Por Ángel Manuel García Carmona
El pasado domingo 26 de mayo, los españoles fueron citados a renovar la composición de sus ayuntamientos, de doce parlamentarios autonómicos (excluyendo el gallego, el vasco, el catalán, el valenciano y el andaluz) y el Parlamento Europeo. Dados los comicios legislativos de abril, algunos vieron esta cita como “una segunda vuelta”.
Uno de los núcleos de población más interesantes tanto por volumen como por rango de capitalidad ha sido la villa de Madrid (no estaba tan claro qué bloque iba a salir ganando: el de la izquierda o el de la derecha). La comunista Manuela Carmena se ha mantenido como la más votada, pero eso no le garantiza más.
Obtuvieron representación Más Madrid (candidatura de Carmena), el Partido Popular (PP), Ciudadanos (C’s), VOX y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), con 19, 15, 11, 8 y 4 concejales respectivamente. PP, C’s (partido de centroizquierda cuya mayoría electoral es de derechas) y VOX (derecha identitaria) suman mayoría absoluta.
Por lo tanto, salvo sorpresas, el “pepero” José Luis Martínez Almeida podría ser el nuevo regidor de la capital de España. De hecho, se sabe ya cuál sería, con alta probabilidad, una de las medidas principales y urgentes de ese nuevo gabinete que supondría el fin del sóviet de Carmenagrado: suspensión del programa Madrid Central.
¿Qué es Madrid Central?
Varias han sido las restricciones a la libre circulación de personas y vehículos que ha impuesto el gobierno municipal matritense en funciones, resumidas en peatonalizaciones, demarcaciones de circulación peatonal, restricciones al paso de vehículos por determinadas arterias viales y semáforos en plena autovía.
Todas estas son criticables, pero quizá sea más impactante sea Madrid Central. Nos referimos a un plan que entró en vigor el 30 de noviembre del año pasado e implica la habilitación de una “zona de bajas emisiones” de dióxido de carbono en el distrito centro de la ciudad (abarcando unas 472 hectáreas).
Salvo que se tratara de residentes y servicios de seguridad y emergencias (como bomberos o médicos), o de colectivos específicos, se impusieron restricciones a los vehículos con etiqueta ECO o con motores en funcionamiento gracias a la gasolina o al diésel. De este modo, no pueden circular y estacionarse sin trabas en esta demarcación urbana.
¿Ha habido beneficios económicos y medioambientales?
En el primer semestre del presente año, fue noticia que el 82 % de los establecimientos comerciales y empresariales ubicados en el ámbito geourbano de aplicación de Madrid Central estaba sufriendo pérdidas económicas -según un sondeo a más de 1300 sociedades que ha hecho una plataforma de afectados por esta medida.
También se dio una acentuada caída de ventas, rondando el 15 %, en Navidad. Cierto, en una era donde se dispara el consumo, en momentos en los que el comercio tradicional no solo merece impuestos más bajos y seguir con libertad de horarios, sino adaptarse al imparable fenómeno del comercio electrónico.
Además, se denuncia el incremento de presión burocrática que ha acarreado este proyecto, que complica la buena movilidad de personas por el distrito. Incluso se advierte que los protocolos que regulan la entrada y salida de vehículos (recordemos el sistema de videovigilancia del que se dota a este proyecto) es un desastre.
Ahora bien, tampoco se ha logrado ayudar al medioambiente (igual que con los cortes de circulación en ciertas arterias). Veintidós de las veinticuatro estaciones medidoras medioambientales ubicadas en la ciudad registran subidas de los niveles de polución (según el NO2) que oscilan entre el 16 % y el 34 %. En 2018, los datos eran mucho mejores.
No es cosa de Carmena, sino de la Comisión Europea
Desde la prensa y los sectores de opinión más escorados hacia la izquierda, con la indiscutible intención de defender a una dirigente aliada así como un conjunto concreto de políticas de ordenación del territorio y la circulación, se nos dice que la Comisión Europea está tratando de que los Estados miembro adopten estas medidas.
España se ha librado de una sanción económica eurocrática (junto a otro par de países: Eslovaquia y la República Checa) debido a este proyecto. De hecho, la Comisaría de Medio Ambiente de la UE considera que Madrid Central es uno de esos proyectos “creíbles y eficaces” para reducir la contaminación atmosférica y respetar los límites.
Eso sí, lo que avale la Comisión Europea no es conveniente per se. De hecho, hay que ser consciente de que la UE experimenta una progresiva e imparable centralización político-económica, a la vez que piensa en nuevas partidas de gasto y regulaciones de todo tipo (alrededor de 2000 reglamentos o decisiones se aprueban anualmente).
Es más, el Nuevo Orden Mundial, con el que, en gran medida, colabora una entidad que cada vez se está pareciendo más a la Unión Soviética (en cuanto a disminución de libertades y descristianización), impone el ecologismo, que no es nada más que una modalidad más de socialismo, justificada con mitos como el cambio climático.
Finalmente, una vez dicho todo lo anterior, alertamos de que los madrileños se están enfrentando a un caso más de socialismo: caos no solo económico a costa de nuestra libertad y de nuestra propiedad, unido con cierto tipo de ingeniería social en lo que a circulación se refiere y pretensiones de consolidación de un “Gran Hermano” estatal.
Ángel Manuel García Carmona es socio fundador del Club de los Viernes.