Por Emmanuel Rincón*
Mucho se ha hablado durante los últimos meses sobre la posibilidad de una intervención militar en Venezuela por parte de los Estados Unidos. ¿Es esto posible? Indudablemente sí. ¿Puede suceder pronto? A estas alturas, lo estoy empezando a dudar.
Desde hace mucho tiempo, muchos venezolanos creemos que no hay salida posible a la dictadura de Nicolás Maduro que no sea por la fuerza. Esto, él mismo y su equipo de “gobierno”, se han encargado de ratificarlo adoptando posturas cada vez más violentas contra los ciudadanos. Ya decía Maquiavelo que la mejor forma de gobernar un Estado era destruyéndolo.
Ahora bien, desde hace meses vengo siendo insistente con la urgencia y necesidad de invocar el artículo 187, numeral 11 de la Constitución, y activar el principio de Responsabilidad para Proteger. Sin embargo, ahora no lo veo tan claro.
Resulta que las últimas semanas he estado leyendo, viendo documentales, películas e investigando sobre las diferentes intervenciones que ha hecho los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, y si algún patrón se repite es que estos golpes militares, son todo menos expeditos.
Tomar la decisión de intervenir nunca ha sido de forma vertiginosa, y por más que muchos venezolanos quisiéramos que sucediera mañana, la realidad es que muy probablemente no ocurra de esta forma. Lo mejor es aprender a administrar bien las expectativas. Y sí, yo también me sentí frustrado y golpeado, pero lo cierto es que no hay salida fácil de este grupo criminal y lo mejor es ir asumiéndolo, para prepararnos y tomar fuerzas para seguir luchando.
Vietnam ha sido uno de los reveses de política exterior en la historia de los Estados Unidos, quizás el más grande.
Terminada la Segunda Guerra Mundial, Francia intentó restablecer el mandato colonial que tenía en la Indochina tras la rendición de Japón, pero Ho Chi Minh, guerrillero comunista, había declarado la independencia de Vietnam. Luego de tensiones y encuentros, Ho Chi Minh viaja a Francia para negociar, y a pesar de que en una primera instancia hay una aparente aceptación de la permanencia de componentes franceses en el país asiático, la tensión con fuerzas coloniales empezó a estallar.
En 1946 ocurren los primeros ataques contra los franceses, y el gobierno francés no quería gastar muchos recursos en dicho conflicto, por lo que pidió asistencia al presidente Harry S. Truman, quien colaboro únicamente con gastos operacionales. Años más tarde, con Eisenhower en el poder, y la intromisión de chinos y rusos en la expedición vietnamita, Estados Unidos estaba aportando 80 % de los recursos para evitar que Vietnam cayera en manos de un régimen comunista.
Se han publicado grabaciones de John F. Kennedy en las cuales expresaba su malestar sobre la guerra de Vietnam, y en la que se cuestionaba el enviar soldados a combatir en un país que a él no le importaba, y a sus ciudadanos tampoco. Sin embargo, políticamente esto daría un mensaje de debilidad a la comunidad internacional por parte de los Estados Unidos. Permitir la expansión del comunismo no era una movida conveniente, y es por ello que uno tras otro mandatario estadounidense, siguió enviando efectivos a la guerra.
Durante muchos años se mantuvo la tensión en territorio vietnamita, sin establecerse un claro dominador, hasta que los choques y una derrota militar sufrida por los franceses llevaron a las partes en conflicto a acudir a la Conferencia de Ginebra de 1954 para firmar un armisticio.
La negociación establecía que la Indochina francesa debía dividirse en las naciones independientes de Camboya y Laos. Además, Vietnam se separaría en dos por el paralelo 17: el norte sería la zona de reagrupación del Viet Mihn y en el sur se replegaría el ejército francés. Por otro lado, los ciudadanos tendrían nueve meses para decidir en cuál lado de las dos Vietnam deseaban permanecer. La intención era que dos años después se celebrara un referendo para decidir si los países se reunificaban.
En el lado norte se estableció un gobierno comunista liderado por Ho Chi Minh. En el sur, Ngo Dinh Diem, con el apoyo de la CIA, dio un golpe de Estado y declaró la República de Vietnam al terminar de sacudir a los franceses. En ambos Vietnam se instalaron dictaduras, igual de asesinas y sanguinarias, solo que una era de corte comunista, y la otra no parecía tener una ideología en concreto. En Washington no estaban contentos con Ngo Dinh Diem, pero debían apoyarlos porque era su ficha para derrotar el comunismo y evitar que se expandiera por toda Asia. En los años sucesivos se dieron varios golpes de Estado por parte de militares en el sur de Vietnam, provocado por la lucha de poderes y el gran descontento social. En total hubo diez gobiernos diferentes en menos de 18 meses; cada gobierno rendía cuentas a Washington, pues estos les prestaban asistencia para evitar la implantación del comunismo en el sur. No obstante, con el pasar del tiempo, y la notable inestabilidad política, Ho Chi Minh decidió que había que reunificar a las dos Vietnam, e implantar un gobierno comunista.
Miembros del Viet Cong comenzaron a penetrar el territorio sur, la preocupación más grande de los americanos era no saber distinguirlos. En conversaciones casuales una de las expresiones más usadas era “¿cómo podemos distinguir un vietnamita del sur a uno del norte?”.
Desde 1960 había miembros del ejército americano en territorio vietnamita. Sin embargo, se limitaban a prestar servicios de “asesoramiento” e incluso en varias oportunidades se perdieron vidas estadounidenses. Aun así, no inició de inmediato una intervención militar. No fue sino hasta finales de 1964, cuando en Washington se reciben reportes de la infiltración de más de 34 000 comunistas en el sur (sumado a la debilidad de los gobiernos locales, y un par de ataques contra sus efectivos militares, en particular al destructor estadounidense USS Maddox el 2 de agosto de 1964) que el presidente Lyndon B. Johnson decidiera que había llegado la hora de intervenir a Vietnam, tras nueve años de conflictos y cuatro años de presencia de militares norteamericanos en territorio vietnamita.
Los asesores presidenciales de Johnson opinaban que una guerra declarada resultaría larga, con muchas bajas militares y muy costosa. Sin embargo, también estaban al tanto de que de no demostrar carácter los soviéticos podrían intentar expandirse, lo que podría ocasionar una tercera guerra mundial.
El resto de la historia todos la conocen: la guerra se postergó por años, y a pesar de operaciones como la Rolling Thunder, en la que se utilizaron más de 200 toneladas de bombas, los comunistas en el norte nunca se rindieron, cada vez fueron tomando más territorio, hasta que los estadounidenses se percataron que no tenían posibilidad de ganar una guerra asimétrica, y decidieron retirarse de Vietnam. Hasta el día de hoy, esa es la victoria más grande del comunismo.
Hoy en día Venezuela juega el papel de Vietnam, aunque con circunstancias totalmente diferentes, y estando en el patio trasero de Estados Unidos, y no de Rusia y China. No obstante, lo que cabe destacar de todo esto, es que a pesar de que una intervención militar pueda ocurrir, no quiere decir que sea pronto; por muy duro que suene, es la realidad, por lo tanto, debemos reorganizarnos y encontrar fuerzas de donde no las hay para seguir luchando contra la tiranía.
La presencia de efectivos militares rusos en Venezuela no es poca cosa. Tampoco se debe a, como dijo muy irresponsablemente el antiguo jefe de inteligencia militar chavista, Hugo Carvajal, una negociación entre potencias. Lo cierto es que la Guerra Fría se ha reanudado, y Venezuela es el epicentro de la misma.
¿Es doloroso? Sí. ¿Es angustiante?, también. Pero ciertamente sería irresponsable decirle a la ciudadanía que pronto vendrán los marines a rescatarnos y que esperen sentados. En ese sentido, las acciones de Guaidó comienzan a cobrar sentido. De su parte, sería un grave error pedir de manera formal la asistencia militar si Estados Unidos todavía no ha dado luz verde, pues es la única carta que tiene bajo la manga, y la razón por la que el régimen no lo ha apresado. Si la juega, y el chavismo descubre que es un bluff, de inmediato terminará en una cárcel y allí se termina la historia.
Es difícil pedir que tengamos calma (yo no la tengo), es difícil no sentir impotencia (la siento a diario, a cada segundo), pero no podemos engañarnos ni crearnos falsas expectativas. Lo cierto es, que al día de hoy, pareciera más efectivo, rápido y eficiente, una salida del régimen debido a un quiebre interno en las fuerzas militares, que a una intervención extranjera. Aunque sí, permanezco escéptico de que los militares abandonen a Maduro, ya sea por miedo, por dinero o por “lealtad”.
Los venezolanos hemos quedado expuestos: somos la Vietnam del siglo pasado, una de las joyas en discordia, la corona del cetro. Subestimar las fuerzas militares castrenses, la infiltración de estos en las FANB, y ahora el apoyo de rusos, es un error. Estados Unidos no lo comete, están estudiando bien todo el panorama.
¿Existen casos exitosos? Sí. Como el resonado caso de Noriega, el de Saddam Hussein, entre otros, pero ninguno de ellos era parte de una guerra ideológica a nivel mundial, y tampoco poseían tantos intereses económicos. Me he preguntado, incluso, si el acercamiento de Donald Trump con Kim Jong—un, más que un intento por reducir tensiones, es en realidad una forma de encontrar un aliado en Asia que lo ayude a contener las amenazas rusas para dar un paso firme en Venezuela. A lo mejor, el magnate no es tan tonto como parece, y si bien el tirano coreano es, junto a Maduro, lo más despreciable del mundo, ponerlo de su lado podría cambiar las reglas del mapa geopolítico. No tengo certezas de que esto sea así, es simplemente mi deseo de que todo esto termine pronto.
El mensaje que nos queda es claro: debemos reorganizarnos, seguir luchando y sobreponernos a pesar de las adversidades, no dejarnos derrotar moral y psicológicamente, porque el régimen también nos ha declarado la guerra a todos los venezolanos.