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Japón quiere dar la pelea tras las amenazas de Ucrania y Taiwán

Doug Bandow dice que lo mejor que podrían hacer los europeos y otras naciones industrializadas en Asia del Este para ayudar a la seguridad internacional es proveerse su propia defensa

Instituto Cato por Instituto Cato
30 junio, 2022
en Asia, Columnistas, Economía, Europa, Opinión, Política, Sociedad
FacebookTwitterTelegramWhatsapp
Tokio explicó que Kishida esperaba coordinar mejor la política de Rusia con la OTAN. (WikiCommos)

Independientemente de lo que se pueda decir sobre el enfoque del primer ministro japonés Fumio Kishida con respecto a la seguridad de su país en este momento, este es más proactivo de lo que ha sido en muchos años.

Kishida, quien fue elegido en octubre de 2021, dijo que podría asistir a la cumbre de la OTAN a finales de este mes. Eso no es tan sorprendente como parece. El mes pasado, la secretaria de Relaciones Exteriores británica, Liz Truss, anunció la necesidad de “una OTAN global” para abordar la seguridad del Indo-Pacífico.

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Pero estas son diligencias de tontos. Japón no va a ser una potencia europea y debería centrarse en construir sus defensas contra la República Popular China y Corea del Norte. Los europeos no van a desplegar una flota pacífica seria. Deberían centrarse en crear ejércitos que actuarían como algo más que reductores de velocidad si Rusia atacara.

Tokio explicó que Kishida esperaba coordinar mejor la política de Rusia con la OTAN. Sin embargo, si Tokio no tiene ayuda militar que ofrecer, ¿por qué molestarse? La cooperación en materia de sanciones se puede concertar por teléfono.

Kishida podría esperar ganar puntos con la administración de Biden. Pero lo más importante es cumplir la promesa del gobernante Partido Liberal Democrático de aumentar los gastos militares, lo que requiere generar apoyo político interno para un papel más activo en la defensa de las aguas del Pacífico en Asia del Este. China y, en menor medida, la República Popular Democrática de Corea, no Rusia, deberían ser la principal preocupación de Tokio.

Hasta cierto punto, Kishida implícitamente reconoció esto en sus comentarios en el Shangri-La Dialogue en Singapur hace un par de semanas. Sin mencionar a la OTAN, el presidente japonés dijo que planea lanzar un nuevo “plan para la paz” libre y abierto en el Indo-Pacífico para la próxima primavera, que se centrará en reforzar las defensas en la región, incluidas las capacidades de ataque preventivo. Tokio también proporcionará ayuda para el desarrollo, lanchas patrulleras, capacidades de aplicación de la ley marítima, “y otro tipo de asistencia a los países del sudeste asiático y el Pacífico –donde China está tratando de aumentar su influencia– para ayudarlos a protegerse mejor”, según Associated Press.

“Ucrania hoy puede ser Asia del Este mañana”, advirtió Kishida en su discurso de apertura.

Esto es importante porque si bien Beijing ha llevado a cabo una acumulación militar sostenida en los últimos años, los estados amigos no han hecho lo mismo. Taipéi es más vulnerable y, por lo tanto, culpable al no “garantizar que Taiwán pueda aprovechar su geografía, tecnología avanzada, mano de obra y población patriótica para canalizar las ventajas inherentes de Taiwán necesarias para una defensa resistente”.

Corea del Sur se enfrenta a importantes desafíos de defensa y, a pesar de su abrumadora ventaja económica sobre Corea del Norte, sigue dependiendo del apoyo militar de EE. UU.

Japón es el aliado estadounidense más rico y podría hacer más. A lo largo de la Guerra Fría, Tokio se enfrentó a la Unión Soviética, que ocupó territorio japonés, a la República Popular China, un manicomio nacional bajo Mao Zedong, y a Corea del Norte, responsable de llevar a la península de Corea a la guerra. Sin embargo, Japón limitó rígidamente sus gastos militares al 1 % del PIB, contando con EE. UU. para garantizar su seguridad. Nada cambió incluso cuando el presidente chino y el secretario general del Partido Comunista, Xi Jinping, recurrieron a la represión brutal en casa y la truculencia en el exterior. Imagínese la diferencia en el equilibrio de poder regional si Tokio hubiera dedicado anualmente del 2 al 3 por ciento del PIB a la defensa durante los últimos diez o veinte años.

Kishida y su Partido Liberal Democrático están presionando al gobierno para que aumente los gastos militares del 1 al 2 por ciento del PIB. Seguir esta sencilla recomendación sería un notable paso adelante. Tokio haciendo más –eventualmente asumiendo la responsabilidad de su propia defensa– sería mucho más importante que adoptar una pose ostentosa contra Moscú.

Las ambiciones de Truss en el Pacífico están igualmente equivocadas. Los miembros europeos de la OTAN han sido aún más irresponsables que Tokio. A lo largo de la Guerra Fría y más allá, los europeos no invirtieron lo suficiente en defensa, seguros de que Washington los rescataría.

Diecinueve miembros de la OTAN dedican menos del 2 % del PIB a la defensa. Solo Gran Bretaña y Francia mantienen ejércitos razonablemente serios, que sirven más para intervenciones poscoloniales que para la defensa de Europa. Los esfuerzos de Alemania, que dan como resultado niveles mínimos de preparación de la Bundeswehr (Defensa Federal), son lamentables. Ahora los europeos se proclaman escandalizados, escandalizados de que Moscú haya atacado a su vecino.

Con Rusia y Ucrania involucradas en el conflicto más grande de Europa desde la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, el continente está lleno de mea culpas militares. Los europeos que pasaron décadas montando barato sobre el lomo de EE. UU. declaran ahora su determinación de comenzar a tratar la defensa con seriedad. Sin embargo, no hay garantía de que el vergonzoso compromiso de hoy de gastar más sobreviva a la paz entre Rusia y Ucrania.

¿Estarían preparados los gobiernos reacios a defenderse desde hace mucho de la cercana Rusia para lanzar operaciones ofensivas a medio mundo de distancia contra China, con quien tienen lazos económicos rentables? Muchos europeos han dicho que no están dispuestos a luchar por sus vecinos y han demostrado que no tienen interés en hacerlo por Ucrania.

Incluso si los políticos europeos comienzan a cantar interpretaciones actualizadas de “We are the World”, ¿quién se imagina una acumulación naval masiva, el único medio eficaz de los europeos para llegar militarmente a la República Popular China? La mayoría de los miembros de la OTAN prefieren los cruceros a los buques de guerra.

El interés de Tokio por mirar hacia el este y de la OTAN hacia el oeste refleja el doble deseo de convertirse en un weltmacht (poder global) y satisfacer a un Washington cada vez más infeliz. Sin embargo, estas propuestas tendrían un efecto mayormente simbólico, al tiempo que debilitarían esfuerzos militares más serios en sus respectivas regiones.

La mejor manera para que Tokio y Bruselas ayuden a EE. UU. sería que siguieran los objetivos declarados de Kishida establecidos en el Diálogo de Shangri-La y asumieran la responsabilidad de su propia defensa. Una vez que hayan eliminado la necesidad de llamar a EE. UU., podrían expandir sus esfuerzos en todo el mundo.

Las ambiciones navales de China han crecido junto con el poder chino. Beijing reclama como su territorio a las islas Paracelso, Spratly y Senkaku (Xisha, Nansha Qundao y Diaoyu para China) junto con las aguas circundantes. Aún más importante, la RPC considera que Taiwán es parte de China y está dispuesta a forzar la reunificación. Aunque hasta ahora Pekín no ha demostrado interés en conquistar los estados vecinos, sobre todo Japón y Filipinas, la posibilidad aumenta junto con el poder económico y militar de China.

Tokio debería concentrarse en el Pacífico. Japón debe desarrollar sus capacidades aéreas y navales para disuadir la acción militar contra su patria y posesiones más distantes, como Senkakus. Además, si se toma en serio ayudar a Taipéi en caso de que la RPC ataque –Kishida y otros funcionarios japoneses están sonando más agresivos sobre el tema en estos días– Tokio necesita desarrollar tanto resiliencia defensiva, ya que sus bases se convertirían en objetivos militares, como una capacidad ofensiva para enfrentarse a fuerzas chinas más distantes.

Esto dejaría poco espacio para considerar la participación en contingencias europeas. Además, sería mucho más difícil convencer a una población reticente durante mucho tiempo a participar en operaciones militares locales para enfrentarse a Rusia por Europa. Al menos China representa una potencial amenaza existencial para Japón. El Lejano Oriente es una preocupación limitada para Moscú y sería el último sitio para operaciones militares.

Para el Reino Unido y la OTAN la situación es a la inversa. Truss, que se cree que tiene la ambición de reemplazar a Boris Johnson como la líder conservadora y de Gran Bretaña, ha canalizado a Winston Churchill al confrontar a Rusia: “La guerra en Ucrania es nuestra guerra –es la guerra de todos porque la victoria de Ucrania es un imperativo estratégico para todos nosotros. Armas pesadas, tanques, aviones– profundizar en nuestros inventarios y aumentar la producción. Tenemos que hacer todo esto”. Sus objetivos son “sacar a Rusia de toda Ucrania”, fortalecer “el flanco oriental” y “apoyar a estados cruciales como Polonia”.

Convencer al resto de la OTAN para que acepte no será fácil. Si se acepta, esta agenda requerirá mucho dinero, un compromiso político extraordinario y años de esfuerzo. Los europeos deberían concentrarse en asegurar su continente antes de hacer planes para patrullar el Pacífico y enfrentarse a la RPC. Si simplemente se ocuparan de Europa, permitirían que Washington hiciera lo que todos los presidentes desde Barack Obama han mencionado, concentrarse en Asia-Pacífico.

No hay nada de malo en que los gobiernos japonés y europeo busquen expandir su alcance. Sin embargo, deberían comenzar a mejorar la seguridad en el hogar. En lugar de recurrir para siempre a EE. UU., deberían liberar a Washington de la responsabilidad de mantener un subsidio de defensa permanente para los estados industrializados ricos. Una vez que lo hagan, podrían comenzar a pensar en atravesar el mundo y proteger a los pueblos distantes.

Este artículo fue publicado originalmente en Responsible Statecraft (EE.UU.) el 13 de junio de 2022. Luego en ElCato.org


Doug Bandow es Académico Titular del Cato Institute.

Instituto Cato

Instituto Cato

El Cato Institute es una fundación de estudios públicos, no partidista, con sede en Washington, D.C., fundada en 1977. El nombre del Instituto se origina en los Cato's Letters, ensayos libertarios que ayudaron en el origen de la filosofía de la Revolución estadounidense.

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