Por Daniel Di Martino
Mi abuelo, Vicente Novo, murió recientemente en Madrid, España. A pesar que su diagnóstico fue COVID-19, él también fue una víctima del gobierno socialista español que expropió las clínicas privadas durante la pandemia, evitando que fuera tratado allí, y del sistema socialista de salud que no invierte lo suficiente en equipo médico y unidades de cuidado intensivo.
Mi abuelo dejó España décadas atrás por la una vez próspera Venezuela por necesidad, ya que estaba bajo el mando opresivo de Francisco Franco. Venezuela, por su parte, fue llevada a la ruina por los líderes socialistas Hugo Chávez y Nicolás Maduro, forzando a mi familia a volver a España hace dos años.
Mi abuelo fue un luchador por el libre mercado y la prosperidad.
El viernes 27 de marzo repentinamente no pudo respirar, y mi tío lo llevó de emergencia a una clínica privada que mis padres frecuentaban. Había mostrado síntomas de COVID-19 durante días, pero no recibió ningún tratamiento. Cada vez que mi madre llamaba a los doctores, le decían que la única forma de ser admitido en un hospital era si no podía respirar.
Desafortunadamente, cuando mi abuelo llegó a la clínica privada, le dijeron que debía ir a un hospital del gobierno. La semana anterior, el gobierno socialista de España había tomado forzosamente las clínicas privadas, justo cuando mi abuelo más las necesitaba.
Temí que no se lo tratase bien porque Italia, que también tiene un sistema de salud gubernamental similar a España, estaba negando acceso a unidades de cuidado intensivo (UCI) y respiradores a los italianos mayores. España siguió ese camino, y el domingo en la noche la doctora le dijo a mi mamá, “no estamos asignando UCI a los pacientes mayores de 65 años”. El día siguiente, mi abuelo murió por falta de oxígeno.
Podrías pensar “¿acaso este no es el sistema más justo dadas las circunstancias de la pandemia?”. Tal vez, pero no puedo dejar de imaginar cuáles hubieran sido las posibilidades de mi abuelo en un país como Estados Unidos, donde hay más camas UCI ajustado por población —más del doble que en España— o si el gobierno español no hubiera tomado las clínicas privadas. Es verdad, el coronavirus es un gran desafío para cualquier sistema de salud, pero tenemos las mejores posibilidades de vencerlo en los Estados Unidos.
Morir bajo un sistema de salud socialista es un triste fin para mi abuelo, un hombre que, durante toda su vida, luchó contra distintas formas de opresión.
Nació en 1936, en la ciudad española de Ourense, al inicio de la guerra civil española. Se hizo huérfano cuando su padre murió después de menos de un año luchando en la batalla de Brunete, cerca de Madrid. La guerra acabó en tres años, pero la miseria solo comenzaba. Después de su victoria, Franco impuso un gobierno totalitario, prohibiendo casi todo el comercio internacional e implementando controles de precio que resultaron en racionamiento y hambre.
Mi abuelo recordaba el libro de racionamiento gubernamental de su familia que, era de esperar, no era suficiente para alimentar a todos. Cuando se hizo adolescente, dejó los estudios y obtuvo un trabajo en la fábrica de caramelos que tenía cerca. Su madre intercambiaba productos en el mercado negro para alimentar a la familia.
Pero esto no era suficiente para que él tuviera un futuro o ayudara a su familia. Entonces, en 1956 zarpó a Venezuela, entonces el cuarto país más rico del mundo. Al llegar, obtuvo un trabajo en un garaje y mando la mitad de sus ingresos a su madre todos los meses por correo durante una década.
Mi abuelo nunca se vio a sí mismo como un emprendedor, pero eso era exactamente lo que era. Terminó siendo dueño de su propio garaje y ahorró para construir un edificio de cuatro apartamentos, uno para vivir con su familia y otros tres para alquilar. Eventualmente, vendió su garaje, porque el gobierno de Venezuela controló el precio del estacionamiento e hizo poco rentable su negocio. Su edificio fue expropiado por el gobierno después, para construir un hospital que nunca fue.
Nada paraba el espíritu emprendedor de mi abuelo. Se recuperó de nuevo y abrió una tienda de ropa en un mercado de Caracas, que manejó con mi abuela hasta que se jubilaron.
Cuando mis padres decidieron irse de Venezuela y mudarse a España, mis abuelos los acompañaron. Mi abuelo regresó a su país natal, aquel del cual había escapado sesenta años antes.
Él era la personificación de un conservador pro-libre mercado. Vino de la pobreza, se hizo independiente a una edad joven, apoyó a su familia, y continuó adaptándose incluso cuando la acción gubernamental trataba de acabar con sus esfuerzos en cada momento.
Mi abuelo luchó contra el socialismo durante su vida, y el socialismo, con la expropiación de las clínicas privadas y un sistema gubernamental de salud, contribuyó a su muerte. Él es mi inspiración para derrotar a la terrible ideología socialista. Espero que él también pueda inspirarte a ti.
Daniel Di Martino (@DanielDiMartino) es un activista por la libertad venezolano, un investigador asociado del Instituto para el Estudio de la Libre Empresa en la Universidad de Kentucky, y un contribuidor para Young Voices y Dissident.