Por: Corina Helena Cortés Oliveros
Corrían finales del siglo XX –luego de años de tensión y mutuas acusaciones de espionaje, sumado a la instalación de bases militares y una constante amenaza de estar a las puertas de una guerra nuclear– cuando el mundo dio un giro. Circunstancias económicas, sociales y el fortalecimiento de la globalización llevaron al mundo hacia la aparente “multipolaridad”.
Nos despedíamos de la renombrada Guerra Fría. La Unión Soviética se disolvía. La hegemonía norteamericana parecía haber llegado para quedarse y pasábamos de la bipolaridad de la realidad internacional a un entorno multipolar conformado por una diversidad de Estados, aliados estratégicos, organizaciones internacionales y el mundo respiró. Ahora sí, llegaba el equilibrio.
Esta es una de las más grandes ilusiones que se le ha vendido a la humanidad, porque la realidad geopolítica se maneja y se manejará siempre desde el poderío, la influencia y la expansión —no importa lo que nos cuenten— y ya muchos analistas advertían que la Guerra Fría no era como cerrar el capítulo de un libro; no iba a ser la firma de un Acuerdo de Paz sin herir susceptibilidades. La Unión de Repúblicas Socialista Soviética (URSS) había perdido colonias, mercados, fuerza y reputación. Eso ni en niveles humanos, ni en niveles estadales es fácil de digerir.
Es así como la Guerra Fría se trasladó a diversos escenarios prácticamente imposibles de detectar. Pequeños Estados en conflicto, instalación y ensayo de industrias farmacéuticas, aliados estratégicos que casualmente no son aliados de la contraparte y la creación de nuevos grupos de poder. Ahora, si hay algo que ha sido permanente y ha dejado de ser un secreto es el tema del espionaje.
La historia entre Estados Unidos y la Unión Soviética en temas de espionaje data de la Segunda Guerra Mundial. La nación occidental no tenía mucha experiencia en comparación con su contrapartida, cuyas agencias de inteligencia ya venían operando desde hace mucho tiempo, en un primer momento para capturar y desenmascarar disidentes durante la administración de Stalin. Esta práctica llegó al ámbito internacional. Se habla de infiltraciones en el servicio de inteligencia, al principio solo los británicos, luego se extendió.
Ahora, en el caso de Estados Unidos se creó la Oficina de Coordinación de la Información para el año 1941. Este organismo posteriormente se llamó Oficina de Servicios Estratégicos. La agencia como tal evolucionó hasta que en el año 1947 se creó la Agencia Central de Inteligencia (Central Intelligence Agency).
Del resto, la evolución de la historia del espionaje y contraespionaje teniendo como protagonistas a la URSS y a Estados Unidos fue en escalada, en la búsqueda de recolectar información en cuanto a la fabricación de armas nucleares, ensayos científicos y el reclutamiento para el partido comunista, por un lado, y la lucha contra el comunismo por el otro.
Pero el mundo no es estático y hemos llegado al siglo XXI con un arma mucho más potente, ya que sus efectos no se pueden percibir a corto plazo, pero sí a mediano y largo plazo: la información. Internet demostró ser un arma de doble filo que no solo incide en la intención o voluntad de voto —claramente demostrado— sino que afecta la inversión en bolsa, el movimiento de los mercados, las negociaciones internacionales, la reputación e imagen de los líderes, al igual que las matrices de opinión.
No olvidemos la famosa leyenda urbana que afirma que las protestas en Egipto comenzaron con un tuit. Y es así como los ciberataques llegan al escenario internacional. Nada ruidoso, nada nuclear, nada de aviones o portaviones. Solo un teclado y un hacker.
Los ciberataques que han quedado en la historia
La BBC hace unos días reseñó los diferentes ciberataques que ha sufrido y cómo manejaron la situación. Cuckoo’s Egg que hablaba de venta de información a la KGB fue uno de ellos. Por otra parte, estuvo Moonlight Maze, un ciberataque que pretendió robar información confidencial en el tema militar. Aquí se descubrió que utilizaban códigos y lenguaje ruso y trabajaban en horario de Moscú.
Posteriormente, se reseñó al Buckshot Yankee. Aquí corría el año 2008 y el objetivo también fue militar; se le vinculó a los mismos piratas de Moonlight Maze. Asimismo, en 2016 durante las elecciones norteamericanas se acusó a piratas informáticos rusos que hackearon y se infiltraron en los archivos del Partido Demócrata. Finalmente, se habló de Sunburst, el último ciberataque que ha comprometido a la seguridad nacional norteamericana.
Los medios denominaron el ciberataque Sunburst como uno de los más importantes vividos por Estados Unidos en los últimos 20 años. De hecho, esto llevó a que se dieran varias reuniones en la Casa Blanca y algunos funcionarios de la administración Trump tuvieron que cancelar sus viajes para regresar a Estados Unidos y tratar el tema.
El malware, como se le conoce, atacó el software de la empresa SolarWinds, que el gobierno norteamericano y otras empresas en temas de seguridad, han utilizado. Y no sería SolarWinds la única víctima. De acuerdo con agencias noticiosas, Intel, Nvidia y Cisco —empresas de alta tecnología— debieron apagar sus sistemas para protegerse tras varios ataques.
La irrupción del COVID-19 en el juego geopolítico
Ahora bien, ¿por qué puede estar sucediendo esto y en este momento? Recordemos que el escenario geopolítico que se está viviendo en la actualidad es cuando menos complicado y hay numerosos casos abiertos que afectan la paz, así como la seguridad internacional. Inicialmente la data de todo lo relacionado con el tema del COVID-19 y las estrategias internacionales aplicadas. En segundo lugar, está toda la información recopilada y el seguimiento que se está haciendo a la deep web en estos tiempos de confinamiento, cosa que se sabía de antemano iba a suceder, ya que sería la única forma de comunicarnos.
Otro de los aspectos es el tema de las elecciones norteamericanas y la base de datos de las máquinas de votación. Finalmente, sin dejarlo a un lado, está también el tema de las informaciones en cuanto a lo relacionado con seguridad y procesos de paz que han de continuar para la próxima administración.
Esto, complementado con el hecho de que ambas naciones, tanto Rusia como Estados Unidos, comenzaron a cerrar oficinas diplomáticas argumentando razones de efectividad, aunque esto no hace más que incrementar los niveles de tensión. La administración Trump ha informado que responsabiliza a Rusia directamente, mientras que Biden utiliza el tema de los ciberataques para señalar a la administración Trump como poco efectiva al momento de hacer seguimiento al caso.
Para el cierre de la noticia, otro país entraba a escena y era China. Aunque esto no haría mucha diferencia, ya que Rusia y China son aliados. Ambos forman parte del proyecto OBOR y han firmado sendos acuerdos de cooperación con la Unión Euroasiática.
La conclusión a la cual se puede llegar es que la seguridad internacional se encuentra altamente comprometida, ya no por fuerzas militares, sino por fuerzas de inteligencia informática que han encontrado un escenario idóneo donde operar y que de forma sigilosa y casi imperceptible puede cambiar la historia de la humanidad, mover los hilos de las estrategias internacionales a su favor, inclinar la balanza informativa hacia sus propios intereses y reescribir la historia de todos en un clic.
Corina Helena Cortés Oliveros es abogada con estudios en Derecho Internacional, Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario. Docente Universitaria, Investigadora y Conferencista Internacional.