EnglishEn noviembre del 2013, los hondureños acudimos a las urnas en las que fueran las elecciones más atípicas de la historia de este país. De este sufragio resultó electo Juan Orlando Hernández, candidato del Partido Nacional. Después de librarse del cuestionamiento de los resultados – realizado sobre todo por el partido LIBRE (Libertad y Refundación) –, Hernández tomó posesión de su cargo con un discurso inaugural fuerte pero propositivo.
Pero el contexto actual hondureño requerirá mucho más que un discurso amplio y fuerte: el presidente deberá estar a la altura de los problemas que debe resolver y es un trabajo que no podrá realizar solo.
Los primeros pasos del nuevo gobierno
Hernández ha logrado posicionar nuevamente al bipartidismo dentro de la gobernanza. El histórico Partido Liberal ha retomado su posición privilegiada, dado que ahora es una pieza clave para la gobernabilidad y la toma de decisiones en el Congreso Nacional. Sin embargo, el Partido Liberal no forma parte de su gabinete, como tampoco ningún otro partido político del país.
El nuevo presidente ha comenzado su gobierno haciendo fuertes reestructuraciones en el aparato gubernamental. Estas medidas implican una reducción de Secretarías de Estado, buscan establecer una mejor organización y crear un impacto en el presupuesto general de la República.
Con una presencia menos mediática de lo esperado, ha dedicado a ejecutar las líneas prioritarias que prometió en su campaña: trabajo, lucha contra la criminalidad, ataque a la corrupción y un aparato estatal reducido.
La diversificación de los actores políticos
El escenario político que se vive en Honduras es inusual: nunca un gobierno había comenzado su administración con tanta oposición, especialmente en la Cámara Legislativa. El recién surgido Partido LIBRE liderado por el ex Presidente Manuel Zelaya y el sorpresivo PAC (Partido Anti-Corrupción), encabezado por el presentador de noticias deportivas Salvador Nasralla, han demostrado ser actores de respuesta y reacción.
Hernández deberá ser conciliador e integrador para poder salir adelante. Debe ser un presidente para todos e incluir a la población que, a través de su voto, expresó su descontento con el gobierno anterior. Su predecesor, Porfirio Lobo, culminó su período con un 67,4% de desaprobación, porcentaje nunca antes alcanzado por otro Primer Ciudadano de la República.
Crece la expectativa ciudadana
El ex presidente Porfirio Lobo Sosa ha dejado a Hernández un país en quiebra, tanto en finanzas públicas, como en las finanzas de los hogares hondureños. Esto, debido al desempleo que impera por muchos factores, siendo los dos más importantes la inseguridad ciudadana y la inestabilidad jurídica que ha alejado las inversiones nacionales e internacionales.
Además, los niveles de criminalidad nunca antes han sido vistos. El país se encuentra sumergido en la pobreza con una fuerte infiltración del narcotráfico y con un aparato estatal colapsado por la ineficiencia, la corrupción, el clientelismo y la falta de voluntad política.
Ningún candidato que llegara a la primera magistratura del país tendría una misión fácil. Para que la gestión sea exitosa, se necesitará aplicar las conocidas pero impopulares medidas de ajuste fiscal. Requerirá también combatir la corrupción en todos sus niveles, mientras se emprende paralelamente una lucha frontal y valiente contra el crimen organizado, el narcotráfico y todos los factores que afecten la seguridad ciudadana.
Como ciudadana joven, quisiera que mi país se convierta en un lugar propicio donde cumplir mis metas, sin tener que – como muchos lo han hecho en los últimos años – abandonarlo por no tener espacios donde realizar proyectos, inversiones o estudios.
Hernández deberá implementar medidas efectivas para garantizar seguridad a la ciudadanía; y que los hondureños puedan emprender sin el temor de sufrir extorsión del crimen organizado o salir a la calle sin pensar que serán víctimas de la inseguridad. Ya no queremos ser la Honduras sangrienta de la que se habla a nivel internacional, ni el país al que muchos compatriotas no quieren volver.
Será indispensable que el gobierno y la oposición lleguen a un punto de encuentro que les permita dialogar. Será necesario anteponer las necesidades del país a las posturas particulares: ante nuestros gobernantes se encuentra un reto histórico, en el que el éxito de la gestión pasará por tener posturas constructivas y propositivas para una población que anhela, hoy más que nunca, la paz, el orden y la bonanza.