Nayara Batschke y Alba Santandreu
Sao Bernardo do Campo (Brasil), 6 abr (EFE).- El sindicato de los metalúrgicos de Sao Bernardo do Campo, cuna política del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, se convirtió hoy en el refugio del tornero mecánico, quien continúa “sereno” ante su inminente prisión.
En un momento crucial para su futuro, Lula regresó a sus orígenes, el sindicato, y allí pasó la noche, arropado por sus aliados políticos, sus familiares y la militancia ante su encarcelamiento, decretado la víspera por el juez Sergio Moro.
En la central obrera, Lula despuntó como líder sindical en la década de los 70 y comenzó a tejer la formación del Partido de los Trabajadores (PT), que hoy podría perder a su principal líder si los abogados no consiguen frenar la decisión de Moro en tribunales superiores.
Lula, acompañado por sus hijos, pasó la noche recibiendo a amigos y simpatizantes. Poco después de las 2 de la madrugada se trasladó a la sala presidencial del sindicato y a las 7 volvió a conversar con los suyos, animado e incluso bromeando, según fuentes de su entorno.
Puertas afuera, el expresidente se dejó ver poco y en un momento de la noche se asomó a una ventana, desde donde saludó a la militancia que se concentró a las puertas del sindicato para respaldar al principal símbolo de la izquierda brasileña.
“Comencé mi militancia en el Partido de los Trabajadores y considero a Lula mi líder. Él representa esperanza, educación, salud, generación de empleo. Es un divisor de aguas en la historia de este país”, dijo a Efe Solange Kaziyama.
Para Marilda Pereira, vendedora ambulante, Lula (2003-2010) representaba el “Gobierno del pueblo”
“Me gustaría que él volviera, porque hay que dar oportunidades al pueblo también”, dijo Pereira.
Lula recibió a grupos de militantes en el interior del sindicato de los metalúrgicos, pero todavía no se ha dirigido públicamente a sus partidarios, algunos de los cuales expresaban su desánimo en las calles ante la falta de noticias del exobrero metalúrgico en Sao Bernardo do Campo.
Allí, el extornero mecánico lideró una huelga en 1980 que le condujo a prisión durante 31 días, pero que también reveló el animal político en el que Lula se convirtió años después, llegando a ser considerado como uno de los presidentes más populares del mundo.
Esta localidad de clase media situada en el cinturón industrial de Sao Paulo, donde vive, también se ha convertido en su fortín en los últimos meses, a medida que el cerco judicial se ha ido estrechando sobre él.
Lula asistió desde el sindicato la condena a 12 años de prisión de un tribunal de segunda instancia el pasado 24 de enero y esta semana acompañó el juicio del “habeas corpus” presentado por su defensa ante el Tribunal Supremo para evitar ser preso antes de concluir todos los recursos en instancias superiores.
Fue también el primer lugar al que corrió la víspera, después de que el juez Sergio Moro decretara su prisión antes de las 17.00 horas (20.00 GMT) de este viernes, y allí se reunió con su partido, la militancia y movimientos sociales.
“Yo soy totalmente contrario a eso (a la violencia), porque al final es destilar odio de la misma manera que ellos hacen con nosotros”, dijo Leônidas Telles, uno de los fundadores del Movimiento Sin Tierra (MST) del estado de Paraná (sur).
A pocas horas para que venza el plazo para entregarse, Lula todavía evalúa con su círculo de confianza si se presentará ante las autoridades o esperará a que la Policía Federal llame a la puerta del sindicato.