Cuando en círculos de amigos, en redes sociales o en espacios de debate me defino como una defensora de la legalización de la droga, inmediatamente muchas personas cambian su mirada hacia mi persona, y paso a ser objeto de cuestionamientos. Quienes no me conocen podrían tildarme de adicta y de buscar un interés personal; quienes sí, de que se me zafó un tornillo.
En Honduras el tema de la legalización de la droga es aún tabú, y por ende muy poco conversado en círculos sociales, incluso en redes sociales donde un simple “me gusta” pareciera incriminatorio. Se tiene temor al estigma que este pueda traer a sus promotores, pero, ¿qué hay mas allá de esa moralización inútil?
Llevamos 50 años en una guerra que ha dejado más muertos que resultados. En Colombia se registraron 6 millones de muertos. ¿Cambió algo? ¡No! Solamente la forma de hacer el negocio, pero resultados efectivos, no hay hasta el día de hoy.
En Honduras, 80% de los crímenes están vinculados al narcotráfico, y aunque se ha notado una voluntad política por buscar la justicia, el mercado no ha mermado, solo ha mutado a uno mas especializado, en el cual, según investigaciones, hemos dejado de ser un territorio de tránsito a ser uno de producción, para abaratar costos.
¿Por qué no declararle la paz a las drogas? ¿La paz al estigma? ¿La paz a las calles? Algunos comentarios muy frecuentes son: “tendremos adictos drogándose en cada esquina”; “si se legaliza, se da luz verde a que todos se droguen, la sociedad se vendrá abajo”… A esto respondo, el alcohol fue ilegal cuando la mafia italiana encontró en él su mina de oro, entonces ahora que es legal, ¿vemos personas bebiendo en cada esquina? ¿acaso con esa legalización no se consiguió visibilizar la adicción y crear programas abiertos de atención?
Mientras en Honduras y en Latinoamérica en general no llamemos las cosas por su nombre, seguiremos teniendo el problema, ya que seguimos llamando “delincuencia común” a lo que a todas luces es una guerra por droga, y que no sería tal si se despenaliza, buscando no tener un enemigo que matar; se mejoraría la atención en el sistema de salud pública, se establecerían estándares de calidad, y dejamos de ver como delincuentes a quienes, en realidad, tienen un problema de salud por ser adictos.
Honduras comienza a quebrar el hielo
Pero no todo es tabú en Honduras, ya hay luces de querer comenzar a hablar del tema al mas alto nivel, no solo de profesionales sino de políticas que permitan comenzar el camino hacia la paz. Y es que se trata de la Alianza por el Fin a la Violencia y a la Prohibición (AFVP), compuesta por ciudadanos radicados en San Pedro Sula y Tegucigalpa, que han comenzado a concienciar sobre de qué trata este tema.
Con pasos cortos pero firmes, la AFVP ya ha tocado puertas en el extranjero, específicamente con Students for Sensible Drug Policy (Estudiantes por una Política de Drogas Sensible, SSDP), la misma ONG que ya les ha reconocido como el segundo capítulo formalmente constituído a nivel de Latinoamérica.
Según Oscar Sagastume, uno de los directores y fundador de la AFVP, el camino no será fácil, pero es momento de comenzar a hablar. De que personas de todas las edades se involucren, porque la sociedad hondureña lo necesita, porque es un problema de seguridad y salud que solo haciéndolo visible podrá cesar en su violencia.
Y es que cuando se estudia a fondo y encontramos a profesionales y figuras de todos los niveles, tanto académicos como fuerzas de la seguridad y hasta extraficantes hablando del tema, como en el documental The High Culture, es que nos damos cuenta que no se trata de hippies pidiendo “fumar hierba”, se trata de salud, seguridad y economía.
Reconocidos profesionales como Michael Kazatchkine, Director Ejecutivo del Fondo Mundial de lucha contra el SIDA, la tuberculosis y la malaria dijo en el 2010: “Una de las prioridades es dejar de desperdiciar recursos en la fracasada ‘Guerra contra las drogas’ que se ha convertido en una guerra contra personas y comunidades. Esta guerra debe acabar. Los recursos deben, mas bien, dedicarse a quien quiera las necesite, intervenciones centradas en evidencias y en derechos humanos que prevengan el consumo problemático, traten la dependencia a las drogas y garanticen servicios de reducción de daños para las personas que las usan”.
Estamos hablando de una verdadera tragedia humana que ha dejado muerte y secuelas sociales profundas por donde ha pasado y que sigue cobrando vidas a diario sin que se vea fin a esta estela de violencia, entonces, ¿por qué seguir empecinados en algo que a todas luces es un fracaso? Dejemos de tenerle miedo a la palabra “legalización”, tengamos miedo de no hacer nada, y quedarnos con lo único que hasta ahora conocemos y que definitivamente sigue sin dar resultados.
Editado por Pedro García Otero.