
Por Emmanuel Rincón*
Es difícil precisar cuánta vida le queda a un organismo vivo, bien sea un humano, un movimiento, una tendencia, una religión o, en este caso, una organización criminal. Es muy complicado determinar cuántas veces se ha sentido la dictadura contra las cuerdas y a punto de tirar la toalla. Entre un destino y otro, puede haber cinco segundos de separación, una llamada fortuita, una declaración, o incluso algo tan tonto como una pequeña indigestión, pueden ser capaces de prolongar una decisión y cambiar el resultado final de la misma. Cabe la posibilidad de que en más de una ocasión, la familia de usurpadores ya estuviera planteándose la posibilidad de irse en un cuarto cerrado de Miraflores cuando una declaración como la del Grupo de Lima (“no contemplamos una intervención militar”) desata nuevas perspectivas, y vuelva a brindar esperanza a los tiranos. El error más grande de la oposición no ha sido por falta de acción, sino por falta de capitalización.
Las emboscadas políticas deben tener una gran contundencia, sobre todo si la lleva a cabo un “equipo chico” tratando de “golear” al rival. En este caso, la dictadura de Nicolás Maduro se parece mucho al Real Madrid de Zidane, un equipo sin un orden claro establecido, sin muchas ideas, pero con una convicción plena de que sin importar cuánta agua inunde el barco, ellos de alguna forma saldrán adelante. Fue así ganaron tres Champions seguidas, sin tener idea muchas veces del por qué o cómo, más con temple y resistencia que con razón, más con pulmón que con ideas, que es siempre la misma: la idea de que no pueden ser vencidos jamás.
En ese sentido, el equipo de gobierno de Juan Guaidó se parece al Arsenal de Wenger, ese que con la excepción de la campaña del 2006, nunca pudo concretar sus ideas y siempre resultó siendo el eterno segundón. Ese Arsenal, con una estructura más sólida que la del Real Madrid (en cuanto a ideas), con una filosofía establecida, y con un líder mucho más académico que Zinedine Zidane, derivó en desgracia y acabó por convertirse en la eterna frustración, en el equipo que todos los años levantaba expectativas, pero a mitad de temporada tiraba todo por la borda cuando debía enfrentarse a los grandes equipos.
En el 2019, el Real Madrid de Maduro supo aguantar varias goleadas: toleró los bailes, burlas y amenazas. Sabrá Dios cuántas veces pasó por la mente del dictador la idea de decir “basta, renuncio”. Esto, no obstante, nunca ocurrió. Ese momento en el que quizás estuvo al borde no llegó a materializarse, porque cuando al Madrid debían meterle ese 5 — 0 definitorio que lo empujase al abismo, le dieron aire, se repuso, comenzó a ganar de nuevo. De pronto, comenzó a escalar posiciones; ahora reposa cerca de los primeros lugares, y está dominando la llave directa con el Arsenal de Guaidó, ese equipo que levantó tantas expectativas a principios de año y que una vez más parece al borde de la eliminación.
Estas analogías, aunque puedan parecer infructíferas, nos dan una idea sobre la conducción y la toma de decisiones vitales en momentos de crisis. Zidane, luego de esa tercera orejona que nunca supo cómo ganó, decidió retirarse. Veía a su equipo acabado, y sabía que ya no tenía jugo para exprimir. Dio un paso al costado y el tiempo le dio la razón. Sin embargo, la magia de los equipos como el Real Madrid, es que siempre tienen a un Sergio Ramos, ese jugador que, guste o no, es capaz de romper las reglas, agredir a sus rivales, insultar al árbitro, y pelearse con quien sea a efectos de ganar el partido. A muchos les puede parecer desagradable, pero los jugadores como Ramos terminan siendo determinantes. Haciendo uso una vez más de esta variante, si colocamos a Diosdado en un duelo uno contra uno, contra Borges, todos sabemos quién resultará vencedor. En este esclarecedor paralelismo, es muy fácil determinar quién es Ramos en esta analogía, y quién es el Pipita Higuaín.
El Arsenal de Guaidó ha echado gran parte de su trabajo a la borda, porque en ese sentido sus ideas han pecado de incongruencia, sus postulados no son sostenidos por sus acciones, y sus acciones no se conectan con sus postulados. Si la estrategia principal de Guaidó para ganarle al Madrid de Maduro era hacer que sus soldados se cambiaran de bando, ¿cómo es posible que a estas alturas los militares que desertaron a Colombia sigan denunciando que no han sido atendidos? ¿Quieres quebrar a la dictadura pidiéndole a los uniformados cruzar de bando, pero cuando una pequeña parte de estos lo hace, los dejas en el olvido, sin comida, sin atención, sin techo? ¿Cómo se supone entonces que los demás sigan sus pasos? Bajo esa perspectiva, ¿cómo lograr un cese de usurpación a través del quiebre de las fuerzas militares, si tu comunicación y atención a las fuerzas militares ha demostrado ser nula?
Mientras los soldados de Guaidó duermen en las plazas de Cúcuta, los soldados de Maduro duermen en mansiones, reciben dádivas del gobierno, manejan grandes negocios, operan libremente con droga, y cuentan con beneficios a los que el común denominador no puede acceder. ¿Ustedes creen que Ramos, Benzema, o un Lucas Vázquez van a salir del Madrid donde ganan más de 10 milllones de euros por temporada para irse al Eibar a ganarse 200 000 euros y luchar por el descenso?
Los errores comunicacionales con las Fuerzas Armadas han sido quizás la principal causa para que el cese de usurpación no se haya concretado. A esto se le pueden sumar otras variables, como el manejo de la narrativa y el desuso del poder de las amenazas; unas alianzas torpes con líderes abiertamente izquierdistas que siguen torpedeando la agenda unilateral de amenaza que sostenía el gobierno de los Estados Unidos (el Barcelona), contra el Madrid de Maduro. Si traes a un Messi encendido (Trump), que está dispuesto a lanzarse al ruedo contra la bestia dictatorial, pero prefieres mantenerlo alejado porque quieres ser el protagonista de la épica, entonces es muy probable que el Madrid siga ganando muchas Champions, y sí, en este momento no me refiero al Madrid de Zidane (ya eliminado), sino al de Maduro.
En los últimos meses, la figura política con la que más ha sido retratado Juan Guaidó es con Miguel Pizarro, y las ideas social allendistas del diputado de Primero Justicia ya todos la conocen. En este contexto, vale destacar que Bolsonaro es una de las piezas clave para que una amenaza militar surta efecto (bien sea porque proceda, o porque el mero amago dinamite la confianza de los soldados de Maduro y los haga levantarse en contra de su líder). Resulta que ese mismo Pizarro, que tanto se pasea junto al Presidente Encargado, hace tan solo un par de meses dijo abiertamente en una entrevista de televisión que cuando ocurrían crisis en los países, era cuando surgían los líderes como el presidente de Brasil. “Te regalo a Bolsonaro. Esa es la mejor demostración de que los sistemas fracasan cuando los Bolsonaros nacen”, afirmó textualmente.
Curioso que jamás lo escuché expresarse con tanta vehemencia contra Hugo Chávez ni Nicolás Maduro.
Entonces, vamos a poner la fiesta en orden, ¿quieres que Brasil te ayude al cese de la usurpación, pero andas de la mano a diario con un sujeto que hasta hace nada decía que Maduro no era de izquierdas, y que la desgracia para el continente era justamente el sujeto que puede salvarte?
Definitivamente, si realmente se busca una salida del régimen, el Arsenal de Guaidó se está haciendo muchos goles en contra en todas las estrategias para quebrar el orden establecido. Con esas pobres líneas comunicacionales no habrá cese de usurpación, ni por las buenas, ni por las malas, ni por los extranjeros. En tal escenario, a los venezolanos no les quedará de otra que seguir cohabitando con un Presidente que no ejerce funciones por falta de poder, y con un usurpador ilegítimo que hace las veces de Presidente, porque a la fuerza se mantiene donde está.
Los goles en contra son demasiados: alianzas infructíferas, líderes deteriorados y faltos de confianza a los que se les siguen brindando espacios, la insistencia en una narrativa que no le quita el sueño a Nicolás (sino que por el contrario, lo arrulla por las noches), las declaraciones tontas de diputados que insultan y despotrican contra las únicas personas que realmente pueden salvarnos; y cada vez que un militar sale a decir que abandonó el régimen, ahora no tienen qué comer.
La guindilla del postre, esa que ahora ridiculiza todos los esfuerzos democráticos, ha sido lo acontecido con la ayuda humanitaria, que ahora el régimen dictatorial capitaliza como una victoria, porque sí, es cierto: la ayuda humanitaria entró al país debido a la autorización de Maduro y la cooperación con la Cruz Roja, esa es la realidad. Sin importar los esfuerzos del equipo de Guaidó, y aunque los demócratas venezolanos conocemos las razones por las que esa asistencia debió llegar a Venezuela, las líneas narrativas de izquierda hacen de las suyas en los medios comunicacionales.
Si algún día piensas ganarle al Real Madrid, y eres un equipo chico, tienes que ser preciso, jugar un partido perfecto, no cometer errores, aprovechar correctamente todas las oportunidades en el partido, y dar el batacazo definitivo antes de los 90 minutos. Si no puedes hacerlo, entonces lo mejor es que llames a Messi, que con dos gambetas los saca a pasear a todos y la mete en el ángulo. Y sí, Messi es Trump, que puede golear a cualquiera y no necesita del permiso de nadie.
*Emmanuel Rincón es abogado y escritor venezolano, autor de cinco novelas, con un grado en Modern Masterpieces of World Literature de Harvard University.