Por Ángel Manuel García Carmona
Cualquiera debería de tener claro que el socialismo es un fracaso tanto moral como técnico, dado que no tiene ninguna legitimación conforme determinados principios (digamos que son los cristianos, aquellos en los que yo creo) ni hay evidencia alguna que justifique, práctica y empíricamente, el intervencionismo, por ineficaz e insolvente.
No obstante, hablamos de algo cuya abstracción es compleja, máxime cuando su nivel de agresividad es mucho más inferior. Es por ello por lo que, en cierto modo, uno suele decir, en no pocos casos, que la socialdemocracia es un “mal menor” en tanto que no es tan lesiva.
Por poner un símil, podemos referirnos a algún cuadro patológico médico habitual. Por ejemplo, en materia de traumatología, es más llevadera una pretensión de vida normal con una escoliosis que con una parálisis del tren inferior, o con un cuadro de miopía que con una ceguera irreversible.
Así pues, hay quienes dicen que no es tan problemático intentar compaginar lo que “oficialmente” se llama “Estado del Bienestar” con cierto respeto a la propiedad privada y a la libertad de mercado (inciden, de hecho, en ejemplos como los nórdicos, siendo un mito que resulten ser “éxitos” del socialismo).
En realidad, el estatismo es como un tumor maligno: las células cancerígenas tienden a propagarse (produciéndose peligrosas metástasis en algunos casos), por lo que conviene ir a la raíz del problema (extirpación del tumor y asegurar que este no volverá a reproducirse).
De todos modos, no es el motivo de este artículo hacer un análisis exhaustivo sobre los problemas económicos, morales y sociales del estatismo y del socialismo. Simplemente se va a advertir sobre uno de los problemas del mismo para la salud humana, evidenciado en la actual “crisis poliaspectual” bajo pretexto de una “pandemia”.
Lo que realmente es un “secuestro político” no solo acarrea consecuencias morales y sociales
Lo que eufemística y oficialmente se denomina “confinamiento” (dicho sea de paso que es algo con lo que, a la par que nos han hablado de una nueva normalidad, nos vienen amenazando ante esos “rebrotes” que, de acuerdo con cifras oficiales, se estarían dando en España) se nos vende como una medida de protección sanitaria.
Pero en verdad no se trata sino de un secuestro político “muy bien vendido” por las autoridades políticas tanto de regímenes más totalitarios como el chino y el venezolano como de regímenes más socialdemócratas como la mayoría de gobiernos occidentales europeos.
En líneas generales, se incurre, de manera masiva y forzosa, a vulnerar derechos naturales y negativos que resultarían, “aplicados” (por decirlo de alguna manera) en la libre circulación, la privacidad, la organización del horario de trabajo o cierto interés en aprovechar los beneficios del aire libre y la luz solar.
Como se ha indicado, el motivo de estas medidas, habitualmente presentadas bajo la declaración de un “estado de emergencia” o “de alarma”, es frenar la propagación del virus (esto se acompaña, igual que en el escenario de transición a la “nueva normalidad”, de la imposición de mascarillas y de una “distancia de seguridad”).
Pero es que, aunque nos intenten convencer de que la libertad no es lo más importante (no estoy haciendo referencia a la discusión sobre el buen uso de este don que se nos concede divinamente), el llamado “confinamiento” no solo perjudica el estado de ánimo sin más, sino la salud de los ciudadanos.
Los problemas de salud del confinamiento no solo son mentales
Para comenzar, en base a ciertos estudios sobre la opinión pública, podría afirmarse que existe una alta incidencia del Síndrome de Estocolmo, en tanto que no son pocos quienes, al menos en países como España, no ven con muy malos ojos que bajo pretexto sanitario, el Estado les estrangule política y económicamente.
Pero, aparte de ello, como ya han advertido varios expertos médicos (incluso instituciones, muy a pesar del hegemónico cientifismo, que tiene más que ver con las ideologías y la politización) advierten de que las incidencias de salud mental están aumentándose en los últimos meses.
La ansiedad, la depresión y los cuadros psicóticos están siendo mucho más frecuentes. Estos pueden llevar a un desarrollo del trastorno obsesivo-compulsivo, de determinadas fobias o de esa pérdida de razón cuya desesperación resultante lleva a la persona a intentar suicidarse. Las autolesiones también están experimentando su crecimiento.
De ahí pueden desprenderse otras consecuencias sociales como el aumento de la violencia intrafamiliar, el deterioro del rendimiento académico, la trastornada tendencia al abuso sexual, las rupturas matrimoniales y otra clase de conflictos bien familiares, amistosos o laborales.
Eso sí, no todo se queda en problemas de salud mental que no tienen por qué ser una “consecuencia per se” del encierro doméstico sino de otros problemas económicos agravados (por ejemplo, la crisis económica, que casualmente ocultaban antes de la pandemia, en tanto que se destruyen puestos de trabajo) con el intervencionismo.
En tanto que uno puede tener más tendencia a un estilo de vida sedentario o simplemente seguir una dieta “rica” en carbohidratos y grasas saturadas, es obvio que no solo haya un probable cuadro de sobrepeso u obesidad, sino un mayor riesgo de tener colesterol LDL o de exceder la cantidad de triglicéridos según indicase una analítica de sangre.
Pero hay más, en tanto que un mínimo de ejercicio físico también ayuda a la persona a mantener cierta forma (por poner un recordatorio, a las personas mayores se les aconseja realizar determinados ejercicios para contrarrestar ese deterioro físico que puede aumentar su dependencia). A los niños autistas también les conviene el aire libre.
De hecho, cabe advertir de que, directa o indirectamente (no necesariamente por el estrés económico, sino también, por la “claustrofobia”), este mecanismo de secuestro político también está incrementando los casos de accidentes cerebrovasculares (ictus) y de ataques y paradas cardiorrespiratorias.
Una vez más, el Estado no te cuida
Sin negar tanto la existencia del virus así como tampoco la acción humana de un laboratorio de Wuhan (China), cabe destacar, una vez más, que el Bienestar del Estado no vela por tu salud. El socialismo, como sabemos, impide que una sociedad prospere, lo cual es una condición sine qua non para una mayor calidad y esperanza de vida.
De hecho, con esta crisis, muchos planean reforzar tanto las dimensiones como la extensión del Estado. Y para conseguirlo, se ha recurrido a un pretexto, generando una notoria “histeria colectiva” (incentivada por la confianza en la falsa seguridad estatal) que no solo nos hace menos libres, sino que también es perjudicial para el organismo.
Ángel Manuel García Carmona es socio fundador del Club de los Viernes.