Cuando sabía que podría cubrir para PanAm Post las elecciones generales de un país al cual le guardo un especial afecto, como lo es Guatemala, me emocioné de forma especial. No solo por la experiencia profesional, que es grande, sino por poder acompañar a este país en un momento decisivo de su historia. Según se acercaban los días el escenario se hacía más y más complejo, al punto de que, en horas, lo que hasta el momento era predecible se tiraba al cesto de la basura.
Por cuestiones de logística tuve que adelantar mi llegada, sin saber que eso me colocaría en un momento histórico: un presidente había renunciado, sería llevado a juicio y seguramente encarcelado, pero mi visión de porqué era histórico el evento político se quedaba corta hasta ese momento.
Debía movilizarme pronto hacia la Plaza de la Constitución, lugar emblemático por ser el punto de reunión durante meses en donde los guatemaltecos reclamaban justicia. Decidí hacerlo vía transporte público, ya que podría recoger mejor el sentir de la gente y tener un recorrido más amplio por la ciudad. Al poner un pie fuera de donde me hospedo, comenzó mi sorpresa: ¡la ciudad seguía en total normalidad!
Pero aún creía que más adelante podría encontrar algo que le diera “picante” a la cobertura que realizaba, pero eso no fue así, seguía caminando, fui frente a la Embajada de Estados Unidos y todo era normal, por oficinas de Gobierno e igual. Estudiantes y trabajadores iban rumbo a sus deberes como si fuera un día normal, el tráfico igual de intratable que siempre en esta gran ciudad.
Guatemala es un país que ha vivido procesos difíciles, que han ayudado a que su sociedad crezca en madurez política y cívica, sabiendo el valor que tienen la libertad y la paz
Mi asombro no era pequeño. Y al llegar a la gran Plaza, donde un grupo de ciudadanos se manifestaban en alegría sin presencia policial alguna, fue alucinante ya que no es lo que esperamos ver en un país latinoamericano que horas antes ha botado a un mandatario.
Luego transcurrió el día, conversaba con personas en la plaza, y veía el rostro de reporteros internacionales que con igual asombro miraban lo que sucedía. Allí estaba el porqué esta fecha era histórica, porque Guatemala se desmarcó de lo que veníamos conociendo como procesos políticos latinoamericanos.
Durante todo el día tuve la oportunidad de conversar con todo tipo de personas, sin vínculos entre ellas y el sentir era el mismo: ni ellos creían lo que estaba pasando, pero aún con tristeza o con alegría sabían que lo que había sucedido era lo mejor, y que Guatemala ya no es la misma.
Este país quería un cambio y lo logró, una nación completa, que ha reconocido en su historia oportunidades de cambio, y ahora que lo ha logrado ve hacia adelante sabiendo que el trabajo, el esfuerzo y el seguir apostando por el desarrollo es lo único que los sacará a flote.
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Guatemala es un país que ha vivido procesos difíciles, que han ayudado a que su sociedad crezca en madurez política y cívica, sabiendo el valor que la libertad y la paz tienen para una sociedad que quiere dar un golpe de timón a su realidad.
Las primeras planas de los medios a nivel internacional no mostrarán represión, ni tanques militares, tampoco a un país confrontado, mostrarán lo que es posible cuando una sociedad se une y se supera a sí misma haciendo posible que la justicia deje de ser una utopía.
Lo que pase ahora es aún incierto, pero si es cierto que hasta el más experimentado analista vio derrotadas sus teorías por una sociedad que con altura, civismo y visión ha confiado en lo que ha hecho; y que lejos de buscar la confrontación, se ha unido, dando ejemplo de que nada cambia de la noche a la mañana, pero también de que el cambio comienza con los ciudadanos.