios alternativos cobraron un peso importante.
A mí aún me falta el título, pero ya ejerzo esta maravillosa profesión que está llamada a ponerse del lado de la realidad, que muchas veces es incomoda, sí; pero no por ello debe relegársela de forma obscena y complaciente; como muchos grandes medios hacen sin ningún tipo de valor y ética. Por el contrario, es esa incomodidad lo que hace que una noticia o un hecho sea relevante. Y requiere valor decirlo. Esa valentía se está perdiendo, quizás es un problema que provenga de la corrección política y no necesariamente de agendas oscuras. O tal vez ambas influyen.
Los grandes medios tradicionales, esos que antes tenían el monopolio informativo, ahora tienen un gran talón de Aquiles: la libertad de los medios alternativos. Es curioso porque es, justamente, el prestigio y la fiabilidad de los medios más reconocidos, los que les permiten calar más hondo en la opinión pública generando matrices de opinión a partir de agendas particulares; y son, en detrimento de la realidad, los medios más independientes y que no están sujetos a agendas partidarias más allá de las convicciones y la libertad de pensamiento, los que son catalogados como difundidores o formadores de mentiras. O lo que es más patético: padecimiento de objetividad al momento de dar una noticia. Pregunto inocentemente: ¿Es que acaso el WaPo o CNN son objetivos al momento de hablar sobre Donald Trump? ¿La DW es objetiva cuando se refiera a la tiranía de Maduro como gobierno venezolano? ¿Y son los medios alternativos poco objetivos cuando, sin temor a herir susceptibilidades, presentan noticias mediante la sinceridad de su línea de ideas? Es mucho más veraz y “objetivo” que un medio se presente con sus valores e ideas por delante. Sin engañar a nadie. ¡Así debería ser!
“Tienen que ser objetivos”, patrañas y mentiras. Eso que muchos piden no es más que la falsa objetividad. Porque tener realidades incomodas a la mano y por temor a represalias no difundirlas, es un atentado a la libertad de prensa y al respeto de la ciudadanía. ¿Por qué hasta ahora casi ninguno de los grandes medios estadounidenses está hablando del Obamagate? Por supuesto, porque es mucho más fácil apuñalar a Trump por su gestión de la pandemia —en año electoral– que tocar la realidad incómoda e ineludible de lo que posiblemente será el mayor escándalo de abuso de poder de la historia de los Estados Unidos. Todo a falta de confirmación, pero la actitud de los medios, a priori, es reveladora.
La situación mundial, con el confinamiento y la pandemia, también ha sacado a relucir el debate que ya parecía haber quedado sobre las libertades individuales. Solo que ahora se presenta polarizadamente en algo bastante ruin, macabro y manipulador: libertad o seguridad, economía o salud, vida o muerte. Tal y como lo presenta el actual presidente de Argentina, Alberto Fernández, quien ha dicho que antepone la salud ante todo y que en este contexto es poco relevante que en el país sudamericano suba el índice de pobreza en diez puntos porcentuales. ¿Es que acaso todo eso no puede trabajar cooperativamente? Es decir, se plantea de forma exacerbada que los que abogamos por la libertad individual somos “la muerte”, porque queremos que la gente pueda trabajar. Son tan manipuladores, que nunca te dicen que esa flexibilización llegaría bajo condiciones sanitarias que eviten la proliferación del COVID-19 (hasta donde más se pueda) y así evitar una catástrofe mundial por el aumento de la pobreza extrema y el hambre. Que, por cierto, ya parece inminente.
Pero no, es más fácil y políticamente correcto hablar bien de los procesos de cuarentena absoluta. Es mucho más mercadeable criticar la postura inicial de Boris Johnson —que después cambió drásticamente– que señalar con el dedo a la gestión de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en España. Es muy sencillo, también, decir que Alberto Fernández fue un “pionero” de la cuarentena restrictiva, siendo que, su vecino Paraguay —con todos los problemas que pueda tener– no solo se anticipó mucho antes, sino que también tiene mejor controlado el virus y lleva un proceso de desconfinamiento —de momento– efectivo; pero aún expectante de cómo puede salir todo. Poco se habla de, por ejemplo, Uruguay, que implementó un sistema de confinamiento mucho menos restrictivo y que hasta ahora ha funcionado. Entonces, ¿los que apuestan por el desconfinamiento o decidieron no implementar cuarentenas absolutas son unos descerebrados? Siempre existió la doble vara para medir.
Es curioso, porque en realidad aún nadie sabe cuál es la mejor forma de frenar la propagación del coronavirus. Hay países a los que el confinamiento absoluto les funcionó muy bien, y hay otros a los que no; lo mismo por parte de aquellos que optaron por un confinamiento menos restrictivo. ¿Entonces? ¿Cuál es la objetividad de los medios tradicionales? Esa que le piden a los alternativos, pecando de fatal arrogancia e hipocresía. Lo mencionan por el simple hecho de que una noticia no va en sintonía de sus posturas. La incoherencia andante.
Que no nos engañen más, son los medios alternativos los que cargarán con la inmensa responsabilidad de elevarse y decir realidades incomodas y políticamente incorrectas. Todo porque el negocio de los medios tradicionales depende y dependerá de sus lectores, de los financiamientos, de las agendas; quedar bien con Dios y el diablo será el pan de cada día, no señalar con el dedo pese a tener los hechos en las manos también será muy recurrente, siempre y cuando al que haya que señalar no sea uno de los crucificados por la opinión pública; a ese, hasta sin pruebas pueden darle con el garrote.
En la época donde las libertades individuales y, en especial, la libertad de expresión está apuntada desde todos los flancos, serán los independientes quienes carguen con el peso de ponerse del lado de la realidad; o lo más cercano a eso. Los temas que los grandes no tocan, tendrán que ser llevados a la luz. Esa es la bendición de las redes, el monopolio de la información terminó. Pese a que se intentará censurar y desprestigiar (como lo hacen las mismas plataformas sociales), el riesgo vale la pena.
La era de los medios alternativos ha llegado, los tradicionales tendrán competencia en la batalla de las convicciones.