EnglishLas Cumbres no son muy útiles que se diga: no cambian destinos, no influyen en decisiones, tampoco promueven políticas públicas y menos estrechan lazos entre países. Pero sí son buenos espacios para observar cómo se miden las fuerzas políticas, cómo se ubican las piezas del ajedrez y cómo se maneja la opinión pública ante las situaciones que cada país vive por las decisiones de quien allí les representa.
En este caso, la Cumbre de las Américas tenía un fuerte componente de morbo, por la situación Cuba-EE.UU., además de la presencia del que se volvería el “invitado incómodo”, Nicolás Maduro.
¿Por qué el invitado incómodo? Por el giro en la política exterior que Barack Obama dio ante Cuba, y la reacción de la isla ante ella, con lo que se desarma la justificación ideológica de los países que promueven el Socialismo del Siglo XXI que les ha llevado a una campaña “anti-imperialista” voraz, presentando al país del Norte como el culpable de todos los desaciertos políticos, económicos y sociales de sus administraciones.
Uno de los primeros signos fue la declaración de la presidente Dilma Rouseff un día antes que esta Cumbre comenzara, al expresar: “no pensamos que la mejor relación con la oposición sea encarcelar a quien quiera que sea (…), si la persona no cometió un crimen, no puede ser encarcelada”, y que durante la Cumbre se anunciara que en junio sostendrá una visita a la Casa Blanca. ¿Coincidencia? No, en política no existen coincidencias.
Maduro ha puesto todo de su parte para perder el apoyo incondicional que tenía de sus vecinos aliados, ya que con constantes violaciones a los Derechos Humanos, desacierto tras desacierto en el manejo de la economía de este país, la intolerancia brutal ante la oposición y sus constantes insultos (bien aprendidos de su camarada Hugo Chávez) al “Imperialismo Yanqui” ha degradado su imagen en el corto tiempo que lleva de mandato, me atrevería a decir, a un nivel peor de lo que lo hizo Hugo Chávez en 14 años.
Y esto se lo dejó saber la comunidad venezolana radicada en Panamá, con manifestaciones de repudio ante su presencia en este país sede con diferentes formas.
En algunos puntos de la Ciudad de Panamá se vieron carteles como este: pic.twitter.com/v5gSBY7ngd
— Marcos Morin Aguirre (@Mmorin_informa) April 11, 2015
Esto no es lo que recibe un presidente que está haciendo bien las cosas, que está en buenas relaciones con todos y que es un aliado beneficioso para la imagen de prosperidad, estabilidad y libertad que puedan incrementar el nivel de aceptación entre la población a un gobernante.
Despliegan pancarta gigante con el texto #DictaduraEnVenezuela en la Cinta Costera en #CumbreDeLasAmericas pic.twitter.com/waBW5edwZC
— DolarToday (@DolarToday) April 11, 2015
Barack Obama no solo no estuvo presente durante el discurso de Nicolás Maduro en la Cumbre, sino que tampoco hubo una intención de acercamiento o incluso de dialogar sobre las sanciones a los siete funcionarios con pruebas de corrupción y violaciones a los Derechos Humanos. No, lo que hubo fue un constante ignorar a quien ni siquiera sabe el país donde Eric Clapton nació; un encuentro casual de pasillo fue lo único a lo que Nicolás Maduro pudo aspirar con quien, según él, es la peor amenaza contra Venezuela.
El pagar a US$1.500 a simpatizantes del PSUV para darle la bienvenida, usar un doble para despistar a la prensa y encima pasearse con chaleco antibalas no son más que signos de la debilidad y el temor que invade al cucuteño, quien necesita constantemente alimentar su ego para seguir engañando a los pocos ilusos que aún creen que él puede ser un hombre fuerte dentro de la política latinoamericana.
Así como Raúl Castro se ha desmarcado de la política de Nicolás Maduro al llamar “presidente honesto” a Obama, eventualmente lo harán otros gobernantes, porque la imagen del dictador venezolano se cae a pedazos y no habrá poder humano que haga que eso cambie mientras existan voces disidentes encarceladas y otras que denuncien; mientras haya evidente escasez; mientras la libertad cada día se parezca más a un lejano recuerdo; y la economía no sea mas que un constante sobrevivir.
Nicolás Maduro Moros fue el invitado incómodo a la Cumbre de las Américas, que —cuál ironía— se desarrolló en Panamá, un país que vivió bajo la bota militar y ahora resurge de las cenizas como la mayor potencia económica de Centroamérica, un mensaje inequívoco de que las dictaduras, al único lugar seguro que llevan, es al abismo; pero que caen porque tal absurdo no puede permanecer donde la libertad reclama a gritos su lugar.