Antes de que el comunismo fuera ideado e impulsado por el sociólogo del Reino de Prusia, Karl Marx, el filósofo griego, Platón, en su obra “La República”, hizo la primera descripción en uno de sus diálogos de lo que se conocería como protocomunismo. Este comunismo platónico supone la limitación de la familia con la educación colectiva de los niños, y la entrega de toda propiedad privada a la ciudad.
Muchos años y pensadores después, la Iglesia Cristiana dejó entrever mensajes que pudieran leerse como “colectivistas”, pero no como “comunistas”, pues debe tomarse en cuenta el tamaño y la organización de las sociedades en aquel entonces; a partir de ello se fueron desarrollando doctrinas de pensamiento de prominentes individuos, que nunca llegaron a alcanzar una potencia como el argumento general desarrollado por Marx, pero que pudo influir sus teorías, tales como el filósofo suizo Jean Jacques Rousseau o el líder de la Revolución francesa Maximilien Robespierre.
En esa misma Europa tan revoltosa por aquellos años, la señora Henrietta Pressburg daría a luz a su tercer hijo un 5 de mayo de 1818, a quién llamaría Carl, pero un error en el registro lo asentaría como Karl, y así pasaría a adoptar el nombre por el que años después se haría mundialmente conocido: Karl Marx. El pensador tras la ideología del desastre había nacido en el Reino de Prusia (actual Alemania), fue este quien teorizó sobre la “necesidad” de sustituir al sistema capitalista con la “democracia obrera”, lo que abriría paso al socialismo, el cual a su vez, tras desarrollarse debería culminar en una sociedad sin Estado y sin clases, a la cual denominó “comunismo”; algo totalmente absurdo y descabellado, tomando en cuenta que un Estado jamás propiciaría su propia desintegración, perdiendo así todos los privilegios de la clase gobernante.
A raíz de las ideas de Marx, creció el discurso de un hombrecito de estatura baja y perspicaz llamado Vladimir Ilich, mejor conocido como “Lenin”, quien durante años conspiró para derrocar a la dinastía rusa de los Romanov, y a través del partido bolchevique tomó el control de Rusia luego de que se ordenase la ejecución del Zar Nicolás II, en compañía de su esposa la Zarina Alejandra Fiódorovna, su hijo Alexis, sus hijas Olga, Tatiana, María y Anastasia, y algunos de sus empleados.
Tras la ejecución sangrienta y a quemarropa ocurrida en el sótano de la casa donde se encontraban “resguardados”, Lenin volvió a Rusia de inmediato después de su largo exilio y estableció las bases del socialismo, que sería continuado por Stalin, y traería la muerte por hambruna de unos 8 millones de habitantes en sus primeros años. Las razones de esta catástrofe económica son notorias, nada más el número de muertes por hambre es indicio suficiente para catalogar de auténtico fracaso el impulso del marxismo, sin embargo, a pesar de ello, hasta el día de hoy siguen existiendo movimientos políticos, grupos sociales y gobiernos, intentando aplicar un modelo de Estado con suficiente evidencia de ser una guillotina.
Animado por las teorías del sociólogo prusiano, Lenin siguió también muy de cerca la economía de guerra alemana durante la Primera Guerra Mundial, admirado por el control de cadenas de suministro por parte de los comités de empresarios industriales y el racionamiento de materias primas a precios fijos.
El fin de lo que ellos mismos denominarían en su momento “comunismo de guerra”, era la movilización, producción, acumulación y expansión de la Unión Soviética, la cual llegó a conformarse en su momento de mayor auge por Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Estonia, Georgia, Kazajistán, Kirguistán, Letonia, Lituania, Moldavia, Rusia, Tayikistán, Turkmenistán, Ucrania y Uzbekistán, ocupando 1/6 partes del planeta tierra.
Para garantizar el expansionismo y las prácticas socialistas al pie de la letra, se conformó una policía secreta con labores de vigilancia sobre la ciudadanía, quienes debían cumplir a cabalidad los ordenamientos del partido bolchevique impulsados por el miedo.
En Rusia, la renta per cápita en 1916, mientras se desarrollaba la Primera Guerra Mundial y con el zarismo aún en el poder, se encontraba en los 1.235 dólares internacionales, valor que llegó a disminuir hasta los 526 dólares internacionales para 1921 ante el fracaso del mandato de Lenin. Esto se traducía en un colapso del 58 % de la economía rusa en cuestión de 5 años, no en vano, hombres, mujeres y niños morían de hambre por montones. Durante este lamentable episodio, la producción agraria se contrajo en un 40 %, y la industrial en un 69 %, esta fue la antesala del famoso Holodomor ocurrido en Ucrania.
Años después, con Lenin muerto y Stalin en el poder, se decidió forzar la colectivización del agro soviético, lo que no era otra cosa que una burda expropiación de tierras (algo similar a lo ocurrido recientemente en Venezuela); esto con el propósito de alimentar el ejército y los trabajadores industriales, mientras se le prohibía a los trabajadores del agro, consumir los alimentos que ellos mismos producían, bajo pena de fusilamiento.
El Estado soviético comenzó entonces a requisar y a fijar precios bajos a las cosechas (algo que también ocurrió en Venezuela a partir del gobierno de Chávez), estas políticas condicionaron una disminución todavía peor en el ya empobrecido agro ruso a comienzo de los años 30, lo que siguió generando hambrunas y represión. En definitiva, era una política de Estado, Stalin había decidido matar de hambre a millones de ucranianos, con el fin de poder abastecer de alimentos a la fuerza laboral industrializada rusa, tras el descalabro de la economía.
A pesar de estos absurdos, el régimen soviético logró mantenerse en pie e incluso resistir a la Segunda Guerra Mundial, todo esto gracias a su férreo control policial, la represión, el miedo, a la utilización de diversas tácticas políticas por parte de Stalin y sus predecesores, como formar y manejar sus propias “oposiciones políticas”, y al incremento constante de sus fuerzas militares motivado a “enemigos externos”.
Cuando Gorbachov asume la secretaría general del Comité Central Partido Comunista de la Unión Soviética en 1985, el consumo per cápita de la URSS era aproximadamente 72 % inferior al de los estadounidenses, lo que deja constancia de la enorme distorsión y diferencias entre la calidad de vida de los soviéticos y su modelo socialista, y los estadounidenses con el modelo capitalista.
Aun así, en el siglo pasado, el marxismo con sus diferentes aristas, pero mayoritariamente el marxismo-leninismo fue aplicado en diferentes países del mundo, como es el caso de China, Vietnam, Corea del Norte, Mongolia, Yugoslavia, Albania, Etiopia, Camboya, Alemania Oriental, Hungría, Chile, Checoslovaquia, Bulgaria, Rumania, Yemen del Sur, Laos, Yemen, Somalia, Mozambique, Congo-Brazzaville, Guinea-Bisáu, Birmania, Nicaragua, Granada, Afganistán, Polonia y Cuba; en todos estos Estados ha sido necesaria la imposición de fuertes regímenes policiales completamente represivos para el sostenimiento de sus políticas, las cuales además, en ningún caso han generado beneficios económicos o en la calidad de vida de sus ciudadanos, por el contrario han quebrado el aparato productor de las naciones, han masacrado, torturado y asesinado ciudadanos para imponer sus políticas sociales, han producido migraciones y deserciones multitudinarias hacia países con modelos de economía de libre mercado, han exterminado sus propios pueblos provocando genocidios (caso Camboya), y han terminado por optar en abandonar las políticas socialistas para alcanzar el desarrollo de sus sociedades (caso China, Chile, Vietnam) que se han convertido en economías capitalistas; se han disuelto (caso Yugoslavia, Alemania Oriental); o han continuado bajo la dinámica de los abusos, la tiranía y el empobrecimiento hasta hoy (caso Corea del Norte, Cuba, y actualmente Venezuela).
La criatura de Marx casi nunca llegó a desarrollarse por completo, pues en sus nociones el comunismo era la etapa siguiente al socialismo, que al menos en la teoría debía carecer de un Estado. Contrario a lo que muchos piensan el comunismo y socialismo no se excluyen, sencillamente, el socialismo es un interín hasta alcanzar esa “sociedad utópica comunista” que tan solo se dio a medias durante un par de años en la época comunista de guerra bajo Lenin, y en el “Gran salto adelante” en China a fines de la década de los 50. Por eso, hablar hoy día de comunismo en Cuba resulta incorrecto, lo que predomina en Estados autoritarios como el cubano o venezolano, es precisamente el socialismo, solo que la izquierda mundial ha intentando atribuir a todo lo pestilente y nocivo para su ideología al “comunismo” para intentar sanear la imagen del “socialismo”, cuando lo cierto es que, son el mismo monstruo, solo que al último no le ha crecido la última pata (la destrucción del Estado) porque nunca convendrá a sus jerarcas.
Este texto forma parte del libro de Emmanuel Rincón “La reinvención ideológica de América Latina“.