Por Luis Manuel Aguana*
No deseo que se interprete este artículo como una “defensa” a la candidatura de Diego Arria a representar a Venezuela ante la ONU. No lo es. Entre otras razones, porque Arria no la necesita. Quienes realmente necesitamos que Arria sea nuestro representante allí somos los venezolanos, no él. Quien es una Institución en esa organización de Estados es él, no otra persona que se le pueda ocurrir a la mezquindad del G4 de la Asamblea Nacional, que están nombrando gente sin preparación en el terreno diplomático. Guaidó es el que aparece al frente pagando los platos rotos. Tiene que haber un culpable y él es el Presidente encargado.
Nosotros necesitamos a Arria, el venezolano más internacionalmente reconocido del país. Sus logros trascienden a un mero puesto burocrático en la ONU o a cualquier otro lugar. Sin embargo, sin necesitarlo, estaría dispuesto a hacerlo, y lo único que hace falta es que se lo pidan, pero eso sí: con absoluta independencia de acción a favor de Venezuela, no de los partidos de la Asamblea Nacional.
Estoy seguro de que Arria aceptaría, no solo por el venezolano insigne que es, sino porque no le importaría hacer un puesto que ya hizo por la sola vocación de ser útil a Venezuela en el peor momento de su historia. Pero allí está el detalle, Cantinflas dixit. No necesitan a alguien que trabaje para Venezuela; quienes se oponen a la candidatura de Arria necesitan a alguien que trabaje para ellos, no con ellos. Y por eso no lo designarán. Preferirán a alguien que “no los opaque”, que “siga línea”, que “no quite el protagonismo”. Eso es muy propio de gente insignificante, de la cual está muy plagada, por cierto, la Asamblea Nacional.
Lo que quiero poner de relieve en esta nota es que eso que está sucediendo con el caso de Arria en la ONU es tal vez la quintaesencia del problema que estamos padeciendo como pueblo y que de continuar, no habrá intervención militar extranjera que valga para resolver el fondo de este problema que llevamos por dentro los venezolanos.
Los venezolanos tenemos que cambiar, y si esta tragedia que sufridos no lo logra, no lo logrará absolutamente nada. Los detalles del porqué Arria no ha sido designado Embajador de Venezuela en la ONU están mucho mejor expuestos de lo que lo que este escribidor podría describir aquí.
Los venezolanos sienten una aversión muy honda a la independencia de criterio, a la competencia, a la excelencia, a que la gente destacada en cualquier campo, aporte y brille con luz propia. Es por eso que ustedes ven que los venezolanos alcanzan los mejores puestos fuera del país, y no en Venezuela. Ejemplos sobran. Tengo la teoría que como es tan extraordinariamente difícil hacer una carrera sorteando mezquindades, zancadillas y bloqueos en Venezuela, cuando vas al exterior -que también hay bastantes mezquindades, zancadillas y bloqueos- el grado es tan comparativamente inferior que hace que un venezolano logre, con cientos de veces mayor probabilidad, cualquier cosa que se proponga fuera del país. De allí que veamos venezolanos brillando en todo el planeta dándonos orgullo. Pero ni de casualidad que son respaldados después en su propio país. Por eso no regresan y todos ellos fallecen afuera deseando hasta el final de sus vidas hacer algo por su país. Y paradójicamente, sus propios compatriotas, por mezquindad, no los dejan.
Pero en el campo político, el tema toma matices exponencialmente brutales. Allí las mezquindades, zancadillas y bloqueos que mencionamos se magnifican, y lo hacen por razones del muy bajo nivel, ya sea personal, cultural o educativo de la mayoría de los protagonistas de la política venezolana.
¿Reconocerle a alguien algo en política en Venezuela? ¡Nunca! Si los políticos venezolanos de la época no le reconocieron nada al mismísimo Francisco de Miranda hasta siglos después de su muerte, nada más ni nada menos que al único americano cuyo nombre está grabado en piedra en el Arco de Triunfo de París, y a quien Francia otorgó el título de héroe de la Revolución Francesa y Mariscal de Francia, ¿ustedes creen que los políticos de ahora van a reconocer los sobrados méritos de Diego Arria? Eso es un comportamiento al que tenemos la obligación histórica de sobreponernos ahora mismo, porque está en juego la supervivencia de nuestro país.
Pero esto debe venir aparejado con la mejora sustantiva de la calidad de quienes hacen política en Venezuela. Ustedes ven que en otros países, como en el caso de los Estados Unidos, personalidades que luego de una larga carrera en la escena privada (como el caso de Rex Tillerson, exsecretario de Estado y expresidente de la transnacional Exxon Mobil), o después de haber ejercido la práctica de su profesión por muchos años (como en el caso del expresidente Barack Obama, profesor en la Universidad de Chicago y abogado de derechos civiles en la firma Davis, Miner, Barnhill & Galland) se aprestaron para el servicio público. No llegan a ser políticos para servirse sino para servir. Es el justo término de una carrera en la que ya han conseguido su estabilidad profesional y se aprestan ahora a dar de lo que han aprendido a la sociedad.
Pero así no se plantean las cosas en la política venezolana. Es justamente al revés. El sistema está basado en servirse de la política, no en servir a la gente. Se usa a la política para un beneficio más directo: primero del partido y luego en el propio, para dejar lo que quede de eso a la población. Si no que se los diga Nicolás Maduro, que de chofer de ómnibus llegó a Presidente de la República, sin tener ninguna calificación para ello y bajo la sombra de un golpista. Ese es exactamente el mismo comportamiento de la oposición oficial que ahora maneja decisiones de importancia de las que hay que tomar ahora con la ONU.
Lamentablemente, la política en Venezuela es el campo de acción de oportunistas y filibusteros. Cuando los muchachos de la generación universitaria del 2007 integraron los partidos, entre ellos el Presidente Encargado Juan Guaidó, algunos pensamos que ellos podrían representar un cambio en la manera de hacer política en Venezuela. Nos equivocamos. Fue todo lo contrario. Ellos fueron mimetizados en la manera tradicional de los viejos dirigentes de “hacer política”, a tal punto que están convencidos de que es la única manera de hacerla. ¡Qué desperdicio de juventud política!
Muchos de esos jóvenes en la Asamblea Nacional son seguidores ciegos de las prácticas y el pensamiento de personajes como Henry Ramos Allup y toda esa gente que fueron testigos y responsables, por acción u omisión, de lo que ocurrió en el país antes de la aparición del golpista Hugo Chávez. Es por eso que la trampa en la que se encuentran es muy grave, porque no saben hacer otra cosa. No cuentan con la experiencia profesional que solo dan los años y la práctica en el ejercicio de una profesión.
Tenemos que voltear el paradigma político de Venezuela. Eso tal vez pueda tardar una o dos generaciones si comenzamos ahora, después de que políticos como Ramos Allup, Barboza, Borges, Rosales y muchos más hayan pasado a mejor vida. Este cambio requiere también entender que tenemos que hacer de la política una actividad digna de ser realizada. Quizás sea por ello que la comunidad internacional no entiende por qué los venezolanos no han nombrado a Diego Arria como nuestro representante en la ONU, cuando todos nos envidian que tengamos a semejante gigante de la diplomacia, un personaje extraordinario que muchos se enorgullecerían de tener, dispuesto a servir a nuestro país, y no lo pongamos al servicio de Venezuela en la hora mas oscura de nuestro país. Más patético e indignante, imposible.
*Luis Manuel Aguana es analista político e investigador en Derechos Humanos.