Por Adrián Cervantes Dávila
La llamada “Cuarta transformación” viene golpeando más rápido de lo que la mayoría de los críticos de López Obrador esperábamos. Todo parece indicar que el presidente tiene prisa por instaurar un régimen socialista que llevaría a los mexicanos a una crisis económica y social sin precedentes en el país. Después de todo, él mismo lo dijo hace unos días: avanzar lo más que se pueda por si vuelve “la mafia del poder”. Solo que las políticas con las que pretende avanzar, llevan el rumbo contrario.
Una situación muy particular se vive en el sector salud que, según lo trascendido en las últimas horas, encuentra en crisis. Notas un tanto alarmistas, de momento, pues si bien dicha crisis no ha llegado, el sector salud mexicano se encarrila directo y veloz hacia ella.
Desde que López Obrador asumió en diciembre pasado, se han llevado a cabo recortes presupuestales en el sector salud, incluido el cierre del programa Prospera, que se encargaba de la atención médica de las familias con menos recursos. Aunque el Presidente afirme que no ha habido despidos del personal médico y paramédico, al cierre de este programa sí fueron cesados miles de trabajadores que laboraban con contratos semestrales y que, a partir del 1 de enero, no les fueron renovados. Los derechohabientes antes adscritos a Prospera, hoy abarrotan otras unidades de salud y hospitales, donde el personal disponible no da abasto para la atención de estos pacientes.
Otro asunto que la “Cuarta transformación” no ha sabido dimensionar es la importancia de los becarios en el funcionamiento más o menos decente de la salud pública mexicana. Hace apenas unas semanas se resolvía el paro de labores convocado por los médicos residentes de algunos de los hospitales públicos más importantes del país, a quienes no se les había cubierto el pago de su beca por varias quincenas. Con este antecedente inmediato, la semana pasada se hizo público que a partir de agosto, los médicos, odontólogos, nutricionistas y enfermeras pasantes del servicio social verán disminuida su beca en un 50%. Estos pasantes del servicio social son estudiantes de pregrado en el último año de su respectiva carrera y tienen que prestar servicio usualmente en comunidades rurales y marginadas, lejos de su lugar de origen y familia y que, en la mayoría de los casos, deben arreglárselas para vivir con esa beca que, en el caso de los médicos, es de aproximadamente 3 500 pesos mensuales (unos 185 dólares americanos). La pregunta en este caso es si los becarios van a quedarse callados o exigirán, como ya lo hicieron los médicos residentes, que se respeten sus becas.
El mismo López Obrador acepta que existe hoy un desabasto de medicamentos, y en un acto de cinismo, asegura que antes de su administración era peor. Esta escasez es ocasionada por un veto a las empresas farmacéuticas que en el sexenio pasado proveían al sector salud de medicamentos (a las que acusa de corrupción), pero, como en el caso del huachicol, no ostentan ninguna investigación, demanda penal o detenidos de por medio. Será difícil conocer la verdadera magnitud del desabasto, pues sabemos que AMLO miente descaradamente, lo acepta y se justifica, o, como el mandarario explica, miente “por estrategia”. Al final, no conocemos la razón real que propició la escasez de antirretrovirales y otros medicamentos, pero pareciera que lo único que tiene López Obrador en mente es destruir todo lo que dejó el que él llama “período neoliberal”. Algunos medicamentos ya han sido licitados a nuevas compañías; lamentablemente, sé de buenas fuentes que algunos de ellos son de inferior calidad que los que solían manejarse.
Quizás la situación más mediática, en medio de esta crisis que se está fraguando, sea la renuncia de Germán Martínez como director del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), antiguo presidente del Partido Acción Nacional (PAN) durante el sexenio de Felipe Calderón, que se unió a la campaña presidencial de López Obrador y el presidente, a cambio, le dio la dirección del IMSS. Ni medio año duró su gestión, y se despide del Instituto firmando una carta que se puede resumir en que no puede hacer tanto con tan poco. Si el propio Director del IMSS no puede trabajar con los recortes al presupuesto, ¿qué les espera a los trabajadores que se encuentran frente a un paciente encamado? Están sin medicamentos, sin insumos y sin personal.
Mi postura como libertario ante cualquier recorte del gasto público es, evidentemente, a favor. Sin embargo, no estamos ante tal caso, puesto que todo el dinero que dejó de destinarse a los programas de salud irán a parar a las ocurrencias del presidente López Obrador, como la promoción al béisbol, o los errados proyectos del aeropuerto de Santa Lucía, el “tren maya” o la refinería de Dos Bocas. Los recursos que se destinaban a la detección y atención del cáncer de mama en el Instituto Nacional de Cancerología fueron reducidos a cero, mientras que se destinarán 350 millones de pesos al béisbol.
La realidad es que gracias a la formación socialista que reciben en México los estudiantes de medicina y otras ciencias de la salud, el personal médico y paramédico está acostumbrado a los maltratos, a la falta de insumos y a jornadas largas y pesadas de trabajo, por lo que, trabajando a marchas forzadas, el sector salud podría aguantar meses antes de iniciar la verdadera crisis. Los recortes se dan hoy, las consecuencias las veremos en meses o incluso años, pero no lo dude: serán catastróficas de continuar en el mismo tenor.
Adrián Cervantes Dávila es médico cirujano por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, profesor de Nutrición en la Universidad Tecmilenio y colaborador de Potosinos Libertarios.