Por Luis Miguel Aguana*
Cuando un grupo de amigos selectos de nuestro inolvidable Eric Ekvall, entre quienes se contaba Alfredo Weil, recibimos el mensaje donde nos informaba que le habían detectado un cáncer terminal, despidiéndose prácticamente de nosotros, Alfredo le contestó: “conmovido por la noticia, pero más por tu actitud. Soy un hombre de fe, y siento que actúas como si también lo eres. Tienes tranquilidad espiritual porque has sido un hombre puro. Esa es la mayor felicidad que se puede tener, incluso en la adversidad”.
Ni decirles tengo que Alfredo hizo lo imposible para la recolección de fondos para la enfermedad de Eric. No tenía idea Alfredo que eso que le dijo a Eric se aplicaba muchísimo a él mismo porque si alguna definición le puedo encontrar a este ser humano excepcional que fue Alfredo Weil es precisamente esa: un hombre puro. En esa penosa y larga enfermedad que acosó a Alfredo hasta el fin de su vida el 14 de Marzo de 2019, estoy seguro que pensaba lo mismo que le dijo a Eric, “esa es la mayor felicidad que se puede tener, incluso en la adversidad”. Y si alguien que como yo lo conoció de tan pocos años (2012-2019, aunque a veces pocos años pueden representar toda una vida), ni imagino que pudieran decir para confirmar esa afirmación sus más íntimos amigos y por supuesto sus familiares, porque creo que eso era, un hombre puro e íntegro.
Para mi Alfredo Weil fue todo un descubrimiento. Tenía algo que siempre me llamó la atención porque es algo que compartí con él, mezclaba lo técnico con lo humanista. En su caso, por su condición de ingeniero y abogado; y en el mío por computista con una mezcla de un poco de Economía, Derechos Humanos, Administración y Estudios del Desarrollo. Por eso tal vez tuve tanta afinidad con su pensamiento y sus posiciones ante el país. Pero además, en lo personal sentía por Alfredo un afecto muy cercano pero no supe porqué hasta que en una conversación privada de muchas que sostuvimos. Tuvimos una revelación mutua que lo explicó: ambos habíamos perdido trágicamente a una hija. Y eso, mis queridos amigos, es un dolor que solo un papá puede comprender. Compartir ese dolor con alguien que sufrió la misma experiencia, te une de manera especial con esa persona.
Vi por primera vez a Alfredo Weil cuando me abordó en un evento de la Universidad Metropolitana en agosto de 2012, donde los técnicos de la oposición del grupo La Colina expusieron el sistema electoral que habían aprobado con el CNE del régimen de Chávez, antes del proceso del 7 de octubre 2012. Alli Alfredo me felicitó efusivamente por una nota que había publicado el mes anterior donde propuse una Unidad Técnica entre aquellos que adversábamos en las diferentes tribunas el sistema electoral venezolano y aquellos que consensuaban con el gobierno las condiciones técnicas de las elecciones.
Realmente me sentí, no solo halagado porque viniendo de este personaje tan reconocido en el país, que sin conocerme reconocía con con humildad un aporte a la discusión, independientemente de donde viniera, para mejorar lo que ESDATA había realizado –que era muchísimo-, sino que se ponía a la orden para trabajar por ella. Me dijo con una alegría y firmeza que aun recuerdo: “Luis Manuel, quería conocerte y te felicito. Es una solución tan simple que nadie la vio. Estoy dispuesto con ESDATA a acompañar tu propuesta”. Y me dije en esa ocasión “este es un técnico diferente”. Porque los técnicos no suelen ser generosos ni conceder nada a nadie. La razón del porqué Alfredo Weil era distinto era porque además de ser un técnico extraordinario, era porque esencialmente era un humanista. Esas grandezas no son comunes.
De esa reunión coincidimos varios personajes que nunca nos habíamos visto antes hasta ese día y solo nos conocíamos por nuestras opiniones en las redes sociales: Alfredo Weil (y otros amigos de ESDATA), Iñaki Gaizaraín, Eric Ekvall, Guillermo Salas, Marisol Sarría, Adriana Vigilanza, Kika Bisogno, Ludwig Moreno, Pablo Brito Altamira, por solo nombrar algunos que me vienen a la memoria de ese día. Decidimos, a partir de allí. reunirnos de manera permanente en algo que denominamos “Grupo Electoral”, plataforma sin otro propósito que luchar en contra del fraude técnico aceptado por la oposición oficial y por conseguir mejores condiciones para los procesos electorales en Venezuela. De ese grupo salieron propuestas, comunicados, cartas públicas, acciones ante los tribunales impugnando procesos electorales, de los que Alfredo Weil fue factor técnico fundamental. De allí también nació una amistad que duró a pesar del tiempo y las diferencias. Ahora, con la pérdida de Alfredo, este vínculo sigue fortaleciéndose porque compromete a los que aún quedamos.
¿Y por qué digo compromete? Esta lucha contra el régimen (que tiene innumerables frentes) encontró en ESDATA, Alfredo Weil y todos aquellos que de una u otra manera hemos colaborado con nuestro pequeño grano de arena al adecentamiento de los procesos electorales de Venezuela, una pared que en lo personal no estoy dispuesto a ceder y creo que tampoco ninguno de los que acompañaron hasta hoy a Alfredo Weil en esa lucha por ese adecentamiento electoral. Todavía Alfredo estaba enfermo (y ahora sabemos que muriéndose) cuando publicó ahora su última propuesta que mencioné en mi artículo de hace apenas una semana. Los que le acompañamos tenemos que seguir en honor a eso.
Eso es porque en lo personal me siento, como venezolano, obligado a continuar con esa obra así sea para hacer un centésimo de lo que Alfredo Weil era capaz de hacer. Intento poner en palabras la impotencia que me da que personas del calibre personal e intelectual de Alfredo Weil se vayan de este mundo cuando más necesitamos de su ayuda para encarar el problema mayúsculo que tiene Venezuela a la hora de resolver sus dificultades electorales. Y ustedes dirán que tal vez pudiera parecer una postura egoísta y utilitaria, pero es que se nos está escapando con eso lo que es más valioso y lo que más necesitamos para que este atribulado país funcione en el futuro: gente honesta, pura, decente y con valores ciudadanos, todo eso combinado con una brillantez intelectual y ganas de trabajar por Venezuela demasiado difícil de encontrar en estos tiempos.
Quienes lo conocimos (siempre acompañado de su inseparable “Wilson”, como llamaba a su tablet, en la que poseía todos los análisis electorales posibles) reconocemos que lo que era como ser humano, como técnico y humanista será insustituible.
“Que contribuyamos a rescatar a nuestro país de la noche oscura en que se encuentra, y que podamos culminarlo con una patria libre, soberana, unida y justa”, era el deseo de Alfredo Weil.
Y así lo haremos, como compromiso contigo y con Venezuela, mi querido amigo. Cuenta con eso.
*Luis Manuel Aguana es analista político e investigador en Derechos Humanos