
Por Julio Ariza
Una de las cuestiones más chocantes de la gestión de la epidemia en España del COVID-19 es que no ha habido gestión. La gestión de la crisis consiste en no gestionarla; la medida más importante es no tomar medidas. Llevamos un mes escuchando a los responsables gubernamentales diciendo que no hay razón para la alarma. Eso es todo. Que la gente esté tranquila, que no cunda el pánico, que no caigamos en la histeria colectiva. Sosiego. Mucho sosiego. La recomendación en sí misma es positiva, siempre y cuando nuestro sosiego se combine con su determinación para combatir esta pandemia que se contagia de forma vertiginosa con resultado de muerte.
El problema es que mientras China, Corea, Francia o Italia toman medidas de gran determinación para combatir el virus, aquí solo se combate el miedo. Pan para hoy y hambre para mañana, porque si no se combate seriamente la propagación el miedo se convertirá en auténtico pánico. Las Fallas sieguen adelante, las manifas del 8-M se celebraron como si aquí no pasara nada, los aviones siguen llegando de Milán y Venecia sin el menor control y se sigue jugando la Liga. Que no decaiga. Nada como mirar hacia otro lado para que la realidad le dé a uno un sopetón. En eso estamos. El problema es que la inacción de Pedro Sánchez, que está literalmente desaparecido, quizás por consejo de Iván, se traduce en el drama de los españoles.
Este país a la deriva y sumido en el caos está gobernado por un presidente al que solo le ocupa el trapicheo del poder, los gestos a la galería y la confabulación con su vicepresidente. Al parecer, la gestión del coronavirus le aburre. No es “política”.
Julio Ariza es abogado, exdiputado español, comunicador y presidente del Grupo Intereconomía.
Este artículo fue publicado originalmente en Rebelión en la Granja.