EnglishEn Honduras existe actualmente un escenario político muy complejo, derivado de acusaciones de supuestos actos de corrupción, que envuelve, en primera instancia, al partido oficialista, pero que datan de muchos años atrás, en los que se acumularon actos al margen de la ley, debido a la impunidad que impera en este país centroamericano.
La situación que vivimos hoy día en Honduras no es culpa del Gobierno de turno solamente, o del partido político; es de muchos años de distintos Gobiernos, de toda una sociedad que ha visto siempre con indiferencia lo que ha sucedido, pero que ahora como un volcán se ha desbordado entre verdades a medias y odios infundados.
La respuesta no adecuada del Partido Nacional, al que pertenece el Presidente Juan Orlando Hernández, ha provocado que los líderes de los principales partidos de oposición —Manuel Zelaya Rosales por el socialista Libre, y Salvador Nasralla por el Partido Anti-Corrupción, acompañados también por Mauricio Villeda del Partido Liberal—, levanten las voces, y a su vez canalicen el descontento de quienes reclaman justicia, pero, ¿a qué costo? La principal consigna que estos sectores políticos han tomado como bandera de lucha es pedir la renuncia de Hernández.
Lucha de poder
¿Renunciar para qué? ¿Por un revanchismo político? Es lo que muchos nos preguntamos, ya que según la ley quienes están en la línea de sucesión son los tres designados presidenciales (figura similar a la de los vicepresidentes) que pertenecen a este mismo partido político cuestionado. ¿O es qué en realidad el objetivo no es sino crear un ambiente de ingobernabilidad para llamar a una Asamblea Nacional Constituyente, lo que ha sido el fin de Zelaya?
Es muy triste ver como el verdadero sentido de esta lucha, que es esclarecer los que sucedió en el Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), se está usando para levantar una pelea política, lo cual es más bajo que la propia corrupción en esta institución, que ya ha cobrado vidas y que se destapó en el año 2014 por una comisión nombrada por el mismo Hernández.
En semanas recientes, la investigación fue asumida por diputados de todos los partidos políticos, y así nunca se tendrán resultados verdaderos, ya que en este escándalo saldrán salpicadas todas estas instituciones, y seguramente se cuidarán las espaldas entre sí, desaprovechando una oportunidad histórica, y defraudando a la sociedad una vez mas.
¿Hay otras alternativas?
Mas allá de la descabellada solicitud de renuncia de Hernández, hay otra propuesta que, aún con reservas, podría ser la respuesta que dé equilibrio y seguridad a la sociedad hondureña de que las acusaciones que se han hecho no quedarán en la impunidad, y esta es la creación de una Comisión Internacional contra la Corrupción, como sucedió en Guatemala, donde es conocida como Cicig, y que ha colaborado para que macroescándalos de corrupción sean investigados.
También se debe exigir despolitizar los órganos de justicia, en donde cada partido político, como es sabido por todos, tiene elementos que responden a intereses políticos, lo que obstaculiza toda transparencia y eficiencia en la investigación.
Por otra parte, la sociedad civil organizada también está llamada a formar parte de este capítulo en la historia hondureña, para que la imparcialidad sea la que haga el equilibrio en la búsqueda de transparencia; si, como ha sido hasta ahora, se sigue entregando esa responsabilidad a los partidos políticos, se conseguirá lo que tenemos hoy: más división, búsqueda de poder por todos los medios, manipulación y sobre todo, no esclarecimiento, ya que la corrupción, en todos los niveles, permea a todas estas instituciones políticas, y siempre cubrirán sus espaldas, utilizando las circunstancias que sean para lograrlo.
Lo bueno y lo malo
Por otro lado, es muy positivo ver que hay personas que han salido a las calles a expresar su descontento, dejando ver al mundo que Honduras es un país libre, en el que se aceptan diferentes opiniones, y en el cual podemos protestar aún contra el mismo mandatario sin encontrar la represión como respuesta.
Lo que no se justifica, es la alta politización de estas protestas, en las que se llegan a observar más banderas de partidos políticos, y más sentido de pertenencia a estas instituciones que al mismo país, que es el que nos debe unir y llevar a buscar la justicia. Esto está derivando nuevamente en una polarización de la sociedad, a que aumenten los niveles de intolerancia entre los que apoyan estas consignas partidarias y los que no.
Si Hernández renunciara, se sentaría un precedente nefasto para los gobiernos venideros, ya que estaríamos en una constante inestabilidad, en la que los partidos de oposición siempre buscarían el lado débil del gobernante de turno para destronarlo, y seguir en ese círculo vicioso.
Sin colores políticos
Honduras se merece mejores derroteros que los que ha tenido hasta hoy; ciudadanos comprometidos con el bienestar de esta nación, que quieran involucrarse en la construcción de un país más justo, con menos impunidad. Ciudadanos que no se dejen llevar por movimientos que obedecen a intereses mezquinos sin importar qué pase más allá de sus narices; que no promueven soluciones efectivas y sensatas, sino la intolerancia, el odio, el ser “anti” todo: movimientos en los que el objetivo es acabar con una persona o un partido político y no con la corrupción, de la cual se les ha acusado contundentemente a ellos mismos.
Es de recordar que el nombre de Honduras está por sobre cualquier Hernández, Zelaya, Nasralla o Villeda; que la institucionalidad es mas importante que cualquier institución política; y que la única bandera que nos debe arropar a todos es el pabellón nacional, no otras, que representan intereses, corrupción y política.