Entramados gigantes de corrupción, un desfalco petrolero y mineral que involucra a actores de ambos lados de la ecuación: torturadores y “torturados”. Con una línea roja separando lo que se ha considerado durante años como oficialismo y oposición, es difícil para los venezolanos determinar realmente en quién se pueden confiar.
La pregunta que se ha suscitado los últimos años en Venezuela es la siguiente: ¿debemos acoger una unidad que involucre a todos los participantes sin excepción? ¿O debemos antes realizar una limpieza moral e ideológica que nos lleve a una transición exitosa?
Es difícil de determinar, la política es, quizás junto a la religión, el único campo del pensamiento humano donde resulta imposible atribuirse la razón ciegamente; quien declare de forma omnipotente tener la razón en sus manos en una situación tan comprometedora y encrucijada como la venezolana, es alguien en quien no se puede confiar.
Como venezolanos, políticos o no, según nuestras vivencias y perspectivas, tenemos todos una idea de cómo salir de esta desgracia que nos azota desde hace 20 años. Aproximadamente un 90 % del país coincide en que es vital salir de la dictadura. En lo que no coincide la población venezolana, sin embargo, es en cómo se debe salir de ella.
Hay quienes promueven el diálogo y las negociaciones; otros, elecciones libres; otros, una intervención militar. En lo personal, soy partidario de la última opción, y me parece tonto, por no decir inocente (o quizás cómplice) quien después de 20 años sea capaz de creer en otra forma de salir de un partido político criminal, narcotraficante, terrorista y en poder de las instituciones del Estado. Sin embargo, si llegase a darse esa salida consensuada que algunos promueven, bienvenida sea, siempre y cuando no se dejen lastres del Estado criminal en la estructura política del futuro, pues la transición a la democracia podría convertirse en la transición a una nueva forma de monocracia militar.
Volviendo al punto de partida, se hace imperante determinar cómo debemos organizarnos como oposición, no solo para dar el siguiente paso de cese de la usurpación, sino también para fomentar y establecer las bases que nos permitirán reconstruir un país en ruinas, mediante un sistema uniforme que abogue por la propiedad privada y el libre mercado, si así lo quiere el pueblo y lo permite el establishment socialista opositor.
Entre todos los daños enormes que ha ocasionado el chavismo en Venezuela, destaca la deconstrucción y a su vez deformación de las estructuras políticas del país, fomentando la creación de partidos invertebrados sin un norte fijo, cuyo único propósito es adversar al chavismo sin dejar claro cuáles serían sus planes de gobierno.
En la mayoría de los partidos políticos que hoy adversan al régimen narcoterrorista de Nicolás Maduro existen personas valiosas, y otras a las que yo les haría la cruz sin pensarlo; pero por supuesto, esta es una opinión muy subjetiva y no me atrevería a pedirle a nadie que comparta mis apreciaciones.
Comencemos con Voluntad Popular, el partido del actual presidente interino, Juan Guaidó. En esta organización tengo amigos y también conocidos, aunque desconozco las razones por la cuales está inscrito en la internacional socialista, razón por la que nunca lo apoyé. No obstante, Leopoldo López es una persona que con sus logros y desaciertos me inspira confianza, a quien no veo negociando con gente del régimen; sin que esto quiera decir que su personalismo y egocentrismo pueda haber herido o dañado en ocasiones la afrenta por la libertad.
Hoy, en Voluntad Popular deslumbra Juan Guaidó, el presidente interino, con respaldo de más de 60 países, y cuyos primeros dos meses de gestión me sedujeron, a pesar de que ahora me tiene completamente desencantado. Debo insistir, yo también soy un ser humano, racional y emocional, quiero desesperadamente que esta atrocidad termine, y siento que Guaidó ha escogido la ruta equivocada, probablemente aconsejado por personas del establishment político que no son de mi agrado. En lo particular, Guaidó no me genera desconfianza, incluso ahora, que ha decidido convertir en Jefe de Gabinete a Luis Florido, luego de que el propio Leopoldo lo desterrara. Para mí, esto es una mala señal.
Para subrayar en Voluntad Popular, destaca David Smolansky, alguien preparado y sensato, salvo el desliz cuando las protestas en El Hatillo.
Primero Justicia: el partido de Julio Borges y Capriles Radonski. Henrique fue quizás el único político venezolano al que apoyé de forma ferviente, lo creía un tipo mesurado, razonable, inteligente, y lo suficientemente capaz como para reconstruir Venezuela. Hoy, siento eso que algunos sentimos al pasar los años y encontrarnos con una exnovia que claramente ha tomado el camino equivocado en la vida, casi provocando vergüenza admitir que alguna vez se creyó en esa persona. No creo que Capriles colabore con el gobierno, pero sí creo que está involucrado hasta la nariz en Obedrecht y eso le ha obligado a comportarse de formas no convenientes.
Julio Borges es la otra manzana en discordia, no lo veo colaborador con el régimen, pero lo considero inocente, incauto y, si cabe el adjetivo, tonto en su actuar. Ha entregado nombres de militares y colaboradores de la democracia, ha hecho muchas veces las cosas mal. No desconfío de él, sencillamente me parece sin capacidades para manejar la situación y su propio partido.
En Primero Justicia aparece otra camada de diputados jóvenes con tendencias ideológicas completamente dispares, es por ello que podemos ver a un Miguel Pizarro y a un Juan Requesens (hoy preso), con posturas completamente antagónicas. Sobre el primero, un hijo de emigrantes con ascendencia chilena, de visión social allendista que en más de una ocasión ha atacado abiertamente las visiones ideológicas de derecha, Pizarro es definitivamente de toda la nueva camada, la figura en la que menos confío. Juan Requesens, con quien tuve mis diferencias en algún momento, me demostró ser una persona comprometida, luchadora, y con un discurso de confrontación totalmente abierto contra el chavismo y todo lo que representa. Desconozco a fondo sus posturas ideológicas, y a pesar de saber su proveniencia de Acción Democrática, valoro mucho su entrega y lucha por Venezuela. Espero que en el futuro sea un aliado por la reconstrucción del país.
Del partido de Manuel Rosales, Un Nuevo Tiempo, no veo necesidad de extenderme, nadie sabe qué es o qué representa Manuel Rosales y su gente, cuál es su tendencia o qué aspiran. Lo único que trasciende sobre él es que volvió del exilio para ingresar a prisión y luego salir en extrañas circunstancias, emitiendo declaraciones “amigables” con la dictadura. Su partido ha seguido la misma línea comunicacional pobre y complaciente. Confianza cero.
En Acción Democrática nos encontramos con Ramos Allup. Al respecto, voy a revelar una confidencia personal: me fui del país gracias al dictador de AD, cuando declaró que iría a participar en las elecciones regionales convocadas por la ilegal Asamblea Constituyente; la indignación no me cupo en el pecho. Días antes un Guardia Nacional había asesinado de un disparo en la cabeza al hermano de 18 años de una amiga. Su nombre era Gustavo Villasmil. Junto a él, el fatídico día de la Constituyente murieron solo en el Táchira 15 personas. En ese momento de impotencia decidí que tenía que salir del país, porque comprendí en esa instancia que, como muchos venezolanos, mi destino podía ser la cárcel y que sería un sacrificio estúpido puesto que los de Ramos Allup buscarían la forma de seguir negociando con el régimen y de lucrar con el sufrimiento venezolano. Los contratos del hijo del tirano de AD con la administración pública han salido al aire; su partido fue a postrarse a la Constituyente tras las elecciones regionales.
Hoy, todo lo que queda dentro de Acción Democrática, aquel partido que fundó la democracia venezolana, está podrido.
Por último esta VENTE, el partido de María Corina, de la tan contrariada por todas partes María Corina. Debo confesar que durante muchos años María Corina no fue de mi agrado, sus declaraciones me parecían salidas de tono y poco coherentes con el acontecer político venezolano. No sé si el tiempo le fue dando la razón, o si las condiciones tiránicas impulsadas por la dictadura agrandaron su discurso. Hoy en día, la considero la única opción política en Venezuela completamente confiable, sin nada que temer en cuanto a actos de corrupción o complicidades con el régimen, y con un discurso que busca quebrar la tiranía sin dejar rastros de chavismo en el país. ¿Qué le critico a María Corina? Me parece que tiene falta de tacto, de diplomacia, y eso le ha causado muchas enemistades y le ha impedido construir alianzas que la empoderen realmente y le permitan, al mismo tiempo, tener mayor influencia en las decisiones políticas de la oposición.
Yo nunca apoyé a Leopoldo López, siempre apoyé a Capriles, y hoy creo en María Corina. No obstante, hoy jamás apoyaría al segundo, podría darle una oportunidad al primero, y si considero que la tercera se desvía de lo que creo es el camino correcto, también le dejaría de apoyar. En definitiva, es muy difícil precisar en quién podemos confiar con ojos cerrados.
Lo que cabe destacar es que los partidos están conformados por perfiles ideológicos dispares sin un razonamiento lógico, cuyo única función es adversar el régimen, esto hace difícil decantarse por alguno de ellos. Otro punto importante es que en la mayoría de estos partidos hay gente valiosa y otros que no lo son tanto, sumados a figuras que definitivamente no son en absoluto valiosas.
¿Qué quiero alentar con este escrito? Hagamos análisis subjetivos, dejemos los intereses y apoyos partidistas, pensemos en Venezuela y no en la tolda. Vamos a deshacernos de los que le hacen daño a la democracia y a la honestidad, despojémonos de los restos del chavismo, no permitamos que la transición sea liderada por los mismos que nos trajeron a esta catástrofe.