Creo que en mi artículo sobre si la utilidad es requisito previo al valor no fui suficientemente claro en mi intento de explicar que la escasez económica es condición suficiente para que exista el valor. Y que la utilidad, tal y como la define Carl Menger en el sentido de utilidad técnica o funcional, no es requisito previo necesario, sino que es una consecuencia del valor. Es más, me redoblo en mi posición y afirmo con contundencia que la utilidad, una vez que existe como consecuencia del valor, mitiga la necesidad y, por tanto, “asesina” al valor.
Si padezco dos necesidades insatisfechas “comer” y “escuchar música”, y satisfacer la necesidad de comer tiene más valor para mí que satisfacer la necesidad de oír música, entonces daré prioridad a comer. Los dos valores que atribuyo a la satisfacción de cada una de estas dos necesidades ya existen en mi mente, independientemente de que acabe encontrando, o no, objetos que las satisfagan. El valor es lo primero de todo.
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También necesitaré respirar, pero la utilidad que me proporciona la abundante cantidad disponible de aire satisface de tal manera esta necesidad, que elimina completamente el valor de satisfacerla. Así, buscar aire no formará parte de mi actividad previsora.
Por tanto, daré mayor prioridad a buscar las cosas que me faltan para satisfacer mi hambre, menor prioridad a las que me faltan para escuchar música, y ninguna prioridad a las que me faltan para respirar, porque no me faltan. Se convertirán en objetos útiles, en bienes, aquellos objetos que ya existen y concluyo que pueden mitigar mi necesidad, por ejemplo, frutos que pueda encontrar en el bosque. O porque no existen, pero consigo crearlos expresamente para que mitiguen esa necesidad, por ejemplo, invento un gramófono.
El valor es previo a la utilidad
Puedo concretar los objetos previamente gracias a mis experiencias anteriores, o pueden ser totalmente indeterminados a la espera de que logre identificar, descubrir o inventar aquellos que pueden mitigar la necesidad. Los pueda concretar de antemano o no, existan o no, o estén aún por idear, el valor de satisfacer la necesidad ya existe en mi mente.
Es la necesidad insatisfecha, la escasez, el valor, la causa que nos impulsa a sobrevivir descubriendo y estableciendo relaciones causales “objeto satisface necesidad”, y la fuerza que impulsa a los pioneros e inventores a descubrir o a crear utilidad, a crear tecnología.
No cabe duda de que una cosa valiosa tiene que ser sí o sí útil, pero las cosas pasarán a ser cosas útiles (bienes), como ¡consecuencia!, de padecer una necesidad insatisfecha y estimamos que satisfacerla tiene valor. Y ese valor existe, aunque no encontremos o no existan aún los objetos para cubrir esa necesidad cuya satisfacción tiene valor para nosotros. Por tanto, la necesidad insatisfecha, la escasez, el valor, es previo a establecer la relación “objeto satisface necesidad”, es decir, a la utilidad.
Podría terminar el artículo aquí, pues ya he expuesto mi argumento. En el desarrollo que viene a continuación voy a demostrar que este argumento sobre la precedencia causal del valor está en Menger. Y en un siguiente artículo, aplicaré este razonamiento a los objetos “raros” en general, aquellos cuya cantidad es materialmente limitada, y finalmente a los casos particulares de Bitcoin y Bitgold.
Que no existan bienes para satisfacer una necesidad, no debe implicar en absoluto que el análisis del valor que supondría satisfacer esa necesidad deba quedar fuera del estudio de la economía. Pues el valor de la eventual satisfacción es causa muy habitual de intercambios económicos reales, aunque sean “fallidos”.
Necesidades insatisfechas
Véase el enorme esfuerzo del personaje que interpretaba Tom Hanks al comienzo de la película Náufrago para descubrir objetos que mitigaran su necesidad insatisfecha de encender fuego. La vida de cualquier inventor es, de hecho, una retahíla de prueba y error, una larga serie de intercambios intrapersonales inicialmente prometedores, pero que acaban por resultar “fallidos” (permítase la expresión en el sentido de no acabar resultando como inicialmente se esperaba).
Insisto en la idea de que una necesidad insatisfecha sólo puede existir cuando la cantidad que necesitamos de una cosa es superior a la cantidad disponible, es decir, el valor surge de la escasez. Si la cantidad existente es cero porque la cosa no existe aún, no la hemos identificado o encontrado, o porque no podemos disponer en absoluto de ella, cualquier cantidad necesitada implica sí o sí escasez.
Por ejemplo, para padecer la necesidad de comunicarse remotamente y percibir su valor no es necesario concebir la noción concreta de teléfono ni ningún otro aparato concreto. Simplemente, padecemos esa necesidad e imaginamos que podría haber algo, aún no sabemos el qué, que la satisfaga. Esto es lo que nos impulsa a inventar y crear.
La escasez económica es un análogo opuesto al valor si entendemos la escasez como una “magnitud negativa” para nosotros y el valor como “magnitud positiva”, Pero la magnitud del valor no solo vendría determinada por ser la inversa del grado de escasez, sino también por el grado de importancia de la necesidad. Podemos tener una escasez absoluta de bienes para escuchar música, pero la importancia que le damos a esa necesidad puede ser muy baja.
Demanda y necesidad
La escasez, igual que el valor, no está en los objetos ni es una cualidad intrínseca de estos. La escasez es una relación entre nuestra estimación de la cantidad necesitada y de la cantidad disponible. Y lo más determinante es, sobre todo, la importancia de la necesidad, la “demanda”. Por eso Menger afirmaba que si desapareciera la costumbre de fumar, todos los objetos que solo sirven para fumar automáticamente pasan a ser inútiles, por mucho que técnicamente sigan sirviendo para fumar (siguen cumpliendo la condición dos en caso de que alguien necesitara fumar).
Quiero hacer notar que Menger no se pilla los dedos con términos del tipo “demanda” de tabaco, por eso escribe la “costumbre” o “necesidad” de fumar. “Necesidad de fumar” es mucho más expresivo de la causa que “demanda de tabaco” porque “demanda” expresa más bien la consecuencia de la necesidad, que es querer disponer o apropiarse de tabaco, omitiendo y dando por supuesto el porqué. Tampoco se pilla los dedos con el término “escasez”, como imprudentemente hago yo, pues este término se confunde fácilmente con los objetos materialmente exiguos, poco comunes o raros. Terminologías aparte, veamos por fin cómo define Menger el valor:
“Así pues, el valor no es algo inherente a los bienes, no es una propiedad intrínseca de los mismos, sino sólo la significación que concedemos en primer término a la satisfacción de necesidades o, lo que es lo mismo, a nuestra vida y nuestro bienestar y que luego, con lógica consecuencia, trasladamos a los bienes económicos, como causas exclusivas de aquella satisfacción”. Carl Menger.
La tabla de Menger
Si después de esta definición aún quedara alguna duda, por ser abstracta, sobre si la magnitud que llamamos “valor” es la importancia de la satisfacción de necesidades, creo que con el ejemplo de su famosa tabla toda duda queda despejada:
“Para facilitar la comprensión de las siguientes y difíciles investigaciones, vamos a intentar dar una expresión numérica a las distintas magnitudes de que hemos venido hablando. Señalaremos con un 10 la importancia de la satisfacción de aquellas necesidades de que depende nuestra vida y luego, en numeración decreciente, con un 9, un 8, un 7, un 6 y así sucesivamente, las siguientes necesidades. Obtendremos una escala de significaciones de las distintas satisfacciones de necesidades que comienza con el 10 y termina con el 1”. Carl Menger.
En la tabla, Menger asigna valores a las necesidades insatisfechas. El valor es una idea vinculada a la necesidad, no a los bienes. Lo trasladamos luego a los bienes, una vez identificamos bienes que satisfagan esas necesidades.
Por último, creo importante destacar de forma específica que los 4 requisitos que establece Menger para que una cosa adquiera el carácter de bien, no son los requisitos para que exista el valor. El valor es la importancia que concedemos a satisfacer necesidades, y esto es así, independientemente de que existan bienes o no y de que en la secuencia expositiva de su libro Menger exponga la teoría del bien antes que la teoría del valor.
Este artículo fue publicado inicialmente en el Instituto Juan de Mariana.
Manuel Polavieja es ingeniero en Informática por la Universidad Antonio de Nebrija.