Por Dominique Selman*
En República Dominicana tenemos una gran falla en el sector cultural. Aparte de una gran falta de institucionalidad, el nuevo ministro de Cultura ha heredado una institución que ha sido criticado hasta más no poder en el último año. Los artistas sienten que no tienen representación; los curadores y gestores culturales no quieren seguir apoyando las iniciativas culturales porque dicen que no obtienen la remuneración económica que merecen.
Los ciudadanos se quejan de que no hay un museo en donde puedan asistir a iniciativas culturales que realmente merezcan la pena, pero el problema está no solamente en la administración del presupuesto del Estado, sino que tampoco se ha hecho la planificación y esfuerzos para que los museos en República Dominicana se rijan en base a los estándares internacionales de presupuesto, planificación, diseño y ejecución de iniciativas culturales.
En mis visitas a museos tanto en NY como en Latinoamérica, siempre veo en las paredes los carteles de las diferentes empresas que patrocinan las exposiciones que se llevan a cabo, porque esa debería de ser una de las principales actividades en la que quieran incurrir las empresas: educar a la población y querer fortalecer la cultura tanto dentro como fuera de su empresa, pero para eso habría que dar incentivos que no sean solamente relativos a la labor filantrópica que esto representa.
Una forma de atraer más financiamiento de parte de los grandes empresarios a iniciativas culturales podría ser por ejemplo que parte de los impuestos (que de por sí en República Dominicana aparte de ser altos, están regulados bajo un sistema complejo y que desincentiva el emprendedurismo y la producción nacional) puedan ser destinados directamente a la creación de fondos o instituciones dirigidas y administradas por individuos del sector privado para llevar a cabo iniciativas en los museos y los pueblos.
Es vergonzoso que nuestro país no tenga un sistema y estructura en donde niños y familias quieran ir los domingos al Museo de Arte Moderno por ejemplo. Pero donde radica el problema está en que no se hace nada con atraer personas para una sola exposición si no se le dará luego la continuidad necesaria al financiamiento y recolección de los aportes que quieran y puedan hacer empresas del sector privado que se comprometan en un plazo de al menos 10 años a colaborar con el museo.
En la mayoría de los museos importantes a nivel internacional, el 70% del financiamiento viene por parte de empresas y el 30% de individuos que se suscriben para aportar a un fondo de investigación, desarrollo y mantenimiento en los museos.
Es imprescindible que dicho fondo esté administrado por el sector privado precisamente para que se le de continuidad como es en países cuya museología e iniciativas culturales siguen los estándares internacionales. En México, donde tuve la oportunidad de visitar una prestigiosa institución donde me orientó uno de los directores, planifican sus exposiciones a diez años.
En años anteriores incluso han querido acercarse a nuestro Museo, pero el hecho de que no haya ni siquiera aire acondicionado imposibilita que muchas exposiciones se puedan llevar a cabo porque no hay una temperatura y ambiente que permita que las obras se les pueda garantizar que están en buenas condiciones.
Esto hace que lo que se vaya a traer entonces al Museo sean piezas de bronce que resultan muy pesadas y que entonces encarecería de manera significativa el precio de transporte de las obras. Y si no tenemos presupuesto ni siquiera para arreglar los aires, cómo esperaríamos poder traer un contenedor lleno de piezas de bronce? Más allá de eso, se espera que quien organice el board trabaje de manera gratuita y voluntaria.
Las personas que tienen la capacidad, las ideas frescas y el conocimiento de vanguardia que hace falta para que se pueda llevar a cabo un programa bien estructurado no tienen por qué trabajar pro bono, si eso representa un costo de oportunidad significativo en relación a las horas laborales que pudieran destinar a hacer una consultoría, por ejemplo, a otra empresa.
Para ello lo primero y más importante sería auditar el presupuesto que maneja el sector cultural para entender cómo están distribuidos los gastos y eliminar los puestos de trabajo y personas que no puedan demostrar que estén haciendo una labor productiva que realmente contribuya a que se fortalezca y desarrolle nuestro ámbito cultural.
Se deberían eliminar también del presupuesto del Estado aquellas personas que no estén dispuestas a trabajar en conjunto con un panel de expertos del sector privado, ya que estos limitan y obstruyen que se puedan desarrollar programas de integración público-privado que vayan a contribuir al desarrollo de nuestra cultura.
*Dominique Selman es dominicana. Tras haber crecido entre Estados Unidos, Argentina y República Dominicana, regresó a Santo Domingo a trabajar en diversos sectores culturales, de manufactura y exportación en su País. Actualmente dirige su propia empresa de consultoría y manejo de proyectos enfocada al fomento de la creatividad en los negocios a través del uso de colores, fragancias y arte.