
Para nadie es un secreto que los postulados del comunista Antonio Gramsci se han ido cumpliendo a lo largo de los años: “La conquista del poder cultural es previa a la del poder político y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados ‘orgánicos’ infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios”. El italiano fue uno de los pioneros en demostrar que el comunismo no podía instaurarse por la fuerza en el mundo, sino a través de la intromisión de sus agentes en los espacios culturales para así lograr que las personas acepten el comunismo de forma natural.
Uno de los mejores ejemplos de todo esto es la autoridad que emana de los Premios Nobel en sus distintos campos, pero sobre todo en el económico, que es a su vez el nobel más político de todos, puesto que sirve para implementar ideologías, pero ya no desde la aparente defensa al socialismo o al capitalismo, sino en nombre de una supuesta ecuanimidad académica.
Durante los últimos años varios merecedores del Nobel han ido defendiendo y promulgando las fracasadas ideas socialistas, Paul Krugman, por ejemplo, Nobel de Economía del 2008, se atrevió a decir que el problema en Venezuela no era el socialismo, afirmando que Chávez había hecho bien en redirigir el dinero del petróleo para “favorecer” a las clases laborales, pero que al morir, Maduro no supo cuándo parar, y el derrumbe de los precios del petróleo llevó al sustituto de Chávez a imprimir billetes para soportar el gasto público y conducir a la economía a la hiperinflación. En definitiva, para Krugman no fue el socialismo lo que arruinó a Venezuela, sino la caída del precio del petróleo y una mala decisión de Maduro. Así el nobel omite todos los desaciertos, expropiaciones, subsidios, controles de precio, nacionalizaciones, control de divisas, proteccionismo, despilfarro, corrupción y demás medidas absurdas realizadas durante 21 años en nombre del socialismo.
Evidentemente estos defensores encubiertos del socialismo y el comunismo laureados con el Nobel son tomados por una gran mayoría de personas en el mundo como referencia, todo aquel no muy interesado en las ciencias políticas y económicas leerá que un Premio Nobel de Economía dice “A”, y entonces “A” deberá ser puesto en práctica sin ninguna duda.
En esta ocasión fue Joseph Stiglitz quien asumió el turno al bate a través de la Comisión Independiente para la Reforma de la Fiscalidad Corporativa Internacional y pidió asesinar a las empresas privadas del mundo entero en nombre del coronavirus (COVID-19) para instaurar el comunismo. Por supuesto, el laureado economista no apelará a mensajes emocionales para las masas, no dirá abiertamente “asesinen a las empresas”, sino que usará un lenguaje técnico de difícil comprensión en los que pida ejecutar acciones que “asesinen las empresas”, cuando parece que está salvando al mundo.

De esta forma, ayer me encontré con esta noticia que salió publicada en los diarios del mundo entero a través de diferentes agencias de cable en donde el mencionado economista, junto a la Comisión anteriormente mencionada, decía que:
“Los Gobiernos de todo el mundo deben aumentar la recaudación mediante el impuesto de sociedades y el control fiscal como medidas para lograr la recuperación ante la crisis económica provocada por la pandemia del covid-19”, en ese sentido citaban a los laureados economistas:
“Rebajar los tipos nominales del impuesto de sociedades para estimular la inversión en la reconstrucción no será una opción económicamente efectiva ni socialmente adecuada. Por el contrario —agrega—, la recaudación sobre los beneficios empresariales debe reforzarse con base en un modelo que intensifique la cooperación internacional y que ponga coto a la erosión de la base y tipos mínimos”.
Se los voy a ir traduciendo paulatinamente, lo que dicen los señores economistas es que no es viable bajar los impuestos de las empresas tras la pandemia, sino que hay que elevarlos por ser tiempos difíciles. Copiaré otro extracto de la nota:
“La ICRICT argumenta que la pandemia ha obligado a todos los Gobiernos a aumentar el gasto público para asegurar la respuesta sanitaria, proteger el empleo y ayudar a las familias vulnerables; unos gastos que opina que no deben recaer desproporcionadamente sobre quienes menos tienen. Por ello, este grupo de economistas centra su lupa en las mayores corporaciones y entre las medidas fiscales que proponen aplicar de manera global, están también crear impuestos progresivos sobre los servicios digitales y aplicar un tipo impositivo más elevado a los beneficios extraordinarios de las grandes empresas. La institución también propone establecer que el impuesto de sociedades de todos los países no sea inferior al 25 % para detener la erosión de bases impositivas y la deslocalización fiscal”.
Sigo traduciendo, lo que piden los destacados economistas es aumentar los impuestos en todos los países con tributación baja, para según ellos, evitar que escapen compañías a países donde la carga fiscal no sea tan salvaje. A su vez, están pidiendo que crezca la intervención del Estado, y por supuesto que todo esto se haga justo en este momento de crisis económica mundial, que aumenten las tasas de tributación para “poder resolver el coronavirus”, cuando la mayoría de empresas en la India, Canadá, Colombia, Argentina, China, Italia y hasta Júpiter no han producido un dólar en meses debido a los cierres masivos por la cuarentena.
Es decir, perdón la redundancia, lo que proponen estos salvajes asesinos es que la empresa privada que produce el empleo de millones de ciudadanos en el planeta y les permite comer, sean sometidas a una tributación especialmente elevada justo después de que han pasado meses endeudándose para poder cubrir sus costos sin producir un dólar; no, pues no dicen textualmente “asesinen a las empresas privadas”, ellos usan sus premios y lenguaje técnico para decir de forma elegante y justificada que hay que aumentar cobros al sector privado que ya de por sí está quebrado y endeudado, para terminarlo de rematar y que el Estado asuma por completo el control.
Todo esto para cerrar como siempre hincando sus garras sobre los “perversos ricos”: “Si los más ricos no acaban soportando una parte proporcional de la carga económica de la pandemia, ni la recaudación nacional sobre impuestos como el impuesto sobre la renta ni incluso la coordinación internacional sobre la tributación empresarial serán suficientes”, asegura el informe en cuya difusión también ha participado Oxfam Internacional.
Economistas como @JosephEStiglitz, @PikettyLeMonde, @Jayati1609 y @JoseA_Ocampo que ha reunido la @icrict y @Oxfam, coinciden en que la recuperación a la crisis de la #COVID19 debería ser afrontada con una reforma tributaria, un sistema fiscal más justo. https://t.co/GnGEINkDQi
— Oxfam Intermón (@OxfamIntermon) June 16, 2020
Y no se les pase por alto esta pequeña parte: “piden también crear impuestos progresivos sobre los servicios digitales”. ¿Saben que significa esto no? Pues de entrada la ambigüedad y falta de precisión da para muchas interpretaciones, pero abre la puerta a cobros de impuestos para uso de Facebook, Instagram, Twitter, Internet, Banca Digital, etcétera. Es decir, los destacados economistas están cerca de pedir que se nos carguen impuestos por respirar.
Hoy sin duda alguna los postulados de Gramsci están más vigentes que nunca, él fue el verdadero genio revolucionario, no Marx, fue él quien ideó la manera perfecta de joderse en los humanos, a través de la cultura, y lamentablemente lo están logrando, a través de la propaganda, los medios de comunicación, los académicos y, cabe acotar, por la pasividad de los buenos.