La pandemia interrumpió una tendencia decreciente, a lo largo de 15 años o más, de los índices de pobreza (Sí, en todo el Perú y con la constitución del ’93.) Más que la pandemia, fueron las cuarentenas y las limitaciones de aforo las que dejaron a mucha gente sin trabajo y a algunos, hasta el día de hoy, con ingresos disminuidos. Cuando el Instituto Nacional de Estadística (INEI) reveló que el índice de pobreza había dado un salto de casi diez puntos porcentuales en el 2020 y el de pobreza extrema uno de dos, la reacción generalizada fue que habíamos “retrocedido” diez años, una reacción que en este mismo ciberespacio calificamos de “injustificadamente pesimista”. Las fuerzas del mercado –dijimos entonces– “ya están haciendo su trabajo de recomponer los circuitos económicos”. Las nuevas cifras que acaba de publicar el INEI lo confirman.
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El índice de pobreza, que había subido de 20,2 % a 30,1 % con la pandemia, ha bajado a 25,9 %. El de pobreza extrema, que había subido de 2,9 % a 5,1 %, ha bajado a 4,1 %. Podríamos decir que están donde estaban en el 2012 y el 2015, respectivamente. Pero mejor sería decir que, al paso al que van, en dos años más estarán ambos donde nunca estuvieron antes. No nos parece imposible. Si tan solo el Gobierno dejara el modelo económico en paz…
La reducción de la pobreza en todos estos años se ha sentido en todo el país. En Lima y fuera de Lima; en costa, sierra y selva; en el mundo urbano y en el rural. En este último se ha retomado la tendencia decreciente, como se puede ver en el gráfico abajo. Los índices de pobreza en la sierra rural y en la selva rural en el 2021 ya eran menores que en el 2019 (siendo éstos, a su vez, los menores desde el 2009, por lo menos).
Con la reducción de la pobreza se ha reducido también la distancia entre pobres y ricos. Hace diez años, la proporción entre los gastos de consumo por persona en el décimo y el primer decil de la población (el 10 % más rico y el 10 % más pobre, respectivamente) era de 11 a 1. Cinco años después la proporción era un poco más de 9 a 1. El año pasado estaba más cerca de 8 a 1.
Parece mentira, pero, a nivel nacional, son los tres deciles superiores (el 30 % más rico) los que más han recortado sus gastos con la pandemia. En Lima metropolitana es casi al revés: los tres deciles más pobres han sufrido más que el resto, salvo por el más rico. Quizás eso explique la opinión tan extendida en la prensa limeña de que los más pobres han sido los más afectados, económicamente hablando, por la pandemia.
Hay otros indicadores interesantes en el informe del INEI, como, por ejemplo, los índices de pobreza por grupos de edad. Tanto en el ámbito rural como en el urbano, la incidencia de la pobreza a partir de los 50 años de edad es menor que entre todos los grupos más jóvenes. Eso es justamente lo que uno esperaría del homo œconomicus, ese ser “racional” que habita la teoría económica, que, a lo largo de una vida de trabajo, acumula algún patrimonio para su retiro.
Este artículo fue publicado inicialmente en ElCato.org
Iván Alonso obtuvo su PhD. en Economía de la Universidad de California en Los Ángeles y es miembro de la Mont Pelerin Society.