Por José Basagoiti
El desplome económico actual, derivado de la paralización de la producción y del consumo, es global para todas las economías, por lo que parece injusto y demagogo culpar a los gobiernos en sí de la crisis económica, pero si podemos (y debemos) poner en debate lo que se hizo en el pasado y lo que se está haciendo en el presente para salir de la misma.
Muchos economistas valoran como algo positivo la rapidez de actuación de los gobiernos y bancos centrales para afrontar el colapso económico, algo que, por ejemplo, no vimos en la crisis financiera de 2008, donde las medidas llegaron tarde y mal.
Se nota el cambio de aires que le han dado a las entidades los nuevos líderes, Jerome Powell y Christine Lagarde, con un sesgo algo más agresivo que los conservadores Jean-Claude Trichet y Ben Bernanke del inicio de siglo. Sin embargo, no debemos confiar toda la recuperación a políticas ultraexpansivas de inyección de crédito y tipos bajos, sobre todo, en países con niveles de solvencia ya dudosos, como los del sur de Europa. No obstante, esta solución, es la que más gusta en los gobiernos de dichos países, caracterizados por priorizar intereses políticos sobre el futuro de sus economías.
Renunciar al arma de la deuda, o por lo menos a parte de ella, exigiría tomar medidas “impopulares” como subida de impuestos, con el objetivo de mayor recaudación, o recortes del gasto público. Ambas medidas suelen tener mala aceptación por la sociedad que, en su mayoría, no entiende los riesgos de un exceso de deuda.
Ese desconocimiento es precisamente lo que utiliza el poder político para evitar acometer esas medidas, de consecuencias estructurales a largo plazo, pero ciertamente invisibles en el corto plazo. Lo hemos visto en el pasado y lo estamos viendo en el presente.
Los casos de España e Italia son ejemplos claros. Ambos países, protagonistas indiscutibles de las últimas crisis, han aumentado su deuda de forma constante en los últimos lustros, tanto en ciclos de recesión como en ciclos de bonanza, a diferencia de otros países de Europa, que han aprovechado las etapas de prosperidad para aplicar presupuestos más austeros. El Fondo Monetario Internacional proyecta que la deuda italiana se va a disparar casi 21 puntos hasta 156 % de su PIB y la española 18 puntos hasta más del 113 %.
Por el contrario, se espera que Alemania aumente su deuda en solo 9 puntos hasta el 69 % y los Países Bajos 10 puntos hasta el 58 %. Situación similar para vecinos como Austria, Finlandia, Polonia o República Checa.
De esta manera, vemos cómo la actuación de los gobiernos de Europa del sur no ha sido la más disciplinada, lo que los ha llevado a tener menos margen de maniobra en la actualidad. Y como no todos los lápices tienen goma de borrar, no todas las personas aprenden de los errores. Los partidos que lideran España e Italia siguen sin aceptar la necesidad de medidas impopulares, especialmente la de reducir considerablemente el gasto público y la hipertrofia estatal, y siguen apoyándose en la peligrosa arma de la deuda para subsanar todos los problemas. Algún día entenderán que imprimir dinero no crea riqueza, pero sí peligrosos desajustes.
Si continúan por este camino, reducirán todavía más el margen de maniobra para futuras crisis, dejando una losa tremenda en las próximas generaciones. Ya sabemos que pensar en el ahora y no en el futuro es seña inequívoca de los políticos, pero estamos en niveles realmente comprometidos, donde malas decisiones pueden desembocar en conflictos muy graves para nuestros hijos.
Veremos, por tanto, el recorrido de estos gobiernos, ya que para mantenerse intacta y unida la zona euro, no deben proliferar los partidos populistas, que solo quieran capitalizar las dificultades de la recuperación con enormes niveles de deuda. La fragmentación de Europa y a estabilidad futura de muchos países está en juego.
Jose Basagoiti, licenciado en economía, es empresario y trader profesional en Madrid (España). Es autor de dos libros y colaborador recurrente en medios de comunicación y portales financieros. También es cofundador de la firma TradingPro. Afiliado y colaborador del partido libertario, es seguidor de la escuela austriaca y la teoría de liquidez.