Por Ángel Manuel García Carmona
Cuando para corroborar o conocer qué significa exactamente el término anchluss recurrimos a las fuentes historiográficas, uno suele encontrar referencias a la anexión de la Primera República de Austria al III Reich, en el año 1938.
Uno de los objetivos de Adolf Hitler, tal y como se refleja en su obra Mi Lucha, era ejercer un absoluto control político sobre lo que denominaron Ostmark (“Marca del Este” en alemán), donde ciertamente había semejanzas lingüísticas: en ambos territorios, predomina el habla de la lengua alemana.
Para alcanzar ese objetivo, se pretendía la legalización en Austria del Partido Nazi, que en 1932 fue el más votado en el Reichstag (parlamento alemán), aunque no obtuvo mayoría absoluta, sino poco más de un treinta y siete por ciento de los votos escrutados.
Según Bruno Kreisky, el respaldo no hubiera sido superior al veinte por ciento en Austria. Eso sí, lo que hicieron estos colectivistas fue emprender una potente labor propagandística acompañada de numerosos actos de terrorismo (dado que por la vía de las urnas aún no consiguieron nada).
Consiguieron desgastar al gobierno austriaco, llegando a renunciar Kurt Schussningg. Posteriormente, el 12 de marzo de 1938, las tropas alemanas invadieron los territorios austriacos, donde hubo, posteriormente, un referéndum de anexión totalmente manipulado.
De todos modos, no es la finalidad de este artículo profundizar sobre esos fenómenos históricos centroeuropeos del siglo XX, sino utilizar la introducción para que se pueda entender mejor, como se explica a continuación, por qué hay un fenómeno similar en España.
Navarra como provincia “vascongada”
El nacionalismo vasco, en base a la falacia histórico-conceptual de Euskal Herria (promocionada por el racista hispanófobo Sabino Arana), busca anexar provincias y regiones españolas y francesas como Navarra, Labort, Baja Navarra y Sola a las Provincias vascongadas.
Precisamente, pretenden que forme parte de su ideal de país independiente de España, articulando un falso concepto de nación al que vaya intrínsecamente ligado el vascuence o euskera. Pero esta intencionada desviación con respecto a la verdad no cuenta con un gran respaldo.
El navarrismo como definición de la Hispanidad
Navarra nunca fue vasca tal cual (si van a hablar de los vascones del siglo I, han de saber que estos estaban repartidos por Navarra, el noroeste de Aragón y el norte de La Rioja, y que también han convivido otros pueblos como los celtíberos, los romanos y los judíos).
Con la Reconquista, nació el reino cristiano de Pamplona, con capital en la ciudad homónima y administración de territorios noraragoneses, vascos y castellanos (con el Rey Sancho VI, este pasó a llamarse “Reino de Navarra” y fue integrado en la corona castellana por Fernando el Católico).
Tal y como se puede corroborar al observar escudos hispanos recientes, se reconoce que el Reino de Navarra forma parte de la misma. Gracias al Sancho VII el Fuerte, los bandos cristianos recobraron más fuerza en la Batalla de las Navas de Tolosa, tal y como se explica en Cuatripartito Kanpora.
Gracias a esos doscientos caballeros navarros, esa batalla supuso un notorio desgaste del dominio islamista sobre la Península Ibérica (fue más fácil que, posteriormente, se pudiera lograr la reconquista de ciudades como Córdoba y Sevilla). Pero no solo eso.
Como ha de saberse, el tradicionalismo español (el carlismo) desempeñó un papel clave en la Guerra Civil del 36, contribuyendo a evitar que España se convirtiera en un satélite de la Unión Soviética (de la que tenía su sede en Moscú).
Alrededor de 60 000 requetés comprometidos con la Hispanidad y su catolicidad se enfrentaron al liberticida, anticristiano, hispanófobo y marxista Frente Popular de la Segunda República (cuando esta se proclamó, ya había 10.000 requetés organizados en Navarra).
Por otro lado, cabe recordar que esa misma Escuela de Salamanca que influyó para bien en el descubrimiento de las Américas contó con las aportaciones del escolástico navarro Martín de Azpilcueta, que teorizó sobre la oferta y la demanda así como de los riesgos de la inflación monetaria.
La izquierda española y la destrucción de Navarra
La anexión de Navarra a la Corona de Castilla no supuso ningún perjuicio en lo que a descentralización político-jurídica se refiere. Este antiguo reino mantenía sus leyes y sus fueros (no solo en materia de recaudación de impuestos y otras cuestiones presupuestarias).
Fue el liberalismo isabelino (agente en España de esa misma Revolución Francesa que supuso la gestación del nacionalismo, el laicismo y el socialismo) el que puso en peligro estas instituciones y dio lugar a tres enfrentamientos con los partidarios de Carlos María Isidro.
El carlismo, tal y como explica Javier Garisoain, implica «entender a España no como un estado sino como una patria, una sociedad, una comunidad, formada por la unión ordenada de comunidades menores libres y responsables, con su vida, sus fueros y su autarquía».
Los fueros son, de hecho, parte de la tradición hispana. Pero, en cualquier caso, si además del liberalismo afrancesado (hoy férreo defensor de la disolución de identidades en el Estado Único Europeo soviético-bruselense, en base al nihilismo) hay otros enemigos de España, son sus descendientes.
La izquierda española es férreamente hispanófoba (especialmente, sus facciones más radicales). Por ello no es de extrañar que la socialista María Chivite haya sido gustosa de ser presidenta regional con el respaldo de, entre otros, el brazo político de la banda terrorista ETA (Bildu).
El Frente Popular existe aún (distinto es que Pablo Iglesias y Pedro Sánchez estén enfrentados por la composición de poder en Moncloa), y aúna las fuerzas de socialistas, comunistas y nacionalistas periféricos (totalmente paganos).
Así pues, a Navarra le espera una continuidad del proceso de ingeniería social (imposición de una lengua que solo habla un siete por ciento de los navarros), manipulación propagandística, subvenciones, desprecios a la Benemérita… (todo esto ya comenzó en la pasada legislatura con el cuatripartito nacionalista-izquierdista).
La dichosa Disposición Transitoria Cuarta de la Constitución del 78, que debería de estar derogada, contempla la anexión de Navarra a Vascongadas, sería inviable actualmente vía referéndum (salvo irregularidades de proceso y recuento). Por ello lo del socialismo de ingeniería social.
En cualquier caso, ha de constar que el nacionalismo vasco también es hispanófobo y que la izquierda española más radical no dudará en ayudarle con tal de destruir todo atisbo de Hispanidad, lo cual implica acabar con la católica Navarra. Y, sin duda, ante esto, estamos llamados a reaccionar.
Ángel Manuel García Carmona es ingeniero de software y redactor en Ahora Información.