Por Rodrigo Hernández Mijares
Algunas de las tendencias naturales del ser humano son juzgar, criticar y esperar mejoras a la situación presente, parafraseando a Bastiat, con el menor dolor posible. Esto es natural tanto en aquellos seguidores idealistas del movimiento encabezado por López Obrador, como de aquellos opuestos. Sin duda existen serios problemas en México, por lo que la sociedad se sigue polarizando y hundiendo en la división.
Solemos participar en un debate estéril sobre los culpables de los problemas actuales. Partimos de un diagnóstico fallido. Por ejemplo, los argumentos estatistas y de justicia social hablan de los graves problemas de pobreza y desigualdad desde la utopía. Comparan las dificultades del mundo real contra su imaginación de una sociedad perfecta, pero además de una sociedad que solamente existe en el futuro, porque su visión y sus soluciones fracasaron en el mundo real dondequiera que se intentaron. Del lado opuesto al actual presidente mexicano se hace una débil y pobre defensa del libre mercado.
Convenientemente quienes critican a la libre empresa omiten tres verdades universales: A) ignoran que el mercado somos todos. Las personas que comemos, compramos, vestimos y trabajamos. B) el estado natural de la humanidad es la pobreza. Esa ha sido la experiencia no solamente desde que comienza la historia hace unos 6000 años, sino por más de 200 000 desde la aparición del homo sapiens. C) lo que es nuevo y extraño es la riqueza. Por eso la debemos estudiar. Esto ya lo comprobó Adam Smith en 1776. Esto lo demuestran los trabajos de Angus Maddison así como la genial compilación estadística de Hans Rosling y su proyecto Gapminder.
Si hubiera que agregar una cuarta verdad es que no existe sistema económico que no requiera de un mercado. Lo que cambia es la propiedad de los bienes de producción, pero el mercado está ahí. En el Socialismo el gobierno es dueño de todos los factores (tierra, máquinas, tecnología, moneda, y hasta de las personas). En libertad los individuos protegemos nuestra vida, libertad y propiedad para asociarnos libre y voluntariamente.
¿Debemos reimaginar el capitalismo?
Podríamos hacerlo pero antes habría que aclarar que en México lo que hemos tenido por siglos ha sido mercantilismo estatal, no capitalismo. Desde la Colonia, durante el México Independiente y hasta el México contemporáneo hemos cargado con leyes que crean monopolios, conceden privilegios, gobiernos que escogen a ganadores y perdedores mediante Fiat legislativo, burocracias y contratos como los de obra pública.
Si fuéramos más atrás, deberemos reconocer que las castas existieron desde el mundo prehispánico. Se implementó la república de indios y nunca existió igualdad ante la ley, que somos herederos de teocracias originarias, coloniales y también fundacionales. No en vano Agustín de Iturbide se autoproclamó Emperador.
Hoy México se ubica en la mediocre posición 67 entre 180 a nivel mundial en grado de libertad económica. Logra una calificación de 66 puntos sobre 100, conforme a la más reciente medición del Índice de libertad Económica 2020 de la Heritage Foundation. Otro ejemplo alarmante es que en el Índice de libertad Humana 2019 del Cato Institute, México cayó 9 lugares en tan solo en un año hasta ubicarse en la posición 92 entre 162 países medidos.
Según este último indicador, existen 91 países con mayor libertad. Específicamente en libertad personal suma 6.38, en libertad económica 6.93, y en libertad humana 6.65 puntos. Habría que destacar que los peores desempeños del país son en Imperio de la Ley (rule of law, en español, Estado de derecho) con apenas 3.9, sistema legal y derechos de propiedad privada con 4.2, y seguridad con 5.4 puntos.
Por su parte, el ránking de libertad económica del Fraser Institute ubica a México en el lugar 76 de 162 países, con una puntuación de 6.93 en el 2017. El Instituto Fraser publica el reporte Libertad Económica de Norteamérica 2019 en el cual ninguna entidad federativa mexicana alcanza el puntaje de las peores provincias de Canadá o de Estados Unidos.
Por tanto, cabría percibir una trampa en calificar que los problemas de México son culpa del sistema de libre mercado o capitalismo. Los mercados libres tienen instituciones que no hemos acogido y algunas que apenas tienen 3 décadas en el intento. Estas instituciones son: libertad económica, libertad política (no 7 décadas de partido único), el imperio de la ley, respeto a la propiedad privada, la santidad de los contratos y una moneda sana. Las instituciones no son leyes específicas ni edificios con burócratas. Son en primer instancia, principios y valores adoptados por los miembros de una comunidad.
Es decir, un Estado que bajo la Constitución vigente de 1917 ha expropiado y nacionalizado inversiones extranjeras y domésticas como los ferrocarriles y compañías eléctricas, tiene el monopolio del subsuelo y con ello los monopolios del petróleo y el resto de hidrocarburos, que cancela aeropuertos, lucra con terrenos y con la obra pública, evidentemente no califica como capitalista.
También habría que reflexionar sobre el resto de instituciones que se necesitan para hablar de una república con sistema de libre empresa. ¿Libertad política e igualdad ante la ley? ¿Justicia pronta y expedita? ¿Una moneda que no se devalúa? ¿Sistema tributario sencillo y navegable? No es curioso que a muchos mexicanos les suene necio querer reformar un capitalismo que no ha existido.
La evidencia histórica de que los mercados liberalizados han sacado como nunca antes a cientos de millones de la pobreza a nivel global es abrumadora, es concluyente. Lo único que lo ha frenado este 2020 ha sido la respuesta ante el Covid-19. Esperamos fervientemente que se reabran los países para que el progreso humano continúe y que en pocos años la pobreza extrema sea el cero por ciento de la población mundial. Esperamos lo mismo para México.
El problema mexicano no es solamente que AMLO y su movimiento pelean contra fantasmas. Sus ideas son falsas y sus propuestas son equivocadas, pero también son equivocadas las de sus adversarios. El problema es el anti-capitalismo que impera desde la última gran guerra civil del país desde principios del siglo XX.
Rodrigo Hernández Mijares es empresario e Investigador. Internacionalista por el ITESM. Coordinador de La Sociedad Bastiat de México, y Director Ejecutivo del Capítulo Mexicali, programa del American Institute for Economic Research (AIER).